Hay quien dice que la más precisa imagen del perdedor que
hay en las paredes del Loser no es un afiche sino una acusación y está colgada
en los aseos, sobre el lavabo. De más está decir que el encuentro se produce en
la más estricta intimidad: apenas se cierra la puerta, él o ella se quedan a
solas con esa especie de encarnación especular de su otro yo, esa otra
personalidad secreta para todos que de pronto se hace presente como una mala
conciencia o un bufón triste o un espía fingiendo indiferencia (o de pronto desbaratándola para mirar de frente). Lo que sucede
entonces, sobre todo si él -o ella- ha bebido un par de copas de más, no es difícil
de imaginar; al fin y al cabo también el barman ha tratado de encontrar más de
una vez alguna respuesta en sus propios ojos: te acercas a esa cara oculta de ti
mismo que es convocada por los espejos, ese ser que siendo tú es otro y no es
del todo creíble cuando parece moverse, oscurecido por el azogue, al tiempo que
tú lo haces, que te intriga con cierta identidad propia, cierta personalidad al margen de ti, a veces burlona y a
veces severa, y en no pocas ocasiones te sorprende con una mueca, una mirada un
poco perdida, un visaje extraño y a todas luces exagerado después de tanto
disimulo ahí afuera, en la barra (si es que realmente sigue habiendo una barra ahí afuera). A determinada edad es muy probable que quien
se mire así frente a frente y a solas se sienta como aquel personaje de la viñeta
del maestro Forges que hay a la derecha del espejo:
Los más jóvenes entre los habituales, sin embargo, se
sentirán más identificados con la cita que hay justo debajo, enmarcada de manera sencilla:
“Nace el pájaro de las indecisiones de las entrañas de los espejos y se alimenta de la reflexión y la refracción de la luz. Su vuelo es el inicio de toda cristalografía, y su canto, filosóficamente pertenece a la exaltación emblemática del yo. Esta ave suele volver de vez en cuando a su espejo de origen, en el que se sumerge y del que obtiene su alimento, amarillentas imágenes de adolescentes perdidos en la búsqueda de su identidad. Y ovan en los brazos de los narcisos y las ofelias que navegan en los ríos de siempre.
Rafael Pérez Estrada: Pájaro de las indecisiones.”
Imagen: "Mano con esfera reflejante", M. C. Escher, 1935
14 comentarios:
Vivimos de principios, somos menesterosos de principios, de orígenes, de amaneceres, de deslumbrantes comienzos. Somos primitivos con ordenador. Basta con ponerse horizontal en la cama para que todos los verticalismos de la vida se vengan abajo. Basta con tenderse boca arriba para que nada importe nada. Con qué rapidez puede uno empobrecerse y venir a menos. Que deprisa se desmoronan los cimientos al parecer sólidos de la propia existencia. Que larga marcha jalonada de caídas. Que época indolente y llena de dolorosos errores. Suspensos y encantados, esperando sin esperanzas y temiendo sin saber de qué tememos. No somos conscientes de lo que hacemos, y cada vez comprendemos menos. La verdad, nadie suele creerla. Ni siquiera sabemos para que nos sirve.
¿Todo esto tiene algo que ver con los espejos?No lo sé,mi querido amigo,pero es lo que he sentido al leerte.
Un muy,muy fuerte abrazo
De tarkovski a Gaspar Hauser,del callejón del gato a las ilusiones perdidas. ¿deseamos en realidad mirarnos? ¿mentimos al contar lo que el espejo nos dice? De este loser y su pasadizo siempre salgo con más preguntas que respuestas. Regocijo asegurado. Igual es debido a que el loser en si mismo es un espejo, y de vez en cuando curioseamos y entramos a mirar(nos) y miramos el particular parte meteorológico humano. Un abrazo.
No es fácil vernos en el espejo, el autoconocimiento se va gestando con los años, es un proceso lento que requiere de grandes dosis de aceptación, y el endurecimiento progresivo de la piel.
Me encantó tu entrada, amigo, la ternura de Forges y la poesía de Perez Estrada.
Un abrazo.
El Loser tiene duende—que diría Alberti—, pero dónde está su trébol… Ante la disyuntiva cogerlo o no cogerlo como sugiere el siempre ácido y sagaz, Forges (qué razón tiene Francisco, cojones). Amigo, Juan. Planteas en tu seca y contundente prosa el eterno dilema Borgiano. No sé por qué demonios me ha venido a la cabeza “el bar de Max”—lo mejor ha rodado—, el hipertaquillero R. Donner. Aquel barman taciturno y silencioso Jerry Maxwell (jugador de baloncesto sabe que una crónica lesión le impedirá volver a ser el efebo veinteañero). Bar, reducto portentoso, mágico y polisaturado de perdedores entre la mugre ardiente de una plancha de hamburguesas. Ése, que no está tan lejos de otro perdedor nato, Stacy Keach intentando convencer al juvenal Jeff Briges, que la gloria pasa por otro gran perdedor: su manager. Lo cierto es que el círculo vuelve a otro inolvidable bar del reflotador de esos inmaculados perdedores, el gran John Huston. Al final el trayecto nos ha dejado en “Fat city”. Estamos en septiembre, hermoso e inminente otoño; se va la luz. Bellísima, poesía de RPE. Rezuma el aroma del eterno Jorge Manrique. Un fuerte abrazo, mientras suena “September song” de Australian Blonde
Visita obligada a éstas horas cuando la noche se nos viene encima y poco importa si no somos capaces de reconocernos en ningún espejo, buscando la ilusión que se nos quedó perdida en aquel lugar al nunca volveremos.
Un beso y mi admiración sincera
P.D. ¡Pero qué nivel..!
¡Qué razón tienes! En lo que a mí repecta, me identifico con la viñeta de Forges… Dónde se quedó la ilusión: en algún baúl esperpéntico.
No me apena, somos muchos los que llevamos el espejo guardado en el bolsillo y cuando nos miramos, el reflejo que vemos, apenas lo reconocemos. C’est la vie
Saludos, Ann@
"Ilusión a secas", sí, pero de secas nada, con lágrimas tan gruesas como las de Forges.
Abrazo
Hace tiempo que no me reconozco en los espejos y menos aún si se encuentran en el lavabo de un bar. Tal vez no me interese ese tipo al que veo. Puede que lo sepa todo de él y que no espere que a estas alturas me sorprenda. Pero será mejor que mantenga la guardia. Hay cosas que nunca se ven venir.
Un gran regreso a nuestro consulado. Abrazos
Pocas cosas hay tan sinceras como los espejos.
Para Alejandra Pizarnik el espejo era elemento clave y muy recurrente en sus poemas, preciosos y duros poemas.
Qué sabio Forges...
Un beso.
Me abruma todo cuanto enriquecéis este espacio con vuestros comentarios, que leo con emoción y asombro, desde la sabia contundencia de MACHUCA a la sensibilidad de MYRA: caben Tarskovski y Valle, cabe esa maravillosa “Fat City”, espejo de perdedores, y mi paisano Jorge Manrique, cabe el certero análisis, el brillante juego de palabras, la confidencia, la noche, la amistad. Siempre agradecido, amigos. Un fuerte abrazo.
No recuerdo quién fue el que dijo que antes de devolvernos nuestro reflejo, quizá los espejos tendrían que reflexionar sobre ello.
Soy muy malo para las citas.
Siempre tengo la extraña sensación que en los espejos se ocultan pasados y se despereza el futuro.Que en sus reflejos descubro entre arrugas incipientes, que la vida es memoria y que el hoy es sólo una fugacidad. Es tan efímera la realidad en sus brillos. Tal vez sea el lugar donde se cobijan los sueños y nunca sabré si éstos se conjugan en presente.
Espero poder descubrirme alguna noche en los espejos del Loser y quitarme las dudas o los temores. Acaso inseguridades.
Me has hecho reflexionar y eso se consigue leyendo un texto excelente.
Un gran abrazo amigo.
Hace poco conocí en vivo la obra de Escher.
No me gusta verme en el espejo.
Me gustó mucho el poema el que compartiste.
Y sobre todo, es tan grato leerte.
Gracias.
G
guárdese el comment de Beatriz, que es de colección.
laberintos, espejos. Ya sabe cuanto representan en mi vida. Amé el epígrafe del post último.
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