lunes, 27 de agosto de 2012

Cámara en mano


Un nuevo mes de agosto acaba, y con él todo lo que trae cada año: el Viaje (Castilla del corazón y Asturias del alma, escenarios de una infancia cada vez más y más lejana), la Familia, la Tregua… Se insinúa ya la rutina que en un abrir y cerrar de ojos devorará nuestro tiempo como si estos días pasados hubieran sido un sueño. Lo confieso: no he escrito una sola línea en todo el mes, pero he leído una buena parte de las muchas que contiene La montaña mágica, esa enorme novela en la que el paso del tiempo, precisamente, juega un papel fundamental; no he escrito, es cierto, pero he fotografiado: sintiéndome un poco aquel Robert Kinkaid, de National Geographic, que apareció un buen día de 1965 por el condado de Madison, en Iowa, para fotografiar unos puentes de madera -uno de mis personajes cinematográficos favoritos-, he paseado con una cámara en la mano, atento a esa imagen singular que pareciese surgir de pronto sólo para mí.

Así, dialogué con esta cigüeña durante diez minutos, aunque más allá de las palabras, únicamente con la mirada: la suya en la mía, la mía en la suya…


Juan Fernández Herrezuelo

... Y sorprendí al llamado Campesino ibérico como oteando hacia el principal símbolo monumental de la ciudad de Palencia, el Cristo del Otero…


Juan Fernández Herrezuelo


... Y traté de captar el zureo que sonaba en el vientre de este palomar solitario…


Juan Fernández Herrezuelo


... Y el eco afantasmado del que un día contuvo este otro palomar ahora en ruinas…


Juan Fernández Herrezuelo


... Y cedí la cámara a otras manos para incorporarme como figura a este grafiti que nos asaltó por sorpresa  en la ribera del río, tan cerca de la torre almenada de San Miguel…




... Y ya en Asturias, tomé esa curva del camino…


Juan Fernández Herrezuelo

... Y me vi reflejado en esa gota de lluvia que temblaba, casi una lágrima, en el aterciopelado borde de un pétalo…


Juan Fernández Herrezuelo


Fotos: JFH

miércoles, 1 de agosto de 2012

Antonio Muñoz Molina en Estación Suipacha, 1988

Ésta es, verdaderamente, una ocasión muy especial, quizá la más especial que ha vivido el Loser desde que el local reabrió sus puertas aquí, en la red, y no ya en una novela titulada El veneno de la fatiga: el programa de radio Estación Suipacha sale de entre las brumas del tiempo, al menos un pequeño fragmento de él.

De todos los programas que llegamos a hacer a lo largo de más de medio año de emisión en aquel 1988 (calculamos que unos veinticuatro), éste que recupero aquí y ahora es el más emblemático. Recuerdo el largo proceso de grabación y montaje como si hubiera sucedido ayer mismo. Un mes antes, dos chavales de alrededor de 21 años, Francisco Ortiz y quien esto escribe, se habían encontrado por primera vez con un joven escritor de 32, Antonio Muñoz Molina, que con su segunda novela, El invierno en Lisboa, acababa de provocar un terremoto literario. De aquella conversación, desarrollada a medias entre nuestra admiración por la novela y la espontaneidad de Muñoz Molina en su trato con nosotros, surgió un programa de radio y algo más. Su duración, como la de todos los programas de Estación Suipacha, fue de cincuenta minutos. Aquí recuperamos los diez primeros.

La magia de la radio y la magia del blog (que también la tiene) se unen. Ahora se apagan las luces del Loser, se hace el silencio entre la concurrencia, suena el pitido de un tren, una melodía de cabecera, suenan nuestras voces de hace veinticuatro años, y el ocasional crepitar en los surcos de vinilo, y entre fragmento y fragmento de alguna sinuosa pieza de jazz suena de repente un alboroto de tazas y cucharillas y conversaciones al fondo, los ruidos de aquella cafetería donde la entrevista tuvo lugar hace ya tanto...


Y abro aquí un pasadizo hacia el reencuentro entre Muñoz Molina y Francisco Ortiz, de nuevo entrevistado y entrevistador, en perfecta complicidad veintidós años después (diciembre de 2010): en el veterano blog del segundo, Novela negra y cine negro. Un bello "hablábamos ayer", esta vez sobre su novela Beltenebros.
 ...No podía dejar el Loser en mejores manos, en mejores voces, en mejores letras, durante este mes de agosto...

Antonio Muñoz Molina y quien esto escribe durante la presentación en Madrid
de El veneno de la fatiga, en 1999 (foto: Alianza Editorial)