La (digamos)
actualidad cultural, que tanto interés llegó a despertar en mí durante tanto
tiempo, cada vez ha ido preocupándome menos, conocedor de que, tratándose ya de
un mero sector económico, toda expresión artística o literaria está por ello
mismo envuelta en la mentira, el espectáculo, la superficialidad. A cambio,
cada vez me he ido volviendo más hacia el espacio, hacia el cielo: he dejado de
mirarme los pies y miro ahora a las estrellas, tal y como aseguró Stephen
Hawking que le convenía hacer a la humanidad. Acudo, antes que a ninguna otra
notica, a las de ciencia, y de entre ellas a las de astronomía: me fascina la
información que genera la exploración espacial: la búsqueda incesante de
exoplanetas que pudieran tener unas condiciones similares a las de la Tierra, a
través, por ejemplo, del telescopio espacial Kepler; el increíble viaje de la
sonda Voyager 1, lanzada en 1977, que en 2012 salió de los límites del sistema
solar y navega solitaria en el espacio sideral llevando en su interior un disco
de oro con imágenes de la vida y la cultura en la Tierra, mensajes de saludo en
cincuenta y cinco idiomas, diferentes sonidos, música, todo ello de acuerdo con
la selección llevada a cabo por un comité presidido por Carl Sagan; me fascinan
las distintas misiones a Marte, no tripuladas, de las que forman parte los astromóviles
que se han desplazado por la roja superficie marciana, dos de los cuales, el
Curiosity y el viejo Opportunity, siguen moviéndose ahora mismo allí; la misión
de la sonda espacial europea Rosetta y del módulo de aterrizaje Philae, anclado
en el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, en el que ha hallado ya moléculas
precursoras de la vida… Todo esto que debería ser la primera noticia todos los
días aparece en los medios de comunicación tradicionales de tarde en tarde, y
hay que seguirlo fundamentalmente en las ediciones digitales de los periódicos.
No es extraño,
pues, que me haya sentido arrebatado por la película Interstellar, arrebato que por cierto no se produjo cuando la vi en
pantalla grande hace meses: se ha producido este verano, en el salón de mi
casa, bajo circunstancias mucho más favorables. Tengo para mí que la película
de Christopher Nolan va ganando con cada visionado, al contrario que la práctica
totalidad de las películas que se hacen hoy. La primera vez quedé atrapado en
la historia de un padre y una hija de una edad parecida a la de mi propia hija,
en la importancia de cumplir las promesas que se les hacen, y atrapado también en
las potentísimas imágenes de los planetas que visitan Matthew McConaughey y
Anne Hathaway en busca de un nuevo hogar para la humanidad, y en la excitante tensión
que provoca la música de Han Zimmer (que tanto recuerda en algunos pasajes a la
que compuso para Origen...)
Y a lo mejor cuando vuelva tenemos la misma edad...
Mi segunda
experiencia, sin embargo, ha sido más intensa, al entender que desde un
principio la historia de Nolan plantea una situación límite a la que se
enfrentan los dos caracteres elementales, primigenios, en que se dividen los
seres humanos, según vengo proponiendo desde hace años a partir de mi
experiencia familiar: o nómadas o sedentarios. A los sedentarios les debe la
humanidad pasar de la recolección a la agricultura, de la caza a la ganadería, les
debe la creación de núcleos urbanos, la distribución de tareas, la estructura
social, la civilización, en suma; a los nómadas, que miraban el horizonte y se
preguntaban qué habría más allá, y que partían en su exploración, les debemos
la expansión de la especie.
El fundamento de
Interstellar podría explicarse así:
colonizado ya todo el planeta, el ser humano ha quedado retenido en la última
frontera, la que limita con el espacio, y justo cuando las condiciones de la
Tierra, en un futuro indeterminado pero aparentemente no demasiado alejado de
nuestro tiempo, se están volviendo inhabitables. El interés exclusivo de
quienes detentan la autoridad recae ahora en la agricultura: todos son
granjeros, incluso los ingenieros /pilotos como McConaughey, que asume su nuevo
estado a duras penas: el hombre, dice, es explorador, pionero, no cultivador, y
se lamenta de que la humanidad haya dejado de mirar hacia arriba preguntándose
qué lugar ocupará en las estrellas, para mirar hacia abajo, angustiada, pensando
en cuál será su lugar entre el polvo (que es otra manera de citar a Hawking).
Pero la vida en
la Tierra tiene los años contados, en la película. Cada ciclo agrícola se
pierde la cosecha de un nuevo tipo de cultivo, y todo parece abocado a la
producción única de maíz, cereal que también acabará por morir. Los últimos en
pasar hambre serán los primeros en asfixiarse, anuncia el personaje
interpretado por Michael Caine.
Escribió Arthur
C. Clark, autor de 2001: Una odisea del
espacio, que tal vez la bella Tierra no sea más que un lugar de descanso
entre el mar de sal del que procedemos y el mar de los astros. El propio
Stephen Hawking ha asegurado que la humanidad tendrá que colonizar otro planeta
en los próximos mil años o no sobrevivirá. Interstellar
parece una llamada de atención sobre el hecho de que hayamos abandonado el empeño
de alcanzar otros mundos: al comienzo de la película se comprueba que ha
prevalecido (aparentemente) el instinto de los sedentarios, y que las
sociedades se aferran a un planeta enfermo. De este lado, del lado de la
realidad, sabemos que desde julio de 2011, cuando despegó de Cabo Cañaveral el
último transbordador de la NASA, Estados Unidos no ha vuelto a enviar un ser
humano al espacio: carece de medios para ello, como nos contaba El País Semanal de 14 de agosto. Muy
atrás quedan los programas Mercury (qué gran película Elegidos para la gloria, de Philip Kaufman) y Apollo, que en poco
más de diez años, de 1958 a 1969, lograron desarrollar la tecnología que hizo
posible poner al hombre en la Luna. Desde 1972 ningún ser humano –que se sepa-
ha puesto un pie en otro astro, y la idea de empezar a colonizar Marte parece vaga:
hasta 2035 no está previsto enviar un vehículo tripulado a la órbita del Planeta Rojo.
Ahora un grupo
de científicos ha recomendado, desde las páginas de dos prestigiosas revistas
especializadas, que Interstellar (de
cuyo complejo y apasionante argumento tan solo he trazado un breve apunte) sea
utilizada como material didáctico en los colegios, sobre todo por su
representación de los agujeros negros y los agujeros de gusano, así como por la
transmisión de conceptos básicos de la Relatividad. No en vano participó en su
concepción una autoridad en astrofísica, órbitas gravitacionales y en la
curvatura espacio tiempo, el profesor Kip Thorne. De manera que el porcentaje
de ciencia en la ecuación ‘ciencia-ficción’ es, en Interstellar, mayor que en ninguna otra película del género.
Bien, creo que es fácil entender lo lejos que estoy de preocuparme por conocer con qué agencia literaria ha negociado la editorial de turno el último premio de novela, o la bisutería narrativa que colma la sección de novedades de las librerías, los olvidables estrenos cinematográficos de cada semana, hasta qué punto la pintura ha dejado de ser algo que merezca ser mirado, qué innovación gastronómica se le ha ocurrido al cocinero de turno (la cocina es alta cultura ahora)… A quién le importa. Tomo los versos de Dylan Thomas que con tan conmovedor entusiasmo recita Michael Caine en Interstellar para decir que no quiero entrar “dócilmente en esa noche quieta”: “Rabia, rabia contra la agonía de la luz”.
Bien, creo que es fácil entender lo lejos que estoy de preocuparme por conocer con qué agencia literaria ha negociado la editorial de turno el último premio de novela, o la bisutería narrativa que colma la sección de novedades de las librerías, los olvidables estrenos cinematográficos de cada semana, hasta qué punto la pintura ha dejado de ser algo que merezca ser mirado, qué innovación gastronómica se le ha ocurrido al cocinero de turno (la cocina es alta cultura ahora)… A quién le importa. Tomo los versos de Dylan Thomas que con tan conmovedor entusiasmo recita Michael Caine en Interstellar para decir que no quiero entrar “dócilmente en esa noche quieta”: “Rabia, rabia contra la agonía de la luz”.
9 comentarios:
Una película que me mantuvo en el asiento después de finalizada a pesar de haberme resistido a verla .. Estremece. ,,,y ese poema de Dylan Tomas que nos encoge el alma . Brillante tus palabras para explicar lo que nos transmite el film. Abrazos Juan. Sigamos mirando el cielo, tomando conciencia de lo pequeños que somos ante lo inconmensurable de aquello que aún ignoramos.
Dentro de mi luchan el nómada y el sedentario: el sedentario te lee mientras el nómada sueña con hacerte caso. Ojala la humanidad os escuche. Un abrazo
Tengo que vivir esa experiencia fílmica en el salón de mi casa, seguramente me pase como a ti, estimado amigo.
¡Qué placer es leerte y seguir el hilo conductor de tus reflexiones!
Se me viene a la cabeza aquella frase "..si lloras por no haber visto el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas"..de ahí la necesidad de seguir adelante por mucho que la realidad nos decepcione.
A veces se viaja fisicamente, las más de las veces soñamos con hacerlo.
Soñadores sociedad anónima
Un beso, Juan
P.d. Me encanta esa relación que tienes con tu niña.
Tus reseñas y reflexiones se han fundido en una progresión la mar de interesante; La película no la he visto pero ahora tengo ganas de verla; soy de los sedentarios aunque me esfuerzo por serlo en un porcentaje saludable, y sí, desde luego, arriba es donde quiero mirar.
Un abrazo.
Pues tendre que volver a verla....a mi el primer y unico pase me cabreò un tanto x cuanto una excelente idea es llevada a la hipertrofia sin fin...muy propio de las ambiciones del director....y si hubo pasajes que me parecieron interesantes el conjunto me parecio desigual
Pero amigo Juan....no seria la primera ni la ultima vez que a la luz de textos tan entusiastas e inspirados como el tuyo...me la ponga de nuevo en el sofa....a ver si me pasa como a ti....un abrazo
Desde muy joven, mi padre y mi abuelo me enseñaron a mirar al cielo nocturno y a comprender los astros. 20 años mas tarde, he fundado mi propia agrupacion astronomica en un pequeño pueblo mallorquin, y dando cursillos a los mas peques sobre astronomia y astrofisica basica.
Tus palabras me han recordado a la primera vez que vi Interstellar, me fascino y cautivo.
Se echa de menos este tipo de peliculas.
Creci con Carl Sagan, y sigo fascinandome mientras observo el cielo estrellado.
Un abrazo.
Gracias, SPITFIRE 1980, por tus palabras. Quedamos a la espera del eclipse de superluna este domingo...
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