Pensando estos
días en el cine tridimensional, o estereoscópico, o binocular, o en relieve,
que de todas estas maneras se le ha llamado alguna vez, y que, como ya quedó
dicho aquí, nunca alcanzó ni tanta perfección ni tanto sentido como en Gravity, recordé algo que este verano le
oí decir a una guía del museo de la catedral de Palencia al enseñarnos un
extraño cuadro que allí se conserva. Vaya por delante lo mucho que disfruto de
las visitas a este tipo de museos, los catedralicios y los diocesanos, sobre
todo si son de pequeñas capitales de provincia. Se trata de recorridos que sólo se
hacen en grupos reducidos y acompañados de un guía, y a las obras de arte que nos
van siendo mostradas y descritas se le añade la sobrecogedora solemnidad del
edificio, el silencio y cierta sensación de aislamiento del mundo: a medida que
se va avanzando, el guía abre una nueva puerta, enciende la luz y rescata del
letargo y la oscuridad un tesoro de tallas románicas, y de relieves labrados en
madera, y de enormes y finísimos tapices, y de cuadros de maestros de la pintura gótica o renacentista o barroca, y de grandes libros de cantos, o cantorales, anteriores a la imprenta, minuciosamente
escritos e ilustrados sobre pergamino por monjes amanuenses. Si la salida del museo
es diferente a la entrada -y muchas veces incluso aunque no sea así-, el guía
va apagando la luz en las estancias que dejamos atrás y cerrando la (com)puerta,
como si estuviéramos abriéndonos paso a través de un canal cerrado, de techos
muy altos y bóvedas de crucería, por el cual vamos
avanzando cuidadosamente y sin permitir que escape el tiempo detenido, el aire
y el silencio de siglos, el milagro del arte.
El museo de la
catedral de Palencia forma parte de la visita al propio templo. Se accede a él desde el claustro, y lo primero con lo que
uno se encuentra ya en el interior es un imponente lienzo de El Greco, El martirio de san Sebastián. Pero yo
empecé todo esto refiriéndome a las tres dimensiones. Creo que es en la última
sala del museo, la más amplia, donde hay expuesto un cuadro alargado, casi una caja de madera protegida por un cristal. Se trata
de un retrato anamórfico del Emperador Carlos V, atribuido a Lucas Cranach y
pintado, pues, en la primera mitad del siglo XVI. Nuestra guía era una religiosa joven,
menuda y alegre, con una dulce voz conventual y un acento levemente mejicano, que
se expresaba sobre arte con la soltura que da el estudio, nunca la mera memorización
de unas explicaciones. Al mostrarnos aquel extraño cuadro, en el que
yo no había reparado las otras veces que estuve en el museo, nos indicó que a los
visitantes más jóvenes les decía ante él que las tres dimensiones no se han
inventado ni recientemente ni para el cine. Y nos hizo saber que para verlo
bien teníamos que asomar un ojo por un orificio practicado en el lado izquierdo del marco.
El historiador del arte Jurgis Baltrušaitis (1903-1988) escribió un libro cuyo título en francés, al parecer,
es Les perspectives depravees, anamorphoses ou thaumaturgus, es decir, más o menos Las
perspectivas depravadas, anamorfosis
o magia. Digo al parecer porque no me consta que haya sido traducido ni
publicado en España, y he encontrado referencias en las que desaparece del
título la palabra 'taumaturgia' y otras en las que a ésta se le añade la palabra 'óptica': anamorfosis o prodigio óptico. Baltrušaitis define la anamorfosis como una
técnica pictórica que consiste en «proyectar las formas fuera de sí mismas en
lugar de reducirlas a sus propios límites visibles, y distorsionarlas de tal
manera que únicamente desde un determinado punto vuelvan a su normalidad». Es
decir, un artificio lúdico, un juego de engaños entre los
sentidos del observador y la perspectiva. Visto de frente, en efecto, el
retrato de Carlos V que se conserva en la catedral de Palencia se antoja una
abstracción, un capricho cromático donde vagamente se deduce una cara, algo así
como una caricatura estirada hasta lo grotesco. Pero apenas acerca uno el ojo
al pequeño agujero del marco se desvela la verdadera naturaleza del cuadro, y
en el interior de aquella caja apaisada aparece, como un holograma o una fantasmagoría,
el severo perfil del Emperador, perfectamente tridimensional pero intangible. Casi
me avergüenza confesar que intenté hacer una foto del prodigio apoyando el
objetivo en el agujero: la magia no puede ser captada por las cámaras. De modo
que me limité a fotografiar su apariencia exterior.
Siempre estuvo el ser humano necesitado de juego y de magia; siempre nos alentó esta apetencia de provocar la sorpresa y de ser sorprendidos.
Siempre estuvo el ser humano necesitado de juego y de magia; siempre nos alentó esta apetencia de provocar la sorpresa y de ser sorprendidos.
Retrato anamórfico de Carlos V. Lucas Cranach (?)
Catedral de Palencia (Foto JFH)
13 comentarios:
Provocado, sorprendido y admirado. Leo embobado tus artículos de la primera a la última palabra, transportado en alas de la escritura perfecta en el fondo y en la forma. Palabras dotadas de alma, de un hálito de ingravidez, de ligereza, sea cual sea el tema que toques. No sé, me produce cierto pudor por ti el que vuelva a repetirlo, pero maldito sea yo mismo si hay un átomo de adulación en mis palabras. Carezco de los recursos de la erudición para explicarlo de otra forma que no sea la de mi sensibilidad cautivada. Por eso no me importará repetirlo mil veces: Eres un escritor como la copa de un pino.
Un abrazo tan grande como tú, Juan
Gracias, Miguel. Te aseguro, y espero que lo sepas ya, que la admiración es recíproca. No sabes cuánto echo de menos un curso más actualizado de tu riográfica poesía. Me queda, eso sí, la posibilidad de bañarme dos y cuántas veces sean precisas en los versos ya leídos en tu espacio, que como el río de Heráclito nunca son los mismos versos. Un abrazo fuerte.
¡Qué maravillosa casualidad! ése cuadro del que hablas, esa rareza, tuve ocasión hace poco, de verle, y maravillarme por su originalidad en la exposición dedicada a la novela de Delibes "El hereje" "El viaje de los libros prohibidos" en la iglesia de las francesas aquí en Valladolid.
Un recorrido estupendo, un viaje literario, con tallas de Juan de Juni además de manuscritos y autos de fe, en esa España de Carlos V.
Al parecer el cuadro fue cedido por la iglesia de San Miguel y San Julián de aquí tambien.
Desconozco si está siendo cedido a más de un museo, al parecer sí, por lo que nos mencionas.
Un beso complice, Juan ( qué pequeño es nuestro mundo)
Nos hemos quedado gratamente sorprendidos con esta entrada, Juan. Parece como si las tres dimensiones fueran algo perteneciente al presente y afortunadamente no es así de ninguna manera. Ahora solo nos queda visitar el museo en alguna escapada. Saludos, Marcos & Lucía.
hermosa manera de ver el mundo a través de tus palabras.
siempre es un placer acercarse a tu lugar. Hoy desde esta distancia-
Abrazos
Un poco de verguenza me da, tener que admitir que he visitado hará seis años la catedral de Palencia y se me pasó por alto esta reliquia tridimensional que tu ahora nos descubres de modo emotivo y cargado de conocimientos. Estaré más atento la próxima vez...que ha de ser por cuanto esta entrada me lleva a desear ver ese prodigio enigmático.
Como lo cortes no quita lo valiente, creo que es lo propio decir en tu casa, y tras tu prodigioso texto, que Gravity ha supuesto para mi una notable decepción.
Supongo que eso enriquece aun más tu texto, la disparidad de opiniones es muy sana. No siempre hay que coincidir. En todo caso, decirte que yo la vi en versión convencional. Y que sus defectos no se los achaco a cuestiones científicas.
De todas formas, si la disfrutaste repite cuanto antes. No hay lugar a dudas de que es una película para ver en pantalla grande. Un abrazo.
La pintura ya es de por sí un juego de engaños pero esto lo supera todo. El Hombre desde siempre ejerciendo la creación para vencer su finitud. Eso nos define como artistas y consumidores de arte, unas veces embarcados en el 3D y otras regresando al pasado con los clásicos. Todo estaba ya inventado. Abrazos.
ABRIL: Tengo entendido que en Valladolid existen dos cuadros similares, uno de Carlos V y otro de la emperatriz Isabel, procedentes ambos del colegio de la Compañía de Jesús. Sin duda son éstos los que has visto, o uno de ellos. Por cierto, que hace 5 años hice con mi padre y mi pequeña, muy tempranito, la ruta de "El hereje": una gozada, porque además me quedaban sólo unas páginas para acabar el libro. Mi padre se pidió leerlo en cuanto yo lo acabara. Mi niña tardará algo más.
MARCOS CALLAU: Fue un comentario tuyo a mi texto sobre “Gravity” el que me trajo el recuerdo de esta visita al museo. En efecto, el 3D ya era muy viejo incluso cuando Hitchcock rodó "Crimen perfecto".
BEATRIZ. Muchas gracias, amiga. Qué mágico esto: tú, tan lejos, yo también, y sin embargo qué cerca los dos.
V: Yo he visitado la catedral muchas veces, como puedes imaginar, y he visto el cuadro este año por primera vez. Y de "Gravity", bueno, lamentaría haber colaborado en levantar demasiadas expectativas respecto a ella, eso suele conducir a la decepción. Ojalá pudieran verse ciertas películas sin saber nada de ellas.
JOSÉ LUIS MARTINEZ CLARES: Un juego de engaños que ha ocurrido siempre, en efecto, desde la noche de los tiempos: en Altamira hay bisontes pintados en salientes de la roca para darles la apariencia de relieve. Se dice que dentro de la cueva, el resplandor bailoteante de las antorchas jugaba con las sombras y daba a las pinturas la apariencia -muy primitiva, claro- de movimiento.
Juan, hermosa e imaginativa la perversidad de tus palabras, comparando “Gravity” con el silencio monacal… Me ha gustado.
Las deformidades del ojo humano y las delicias inventadas por genios, a veces desconocidos, toda una aventura. Me han hecho recordar “La casa de los espejos” donde nuestras imágenes se deformaban. ¿Qué es la vida sin un poco de magia?
Saludos, Anna
concedo que todo lleva marchamo de ya inventado:
a partir de lo cual, bastará gozar de técnicas pictóricas y fotográficas siempre bajo lo indiscutible de tus enseñanzas.
Todo un placer leerte.
mi abrazo
Prometo cuando vuelva a acercarme a Palencia, a revisitar los pantanos, Camporredondo, el Curavacas, Espingüete, Vidrieros, Aguilar de Campoo (que bonito sobre la villa, a media altura, la ermita románica y el castillo) prometo. pues, visitar la Catedral,la llaman la Bella Desconocida, o me equivoco de catedral?
Estas curiosidades pictóricas, como los trampantojos y otros barroquismos, me asombran y seducen.
Una cosa casi imposible de verificar, pero que existe, son la distorsión en las pinturas de los interiores de cúpulas y bóvedas, por ejemplo las grandes iglesias del Renacimiento o dela Contrarreforma jesuística, donde las figuras se pintaron superalargadas para que al verlas desde la planta, o sea en un rabioso escorzo, (contrapicado, diriamos ahora)opticamente aparezcan de forma "correcta"
Hermosa entrada Juan, nos asombras cada día.
Leo este nuevo artículo tuyo, Juan... Y me gusta tanto como escribes, compañero.
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