El 18 de julio de 2000 moría en la ciudad de Ginebra, a los 71 años, uno de los más grandes poetas españoles del siglo XX, José Ángel Valente. Gallego de nacimiento, Valente fijó su residencia en Almería en 1986, de ahí que en esta ciudad su muerte fuera tan sentida y su figura siga estando hoy tan presente. Recupero aquí dos artículos que publiqué en un diario local, el primero con motivo del fallecimiento y el segundo al cumplirse el primer aniversario. Más allá de mi admiración por su obra, conservo de él el recuerdo de dos encuentros especiales. Valente había accedido generosamente a presentarme en Almería mi novela, El veneno de la fatiga, en noviembre de 1999, pero llegado el día, debilitado ya entonces por la enfermedad y por los tratamientos médicos, no se sintió con fuerzas de intervenir en un acto que sin duda se prolongaría hasta horas que para él eran de obligado reposo. A manera de reparación (que no era necesaria, pero que yo le agradecí infinito), ese mismo día comimos juntos, nos conocimos, hablamos largamente de muchas cosas, y en la despedida me invitó a visitarle en su casa. Por un exceso de discreción (digámoslo sin tapujos: por pura cortedad), no me atreví a hacerlo nunca, y supongo que debí de comentárselo así a alguien de la editorial (ambos éramos entonces autores de Alianza) y que llegó a sus oídos, porque nuestro segundo encuentro, más breve, sucedió en los términos que más o menos describo al final del primer artículo.
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Foto: Uly Martín
“Sé cuál es mi destino / pero no lo conozco”
(La Voz de Almería, 19/07/2000)
Ha muerto el autor del libro cuya lenta lectura me acompaña cada noche desde noviembre. Ése es el primer y aturdido teletipo que mis sentimientos se enviaron a sí mismos apenas recibí la noticia de la muerte de José Ángel Valente. Luego recordé el poema que dedicó a Machado: "Tú te has ido / por el camino irrevocable / que te iba haciendo tu mirada", porque el mejor homenaje que se le puede tributar a un poeta es el de velar su memoria con la lectura solitaria o la repetición íntima de sus versos.
Es extraño el tacto que tienen hoy las palabras cuando el pensamiento trata de escoger entre todas ellas las más adecuadas; las palabras, esas perras negras, que dijo Cortázar, más negras este 18 de julio que nunca, más famélicas, más callejeras, más asustadizas y como desorientadas. "Siento la materialidad de la palabra. Siento que las palabras se hacen con las manos"; cualquier cosa que se diga o se recuerde de Valente habrá de girar en torno a la palabra, porque en ella palpita su voz aún. Pero no a la palabra como mero concepto gramatical, sino a la palabra poética, que es al mismo tiempo haz de luz y principal herramienta de que dispone quien decide convertirse por un instante, o toda la vida, en arqueólogo de su propia memoria.
Cuando muere un poeta, sus versos se hielan en los libros durante unos días, se quedan atónitos, como si no hubieran querido aceptar que estaban destinados a sobrevivir a quien los compuso, como si, a pesar de estar en las manos de tantos, no supieran a ciencia cierta si desaparecerán también ellos o no. De pronto, a pesar del dolor, las metáforas más orgullosas empiezan a moverse de nuevo, toman aire, se esponjan, llaman a las más próximas por su nombre, y es así como los poemas vuelven a ponerse en pie uno a uno, vuelven a significar mucho más que una despedida prolongada a lo largo de los años. Cada poema de José Ángel Valente que contiene la palabra muerte tiembla hoy, como si se sintiera observado. Mañana volverá a ser el de siempre, volverá a contener parte de la vida.
A Valente le debo la más exacta definición que nadie pudiera hacer de mi, y el hecho de que con ella me nombrara en nuestro segundo encuentro resume lo que de intuitivo, preciso y sintético tienen el alma y la creatividad de un poeta: cuando me acerqué a él en la última feria del libro para felicitarle por el reconocimiento de que le hacía objeto la ciudad de Almería, él me recordó llamándome "el novelista tímido"; y es así como yo lo recuerdo a él ahora, tendiéndome su sonrisa, su voz lenta y fatigada, su mano a la vez vigorosa y frágil, mano de poeta.
Un libro de poemas es infinito. Un primer tomo de unas obras completas es la infinitud al cuadrado. Por eso el suyo seguirá en mi mesita de noche el próximo 18 de julio. Por lo demás, el título de este texto está extraído de Poemas a Lázaro.
Casa de José Ángel Valente en el número 7 de la calle
que lleva su nombre, en Almería (Foto: JFH)
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Ausencia y presencia de Valente
(La Voz de Almería, 18/07/2001)
"Porque morir fue al cabo / el solo modo de vencer la muerte", este 18 de julio no nos trae el escalofrío de saber que José Ángel Valente fue al fin derrotado por sus transtornos de salud, sino la confirmación de que un año después sigue vivo en su exilio de eternidad. Basta con abrir cualquiera de sus libros para ser escogidos por esa virtud o taumaturgia de todo buen poeta consistente en hacer sentir a cada lector, mediante la exactitud y la hondura, que es él quien en realidad escribe los versos que va descendiendo con los ojos y ascendiendo con el conocimiento. Los poemas contenidos en sus páginas son así de naturaleza inagotable, pues siempre estará nuestra experiencia o lo mudable de los estados del ánimo para filtrar desde más allá de las palabras las razones para una nueva interpretación. "Escribir es como la segregación de las resinas; no es acto, sino lenta formación natural"; así explicó Valente también la creación literaria en un poema en prosa, así explicó que un escritor de raza rezume versos o frases casi sin que intervenga su voluntad, de la misma forma que no es voluntad del árbol la futura imputrescencia del ámbar.
A quienes le conocimos hacia el final de su vida nos queda de Valente una conjunción de fragilidad física y entereza intelectual, y sobre todo la determinación con que se deseaba vivo y elegante también de este lado. La enfermedad y la muerte resultan terribles cuando en su camino se encuentran a un ser humano dispuesto a combatirlas en cada esquina y en cada plaza de su cuerpo, pero uno aprende a valorar su propia vida en la manera en que otro se aferra a la suya. Sabíamos ya que la materia de que está hecho un poeta es el amor a la palabra, pero descubrimos igualmente que su patria es la autenticidad: por eso aún hoy su casa en su calle sigue siendo la más almeriense de todas las casas de Almería, por eso mismo, porque así lo quiso este gallego frente a los edificios de ladrillo visto o los tejados alpinos o la amenaza de derrumbe que van disfrazando poco a poco la identidad de esta ciudad.
Todos tenemos un año más y un poeta menos; la mayoría no somos mejores, los versos que se escriben tampoco. Leyendo algunos de Valente, el lector puede llegar a asumir que incluso los de amor están definiendo la relación que se establece entre el sentimiento que lee y el poema que se desgrana:
"Quién eres tú, quién soy,
dónde terminan, dime, las fronteras
y en qué extremo
de tu respiración o tu materia
no me respiro dentro de tu aliento."
(Del libro Mandorla, 1982)
Ése es el prodigio de la poesía: atraernos a su interior y mostrarnos tal como somos en la voz de otro; pero cómo estar seguros de que es la voz de otro, y cómo creer que el corazón de ese otro dejó de escribir hace doce meses, que el lápiz de ese otro dejó de latir hace cincuenta y dos semanas.
18 comentarios:
Hoy he llegado aquí para aprender, Juan y anoto a José Ángel Valente. Espero poder leerlo pronto. Te felicito por esos dos artículos, son espléndidos.
PD: Por cierto, ya he pedido "Los pasadizos". A ver si me llega pronto. Un abrazo.
MARCOS: Realmente espero que te gusten los relatos.
Valente es un poeta mayor, profundo. Leyendo su texto "Cómo pintar un dragón" aprendí a leer poesía. Allí dice: "Multiplicador de sentidos, el poema es superior a todos sus sentidos posibles". Y ésa es la clave. Por eso resulta tan inútil a veces tratar de desentrañar el significado de una metáfora. Un abrazo, amigo.
La poesía de José Ángel Valente constituye para mí la más profunda y caudalosa afluencia (influencia) que haya podido recibir en los últimos 30 años. De ahí que tus artículos de hoy y de entonces me hayan emocionado tanto, Juan.
Me permitirás esta pequeña intertextualidad (peligrosa palabra en los tiempos que corren),a modo de paráfrasis, para dedicártela a ti, novelista tímido de corazón generoso:
"Memoria de su voz y de su alma
tu juventud y tus palabras sean
y esa imagen de él nos sobreviva."
Juan: Valente es un referente para todos los que osamos jugar a poetas. Y tus dos artículos son de lo mejor que he leído sobre él. Un saludo
MIGUEL: Cuánto me agrada que hables de Valente en términos de afluencia –tan fluvial tú, tan Guadalquivir, como te escribió el joven Cobo al pie de unas metamorfosis de agua y luz que no he olvidado-. Si alguna veleidad poética he tenido, muy escasa y pobremente resuelta- fue leyéndole a él y a Gamoneda. Muchas gracias por esos versos tuyos en los que más que intertextualidad percibo una generosa prueba de tu aprecio. Un fuerte abrazo.
JOSÉ LUIS: No sé si pudiste ir a alguna de las conferencias que bajo el título común de “Desde la ciudad celeste” se celebraron entre abril y noviembre del pasado año, para conmemorar el décimo aniversario de su muerte. Fue un ciclo extraordinario, de lo mejor que se haya hecho sobre Valente, y espero como agua de mayo la edición del libro que recoge las intervenciones. Espero que los vaivenes de la política no nos lo trunquen. Un saludo, poeta.
Yo también llego a tu página hoy para aprender. No conocía a Valente. Preciosos relatos que hoy nos vuelves a poner para recordarnos que Valente, fué un poeta. Gracias.
Emotiva entrada. Pido disculpas por mi ignorancia, pero no conocía nada de este poeta y escritor, pero al que leeré en breve, gracias a tu tributo.
Abrazo grande desde Neuquén
MIDALA, HORACIO: Me dais la oportunidad, tan excitante para todo lector, de compartir con vosotros un poeta al que tanto admiro y que no conocéis, animaros a leerlo, elegir unos versos, los de un poema titulado “Ícaro”, por ejemplo:
“Sobre la horizontal del laberinto
trazaste el eje de la altura
y la profundidad.
Caer fue sólo
la ascensión a lo hondo.”
Un abrazo.
Fue mi primer poeta verdaderamente lingüístico. Quiero decir que al leer sus poemas uno se fijaba en las palabras, en la sonancia interior, en la elección, jugando a ser poeta desde la lectura, queriendo (ay) ponerse uno en la piel del poeta y hurgando el material sensible, el expuesto a la vista. Luego está el interior. En ése, en el privado, en el codificado, es en donde Valente eleva un vuelo sublime. Llevé Las palabras de la tribu en un abrigo durante un invierno entero. Lo sacaba al recoger a mi hija de la academia de baile, en las paradas del autobús en Córdoba, en la cola de la charcutería. Poesía como si fuese aire. Un saludo, amigo Juan.
EMILIO: Qué mayor prueba de admiración que llevar y traer en un bolsillo un libro amado. Yo lo hago mucho. De Valente aún me falta por leer muchos de sus ensayos, entre ellos el que citas y uno que casi tengo indealizado con antelación: "Elogio del calígrafo", una aproximación a obras de Chillida y Tápies del que sí he escuchado fragmentos. Un abrazo tribal, amigo
De tu mano lo conozco. Me toca leerlo. Gracias.
Abrazos.
G
Sé cuál es mi destino / pero no lo conozco”
Maravilloso
Excelente.Un gusto visitarte y leer tus interesantes escritos, que valen la pena leer.
Desconozco la obra de este autor. No se me escapa sin embargo la admiración hacia él que destilan tus palabras.
Los dos artículos, magníficos.
Hola, Juan. No conocía a éste poeta. Sé que ésta entrada está dedicada a él a través de tus dos artículos pero, si me lo permites, mis palabras quiero dedicarlas a tí. Te conozco, a través de éste medio, desde hace relativamente muy poco pero desde el primer día que te leí me atrapó tu manera de contar. Deduzco que eres un gran tímido cargado de ternura y eso es lo que más me gusta cuanto te leo, la ternura que transmiten tus letras. Ternura y humilda.
Un placer leerte.
Un beso
Muchas gracias, MYRA. Un beso.
Valente y Gil de Biedma fueron los que iluminaron mi difícil adolescencia.Yo escribía por aquel entonces poemas y descubrí que escribirlos era fácil.Descubrí lo difícil que era ser poeta.La poesía no es un adorno del lenguaje,sino el fundamento mismo del existir humano.La poesía no es el modo más sublime del habla cotidiana,sino al contrario:el habla cotidiano es un poema olvidado,agotado por el desgaste.En Valente,en de Biedma,un viento fresco y reformador me reconcilió con la poesía.Después de siglos de poesía,vivimos aún de las ideas poéticas de los primeros hombres.Una cosa me preocupa en la poesía y es la música.Lo que yo no veo es que esto alarme a los poetas,a los críticos,a los memoriones.Pero ese levantar el vuelo de la poesía y no volver en tres siglos es como si las cigüeñas,las golondrinas,el halcón de Calisto,no volvieran entre siglos.España queda parada sin alas en el cielo,sin frutos en el suelo.Juan Ramón Jiménez y Valle salvan,sobrevuelan y llueven en siglo el Secarral de España.También Machado.Pero el 27 es el culto de la imagen,la devoción de Góngora,el abandono de la música (gran José Hierro),del salón en el ángulo oscuro,veíase el arpa."Entre ser poeta o simplemente vivir,hay una bella posibilidad,que es vivir poéticamente".Joan Vinyoli.También la levedad de la poesía es un humo azul o blando que el poeta ha fumado en vida."La poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre."Luis Cardoza y Aragón.Valente,de Biedma; poesía que amplía nuestra mirada hasta más allá de lo visible.El poema no es lo que está escrito,sino lo que sucede entre lo que está escrito y el lector.Poesía es el difícil descubrimiento de las pequeñas cosas que llevamos en los bolsillos.
Excelente y conmoverdor artículo o,artículos,mi querido amigo.
Un fuerte abrazo.
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