Para Francisco Machuca, que al parecer perteneció a ese
mismo Club, sin que a ninguno de los dos nos molestara
mismo Club, sin que a ninguno de los dos nos molestara
que aceptasen a alguien como nosotros entre sus socios.
Nada nos acerca tanto al niño que fuimos como el recuerdo de
nuestras primeras lecturas. Cuando tantas cosas han ido desvaneciéndose en la
memoria, la absoluta abstracción con la que entonces nos entregábamos a las
páginas de un libro permanece imborrable. En realidad, no había tales páginas,
salvo quizá si el encantamiento se interrumpía y el feroz asedio a un fortín en
una remota isla de piratas o el combate cuerpo a cuerpo entre un hombre
y un oso volvían a convertirse en nada más que letra impresa. Leer era
exactamente entrar a formar parte de aquello que se nos contaba, oler la
pólvora en el aire, el humo de una pipa curva o la piel chamuscada de unos
párpados, escuchar el acerado entrechocar de dos sables en un duelo o el
lamento de un violín o los alaridos de una tribu de caníbales, paladear el
inimaginable sabor del ron, sentir sobre ti la adusta mirada del capitán de una
nave submarina o en los dedos el tacto endurecido de un sello de lacre.
Cuando tenía diez años, cayeron en mis manos los primeros
libros de una colección de la que habría de convertirme en gozoso rehén: Alfred Hitchcock y los tres investigadores. Me fascinaban las ilustraciones de sus portadas,
sus turbadores títulos, la familiaridad de sus lomos verdes. Júpiter Jones,
Pete Crenshaw y Bob Andrews eran mis amigos, les seguía en sus enmarañadas e
inconcebibles aventuras californianas, trataba de resolver con ellos acertijos
de los que muchas veces dependía la resolución del misterio, me estremecía en
el peligro, comprobaba que el material que habríamos de usar esa misma noche
funcionaba correctamente - reunidos los cuatro en aquella caravana oculta
a los ojos de todos bajo una montaña de chatarra-, viajaba a su lado en aquel
Rolls Royce con chofer que un cliente satisfecho ponía a su disposición y,
finalmente, los acompañaba al estudio del mago del suspense para contarle los
pormenores del caso. Aquellos libros inspiraron mi primera agencia de
detectives: tres críos que nos repartimos los nombres de los tres personajes,
llevábamos en nuestros bolsillos una esmerada reproducción a mano de sus
famosas tarjetas de visita (con aquellos tres interrogantes) y seguíamos a
nuestros profesores discretamente a la salida del colegio, convencidos de
que antes o después sus pasos nos guiarían hasta alguna intriga. Devoré sus
historias, la mayoría de la biblioteca del colegio, desde Misterio en el castillo del terror hasta Misterio del diablo danzante, veinticinco títulos, pero cuando salió el vigésimo sexto, hacia
1978, yo andaba ya en compañía de Hercules Poirot y de Miss Marple, todo un
avance en mi carrera contra el delito.
No sé cuántos crímenes dormidos, cuántos templetes, cuántas
vicarías, cuántas guías de ferrocarril, cuántos campos de golf y piscinas,
cuántas dagas damasquinadas y venenos y pistolas, cuántas manchas de sangre y
nóminas de personajes y planos de habitación y sospechosos y culpables pasaron
por mis manos. Sé que leí también otras novelas, pero aquellos años los
recuerdo sobre todo intentando que no se me pasara por alto ni una sola pista
dejada por Agatha Christie, quien no pocas veces se decidía al final por alguna
trampa de última hora que no se justificaba en modo alguno con lo relatado
hasta entonces y hacía inútil el sobreesfuerzo de nuestras propias células
grises.
Y he aquí que en mayo de 1981 (treinta años ya) llegaron a
los kioscos los dos primeros números de una colección que pasado el tiempo ha
adquirido dimensiones míticas, pues para una generación de ávidos lectores
supuso, para empezar, el descubrimiento de la literatura policiaca en la
totalidad de sus corrientes: la novela-problema, la criminal, la negra, la de
espionaje, todo al alcance de la mano cada semana. Esta colección se llamó Club del Misterio, "un club de insomnes", decía el cuadernillo de presentación, “de lectores apasionados, de
fanáticos de la aventura y el enigma”. Tenía el formato de las viejas Pulp
Magazine de los años treinta, como Dime Detective Monhtly o Black Mask, a dos columnas y con ilustraciones, y me permitieron adentrarme en
el universo de Hammett (el primer número era Cosecha roja, con aquel gánster de rostro rabioso y Thompson humeante),
Chandler, Stanley Gardner, Ross Macdonald, Ellery Queen, Hadley Chase, Geoffrey
Homes (su novela Eleven mi horca se llevó al cine como Retorno al pasado), Margaret Millar (que era la mujer de Ross Macdonald), M. Cain,
Donald Henderson Clarke, Burnett, Irish, John D. MacDonald (La dorada sombra de la muerte fue una de mis favoritas), Auguste le Breton, Japrisot y Simenon, y Scerbanenco, y Spillane,
y Jim Thomson, pero también Conan Doyle y Poe (conocía ya de antes a Sherlock
Holmes y había leído muchos de los delirantes relatos del segundo, sin saber
hasta entonces que Dupin fue el primer detective de la literatura), y Highsmith
y Somerset Maugham y Chesterton y Balzac y Borges … Decenas y decenas de
grandes escritores, cuyas obras leía con fruición (y muchas veces a escondidas)
e iban abriendo ante mí otros caminos, los que conducían a Dostoiveski, a
Sabato, a Camus, a Hemingway, a García Márquez, a Faulkner, a Chejov,
como irrigando una arborescencia de capilares en que libro a libro se extendía
y enmarañaba mi pasión por la literatura.
Las míticas portadas de Isidre Monés (Foto: JFH)
En cierto sentido, cada uno de nosotros somos como una pequeña
civilización en la que es fácil rastrear su pasado más remoto y documentar su
desarrollo, sus conflictos, sus alianzas, sus decadencias y auges, su declive
último, su desaparición. Hay experiencias que marcan la historia completa de
cada una de esas civilizaciones individuales y que determinan el carácter de
cada cual, su porvenir, la impresión que otros se forman de uno y la que uno se
forma de otros y del mundo que le rodea. Esta pequeña civilización que lleva mi
nombre conserva vivos muchos fervores surgidos al comienzo de su uso de razón,
siendo el de la lectura el que más intensamente permanece, y, contra viento y
marea, es más que probable que tales fervores me acompañen hasta el final,
pues, como escribió Ana María Matute, tal vez la infancia sea más larga que la
vida.
28 comentarios:
Bellísimo, hondo y bellísimo. De una hermosura que sólo puede ser paladeada si perteneces, lógicamente, al club del que hablas. Club al que llegué tarde, pero de no donde no he salido.
Haces pensar en tantas y en tan estupendas cosas...
Hola, Juan. Apasionante todo lo que nos has contado. Nos has transportado a ese mundo que forjamos en nuestra mente la gente que amamos la lectura desde críos. Todo ese recorrido desde la niñez, pasando por la adolescencia, la juventud, hasta la madurez por el que nos has llevado de la mano de la lectura en las distintas etapas de nuestra vida, todo eso me ha trasladado a mi infancia siempre con un libro de Eryd Blyton, mi adolescencia con los libros de Carmen de Icaza y Concha Linares Becerra, mi juventud con Harold Robbins, Frank G.Slaughter, John Steinbeck, Robin Cook... hasta hoy con Catedrales del Mar, Sombras del viento, Macondos..y una largo etc. Pero leo mucho menos que leía hace años(mardito ordenador..).
Como ves mi "Club del misterio" era más moñas, pero fui muy feliz devorando libros.
Un beso
¡Amigo! ¡Yo fui también ávido lector de las aventuras de los tres investigadores! Una lectura que recuerdo con nostalgia. Coincido en ese recorrido que describes con tanto deleite. Si acaso, debo reservar un espacio especial para el Padre Brown.
Un abrazo.
Realmente esto es muy curioso, Juan. Nunca pude leer un ejemplar del Club del misterio pero sí que tenía una de sus portadas (concretamente la que has elegido aquí de portada roja) colgada en las paredes de mi habitación. Algo muy curioso. Sin embargo, de los tres detectives sí que pude leer un para de ellos porque los tenía mi tío. Un abrazo.
Pertenecí al Club del Misterio. Compré, leí y coleccioné casi todos los ejemplares. Pero el destino me jugó una mala pasada (como a alguno de sus personajes) y quién sabe si en alguna maldita mudanza la colección se evaporó. Si al menos hubiera caído en manos de una rubia platino...
Fueron lecturas de verano precedidas, años atrás, en una adolescencia de Cinema Paradiso, de las de los maestros que atesoraba la tan modesta como selecta biblioteca de mi padre: Georges Simenon, Edgar Wallace, Guy de Maupassant, Edgar Allan Poe...
Magnífica y lúcida evocación del tiempo sin reloj de nuestras mejores lecturas, maestro.
Te regalo esta cita del escritor cubano Eliseo Diego:
Que es vuelta al tedio de vivir de mentira lo que se vivió de veras, jinete por entre el sueño en un caballo hecho de ráfagas.
La vida tan distinta con el libro al lado. La niñez única cuando poblaban las lecturas el crecer confuso y brutal. Pasar de las caricaturas a Julio Verne y soñar a caballo porque no hay otra forma de imaginar otros mundos, otras existencias laterales.
Uno de los textos más bellos que he leído en los últimos tiempos,mi querido amigo.Me toca el corazón literario de una infancia repleta de sueños y aventuras.Recuerdo que cuando salío la colección Club del Misterio iba cada semana religiosamente al pequeño quiosco,hoy desaparecido,en busca de mi ejemplar.Aquel buen hombre y fiel amigo no tenía comparación ni con Héctor Yánover,aquel magnífico librero que escribió para bien de todos nosotros sus memorias.El quiosquero me prometió que cada semana tendría mi ejemplar.Confió en mí,porque la mayoría de los coleccionistas se cansaban muy pronto.La colección duró dos años.Recuerdo que a mitad de la publicación tuve que ingresar a filas,es decir,al odioso servicio militar.Me destinaron a Valladolid.Pues bien,bajaba todas las semanas en autobús (700 kilómetros,ida y vuelta)sólo para recoger mi ejemplar.Tenía miedo que una ausencia larga malograra mi colección y el pobre quiosquero no podía permitirse el lujo de acumular ejemplares.
Te cuento todo esto,mi querido amigo porque el valor de la literatura sólo se entiende de esta manera y ser miembro de un club requiere seriedad,dedicación y rigor,porque al fin y al cabo,hoy tengo en mi estantería esa maravillosa colección encuadernada junto a una cita de un poeta loco: "Que así,el hombre mantenga lo que el niño prometió".
Gracias amigo,gracias por este regalo de texto.
Un fuerte abrazo.
Un recorrido que es el de todos solo que algunas de esas historias ( maravillosos mundos en los que nos perdiamos )las encontramos llenas de polvo en la estanteria de casa de los abuelos antes que en el quiosco y todavia recuerdo la avidez con la que consumiamos aquellas lecturas que nos han marcado para siempre en esa infancia que nunca cesa..
Otros autores fueron despertando nuestra curiosidad y capacidad para entender temas más profundos con los años pero aquellos libros y colecciones ¡ querido Juan son insustituibles e imprescindibles para alimentar nuestro espiritu y carácter !
Mis veranos siguen siendo los de Mrs Marple, Poirot o Marlow y el club del Misterio como el de los Poetas Muertos ese mundo de fantasia y suspense que nos alegra la existencia.
¡ Leerte es un ejercicio de nostálgia y emoción !
Un beso y un libro con las páginas en sepia.
Amigos EMILIO, MYRA, MIGUEL SANFELIÚ, MARCOS, MIGUEL COBO y BELKYS: Dos tardes llevo haciendo limpieza general en el despacho, limpiando libro a libro mi ya desmesurada biblioteca para evitar que se la vaya comiendo el polvo, y mientras limpiaba los ejemplares del Club me preguntaba si habría despertado vuestra complicidad. Cuánto me reconfortan vuestras palabras. Qué insustituible es una biblioteca personal, pues en muchos de esos libros estás tú, niño o adolescente, pasando hechizado sus páginas. Conservo el ejemplar en que leí por primera vez La isla del tesoro, y el de Miguel Strogoff, y el de Estudio en escarlata, y los tres que llegué a comprarme, con mi magra paga, de Los tres investigadores... Nada he dicho de Los siete secretos, ni de Tintín, a través de cuyas viñetas recorrí el mundo... Cuánto de Alonso Quijano tuvo la infancia de quienes, como nosotros, amamos ya en aquel paraíso –“paradiso”- perdido los libros. (Esa portada, MARCOS, es la del cuadernillo que acompañaba los dos primeros números, y que guardo como un pequeño tesoro). Un abrazo muy fuerte a todos
FRANCISCO: Una respuesta tuya a un comentario dejado por alguien en tu blog, en que hablabas de aquel "mítico Club del Misterio", fue mi magdalena proustiana, pues me trajo intacto el recuerdo de aquella avidez con la me enfrentaba cada semana a un nuevo ejemplar de tan impagable colección. No pude yo completarla, pero reuní más de cuarenta títulos, y no los encuaderné, de ahí que hoy los tenga tal y como los ves en la foto, tan rojos y azules y amarillos y verdes. Yo fui de esos niños de los que se dice que "leían demasiado", de los que habitaban en la ficción de los libros más que en la realidad, y es un tiempo que hasta hace muy poco aún parecía extrañamente cerca en el tiempo. Un abrazo muy fuerte, amigo.
ABRIL: Es que no hay campaña institucional que realmente cree lectores. Se llega a los libros por tu propia curiosidad, porque están ahí cerca y sus portadas tienen algo de trampilla por la cual escapar de la monotonía, algo de agujero de Alicia, y vas recorriendo las páginas como quien recorre un tunel con una linterna, sin saber que habrá más allá. Un beso.
Confieso que la limitada economía de mis padres hizo que en mi niñez me convirtiera en una ratita de biblioteca. Allí me pasaba horas con Alicia en el País de las Maravillas y su Conejo blanco, viví con Peter Pan y Wendy la isla del Nunca Jamás. Con El Principito llegue a a creer que también yo veía aquel cordero que se escondía en una caja de madera y que sólo era resultado de la maravillosa imaginación infantil. En la adolescencia, una vecina, sabedora de mis ansias de lectura me regalaba los fascículos semanales de El conde de Montecristo y luego Los tres mosqueteros. Desgraciadamente todos mis libros quedaron en cajas en mi país (El principito estuvo censurado durante la dictadura militar), cuando el destino me empujó a cruzar el charco. Hoy ya no existen.
Por cierto en mi biblioteca (la que luego fuí formando) tengo también la colección completa del Club del Misterio cuya lectura ya formó parte de otro tiempo y otras circunstancias.
Me siento identificada con la frase de Ana María Matute.
Me he puesto nostálgica con tu texto.Una nostalgia enriquecedora.
Gracias-
BEATRIZ: Qué sensación tan grata la de haber despertado, con los míos, vuestros recuerdos de pequeños lectores. Ah, las bibliotecas. Al menos una vez (hay cosas que no se olvidan) me dejaron encerrado en la del colegio porque no habían advertido mi presencia, tan dentro estaba de lo que fuera que estuviera leyendo, un asunto Tornasol cualquiera, o un loto azul...
¡Censurar El principito!... ¿Cómo imaginar lo que esconde la mente enferma y podrida de un tirano?
Gracias a ti, siempre.
Tu excelente texto y no menos maravillosos recuerdos lectores, me han transportado a aquellas primeras lecturas, aún hoy conservadas en páginas ya amarillas, donde un grupo de amigos, "Los cinco", contagiaban aventuras que al llegar a la última página queríamos convertir en carne y hueso; o a esa edición de Alicia y su país de las maravillas, ilustrada (en blanco y negro)que cada noche me hacía descender por ese pasadizo que siempre desembocaba en el país de la infancia. Tantos títulos que aún conservo en un lugar ajeno al tiempo...Temerario hojear sus páginas mientras ese olor nostálgico de ellas me sigue inundando y transportando a esa época donde princesas, piratas, detectives y Huckleberry Finn, podían convivir en armonía traspasando la frontera del tiempo y el espacio.
Magistral tu texto, Juan. Capaz de desenterrar los más maravillosos tesoros de esa isla intacta de la niñez.
Un beso.
Mi referente fue Bruguera y aquella maravillosa colección de 'Joyas literarias'. Títulos como 'Ben-Hur', o 'La doncella de Perht', o 'Ivanhoe',...
Concretamente, el primer título que recuerdo -en tapa dura, además- fue 'Genoveva de Bravante' El segundo, 'Miguel Strogoff'. Otros cómics patrios vinieron también de forma contemporánea. 'Purk' o 'El guerrero...', claro.
Dicho esto -que tan solo era el relleno del cojín- paso a lo realmente importante de mi visita, y que no es otra cosa que manifestarte mi más sincera admiración por la sencillez y la hondura de esta magnífica historia literaria que nos dejas a todos, al haberte decidido a homenajear a Machuca, mi hombre sabio particular.
Desde luego, esta civilización que lleva tu nombre se ha fraguado sobre uno de los terrenos más firmes que pueden encontrarse: la literatura. Puede que sin literatura no hubiesen surgido las civilizaciones. Saludos.
Mi querido Juan,te escribo para decirte que ya tengo en mis manos el libro recomendado por ti:Un armario lleno de sombra,de Antonio Gamoneda,en una edición magnífica de Galaxia Gutenberg,Círculo de lectores.Ayer me pasé todo el día recorriendo las librerías de Barcelona hasta que di con él.Me senté en una terraza,encendí un cigarrillo y lo acaricié con la mirada.
Gracias por la recomendación.
Un fuerte abrazo.
Hola Juan. Pienso en Dupin, en Poe que inventó el género policial, también en Sherlock y su raciocinio extremo que todo lo veía, hasta llegar a Hammett y Chandler, de mis favoritos, detectives que nos describieron como pocos la realidad urbana, la ciudad y sus crueldades, sus miserias, pero por sobre todo los perdedores, esos que tanto quiso Osvaldo Soriano (otro fanático lector de Chandler).
Gracias por la entrada. Excelente. Y coincido,. "omos como una pequeña civilización en la que es fácil rastrear su pasado más remoto y documentar su desarrollo, sus conflictos, sus alianzas, sus decadencias y auges, su declive último, su desaparición."
Abrazo desde la patagonia
Tienes mucha razón en tu historia. Me gusto' el texto, por los recuerdos traídos.Fue gusto visitarte y a la vez leerte amigo. Te envio un fraternal saludo. Buen día.
Muchas y emocionadas gracias, MARISA, RAÚL, JOSÉ LUIS, HORACIO, DARWIN. Perdonad que os responda a la vez. Puesto que tanto hemos coincidido todos, traigamos aquí, entonces, aquellos versos de Wordsworth, tan conocidos:
“…aunque nada pueda hacer volver la hora
del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos, pues encontraremos
fuerza en el recuerdo,
en aquella primera simpatía
que habiendo sido una vez, habrá de ser por siempre.”
...Which having been must ever be...
Un abrazo, amigos.
FRANCISCO MACHUCA: Ese libro es el mejor manual para entender luego muchos de los símbolos que aparecen en los poemas de Gamoneda, espero que te emocione tanto como me emocionó a mí.
Hola Juan: Qué bonita foto con mis cubiertas. Verlas así, como un bodegón publicitario, me trae el recuerdo de la circunstancia de cada una de ellas.
En algunas, el editor me proporcionaba documentación de la version cinematográfica, en otras, me buscaba la vida en tiendas especializadas en temas de cine.
En las más entrañables, sacaba fotos a mi mujer, mi hijo o yo mismo, con una Polaroid.
Dos años, ilustrando cada semana una cubierta de serie negra, tiene delito, para alguien como yo, para nada aficionado al género.
Gracias desde aquí a la santa de mi mujer, que leía previamente las novelas, (para ella no era ningun problema) y me resumia planteamiento y nudo,el desenlace, en ocasiones , se ahorraba de contarmelo, pues no era cuestión de destripar el caso en la portada, y ya os dije que la trama, a mi, casi siempre, me traía al pairo.
Aunque disfruté mucho con el trabajo, lo uno no quita lo otro.
!Cuanto me gustaría tener en mi poder estos cientoypico originales!
Pero pocos editores devolvian nada y Bruguera no era una excepción.
Gracias por rejuvenecerme 30 años.
Isidre Monés
Las primeras lecturas marcan, y de qué manera. Tú eres tus primeras lecturas, está claro. Y a veces no se escribe siguiendo lo que en nosotros dejaron aquellas primeras lecturas solo pro la idiotez culta de querer mejorar. No se mejora, sólo se niega.
Tu blog crece en emoción, y hay que seguirlo sin perderle el rastro.
Me emocionan profundamente tus palabras, ISIDRE, saber de ti, conocer esos pormenores domésticos de unos dibujos que para mí eran la promesa de una nueva y excitante aventura y están íntimamente ligados a los textos de los que eran antesala. Sin duda se trata de pequeñas obras de arte en toda la extensión de la palabra, y que no te fueran devueltas dice muy poco en favor de los editores en general y de Bruguera -a quien tanto le debemos los lectores de varias generaciones- en particular. De los ilustradores interiores del Club del Misterio tenía mis preferidos: me gustaban las de Edmond y sobre todo las de Carles Freixas, y menos las de Puerta Aparicio. Pero las portadas provocaban en aquel adolescente que yo era una considerable excitación.
Gracias a ti por aquel trabajo que tan ligado está en mi memoria a los placeres de la lectura.
PACO: Para mí que todos buscamos en cada nuevo libro que leemos la emoción que sentíamos con aquellos primeros, y cuando se logra (estoy en ello a veinte páginas del final de Madame Bovary) es como recuperar la juventud.
Primeras lecturas que fueron las mías. Todas, y ya es decir. Creo que esa inocencia de leerlo todo es lo único que echo de menos de mi infancia.
ALMA: ¡Ay, amiga! Yo creo que de la infancia lo hecho todo de menos. Estoy con Daniel Moyano en que "la infancia es la única y verdadera vida, todo lo demás es un puro exilio"...
Hola, tengo para vender 73 numeros del Club del Misterio (del numero 25 al 99 menos el 75 y 77). Precio muy economico. Si a alguien le interesa que me escriba a nikavintage@yahoo.es
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