lunes, 29 de mayo de 2017

Carpentier a tiempo

El último libro que me recomendó un gran amigo me ha devuelto al territorio de la literatura latinoamericana, en el que casi tuve fijada mi residencia entre los veinte y los treinta años. “Acabo de releer Guerra del tiempo, de Carpentier. Qué relatos!!!”, me escribió este amigo, y añadió: “Juan, hubo un día en que se escribía”. “Hubo un día en que se escribía, se pintaba, se componía, se hacía cine…”, le contesté yo. “Oui. Incluso se pensaba”, respondió.

En su momento, como digo, devoré las obras de muchos de aquellos irrepetibles escritores  argentinos, peruanos, cubanos, colombianos, uruguayos, mejicanos, todos reunidos bajo una misma identidad latinoamericana y en el marco de un boom literario donde tenían cabida los recién llegados en los sesenta y los que venían escribiendo desde décadas atrás. Yo vivía a caballo entre sus novelas y cuentos y las obras de los autores norteamericanos de la primera mitad del XX, de los que me iba nutriendo igualmente, todo ello sin dejar de atender también lo que hacían los nuevos narradores españoles. ¡Años fecundos en lecturas, sin duda!

Leí infatigablemente, pues, a Cortázar, claro, Julio tan querido; a García Márquez, que con sus Cien años de soledad me abrió el camino a todos los demás; a Onetti, de lenta y exacta palabra, a Rulfo, lacónico genial, a Sabato, a Borges, a Vargas Llosa, a Fuentes, a Benedetti, y más tarde a Daniel Moyano, el de menos fortuna y más sensibilidad, pues no en vano su formación era musical, a Bryce Echenique, de exagerada vida y excelente prosa (solo he conocido personalmente a Moyano, ya fallecido, y a Bryce), algo de Bolaño, cuando lo leyeron todos, con una breve pero fructífera visita a Bioy Casares hace tres años apenas. Me faltaron algunos autores, y entre ellos nada menos que Alejo Carpentier.

La vida –sobre todo si es exagerada - te reserva encuentros tardíos que llegan cargados de nostalgias de lo que no fue entonces pero puede ser ahora. Me hice con Guerra del tiempo cuando ya no había posibilidad de decirle a mi amigo cuánto logró impresionarme el primero de los relatos: Viaje a la semilla. Y aún así se lo dije, de alguna manera –esto mismo que escribo es otra forma de volver a decírselo-, y naturalmente mi valoración se quedó corta y a la vez pareció, también, exagerada: como la vida misma.

¿Puede haber en literatura algo más atrevido que hacer avanzar una historia… hacia atrás? Carpentier logra una obra maestra que crece a cada párrafo en exitoso atrevimiento, y el lector se pregunta, asombrado, hasta dónde podrá llevar su propósito: Un viejo caserón que está siendo demolido empieza a reconstruirse por sí solo, las tejas que habían ya caído ahora se ven “levantadas por el esfuerzo de las flores”, los cirios colocados alrededor de un cadáver velado en su lecho “crecieron lentamente, perdiendo sudores”, la casa se vacía de visitantes, el muerto no se siente bien, transcurren meses de luto por su esposa, quien, al final de la página siguiente, muestra un creciente rubor de recién casada, “cada noche se abrían un poco más las hojas de los biombos”, y después ambos acuden a la iglesia a recobrar su libertad, y los anillos son llevados al “orfebre para ser desgrabados”, y más adelante –más atrás- se celebra un “sarao” para celebrar una minoría de edad, y hay exámenes, y Reyes Magos, y los muebles se hacen cada vez más grandes, y se vuelve a los soldados de plomo… ¿Hasta dónde puede llevar su juego genial Carpentier? ¿Hasta dónde puede burlar el tiempo?

De esto último el escritor cubano da buena muestra en los otros dos relatos, Semejante a la noche y El Camino de Santiago, y, más allá de este libro, en el que he leído después, Concierto barroco, donde es perfectamente posible –real maravilloso, lo llamó el propio Alejo Carpentier- que después de una enloquecida fiesta de carnaval veneciano en la que participan Antonio Vivaldi, Doménico Scarlatti y Jorge Federico Haendel, el sirviente de un indiano que ha participado con ellos de la farra y de la música se quede en Europa y asista a un concierto de Louis Armstrong: antes, despide a su amo en los andenes de la estación, mientras el tren se desliza ya: «-“¡Adiós!” – “¿Hasta cuándo?” – “¿Hasta mañana?” –“O hasta ayer…” –dijo el negro…».

Abierto a cualquier nueva recomendación, avanzo ya, devoto de este autor, por las páginas de La consagración de la primavera. Qué pequeño, que desmañado, qué fácil parece cualquier otro libro de ficción que uno se eche a los ojos al lado de las obras de estos titanes de la palabra, de la imaginación, de la arquitectura narrativa. Qué apuro el dar a estas alturas unos cuentos a la imprenta…

9 comentarios:

José Luis Martínez Clares dijo...

Uno se siente dueño de cualquier genialidad literaria y, de repente, se descubre pequeño y hereditario de alguno de los grandes. Es un tópico decir que todo está inventado. O quizás no, en Literatura al menos. Un abrazo.

El Doctor dijo...

Vuelves a tocar un tema muy próximo a mí, mi querido Juan: Carpentier y sus maravillosas obras. Te preguntas: “¿Puede haber en literatura algo más atrevido que hacer avanzar una historia… hacia atrás? “. Carpentier lo borda en Viaje a la semilla, pero a un nivel particular. El gran escritor norteamericano de fantasía y ciencia ficción Fritz Leiber lo lleva a extremos históricos en su relato “¡Coge ese Zepelín!”, premiado con el Hugo en 1976. Creo que es la única manera de ver las cosas con más sentido común, es decir, rebobinando la Historia hacia atrás. En esta historia vemos, por poner varios ejemplos, que los judíos son extraídos de los campos de concentración nazi y son devueltos a sus casas… los negros vuelven a introducirse en los barcos de esclavos y son devueltos a su tierra, etc. Martin Amis tiene una estupenda novela titulada “La flecha del tiempo”, donde vuelve a insistir que lo mejor es rebobinar hacia atrás y empezar como dios manda. Amis también tiene un relato del mismo tema titulado “La enfermedad del tiempo”. Y ya ni te cuento de El curioso caso de Banamin Button, de nuestro admirado Fitzgerald, e inspirado en Mark Twain, quien comentó que era una pena que la mejor parte de la vida se diera al principio y la peor parte al final.

Por otra parte, me encantan las historias de viajes en el tiempo. El gran Isaac Asimov fue durante toda su vida escéptico ante la posibilidad de que pudiese existir el viaje en el tiempo, aunque escribió ficciones sobre este tema: “Las historias de viajes en el tiempo son demasiado divertidas para ser eliminadas simplemente por consideraciones mundanas sobre impracticabilidad o incluso imposibilidad”. Me gustaría recomendarte la novela “Ahora y siempre”, de Jack Finney, sí, también el autor de “La invasión de los ladrones de cuerpos”. “Ahora y siempre” es para mí la mejor novela sobre viajes a través del tiempo jamás escrita, además de bella y poética. Yo la he leído un montón de veces. Y para ir terminando; cuando no puedo dormir, me gusta jugar imaginando que viajo a diversas épocas y me imagino qué haría y qué me traería de allí. Me divierto creando paradojas temporales. Luego me duermo y sueño que he viajado a otras épocas. También me gusta imaginar que tengo una máquina del tiempo como la que imaginó Wells en su magnífica novela, pero no la utilizo para ver de primera manos grandes acontecimientos o desentrañar misterios, qué va, imagino que viajo a aquellos dulces veranos de mi infancia y me dirijo a la heladería para pedir un cucurucho de vainilla y saborearlo de nuevo o, simplemente, repito una y otra vez aquel maravilloso día en aquel parque de atracciones… aquel primer beso bajo el pinar…

Dice Stephen Hawking: “La mejor prueba de que el viaje en el tiempo será siempre imposible la tenemos en que no hemos sufrido la invasión de una horda de turistas del futuro”.

Hoy estoy en Barcelona y la ciudad está totalmente invadida por turistas que lo fotografían todo, incluso un chicle aplastado en el suelo. ¿Serán, acaso, viajeros de un futuro obnubilados por un mundo que todavía les resulta fascinante de tan lejano de su tiempo?

Un fuerte abrazo, amigo mío.

Juan Herrezuelo dijo...

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ CLARES: Muy pequeños, te lo aseguro sin un ápice de falsa modestia, al contrarios, desde la más absoluta admiración. La consagración de la primavera es una novela enorme, de una ambición narrativa que ya no parece existir en literatura, no hasta ese extremo, al menos. Un abrazo.

Juan Herrezuelo dijo...

MELMOTH. Impagables tus referencias literarias. El tiempo. Claro que pensé en el Benjamin Button de papá Fizgerald, y esa de Fitz Leiber me la apunto como hace años me apunté, para mi regocijo, la de El desierto de los tártaros, recomendación que nunca te agradeceré bastante. Dicen que tal vez lo que tantos han llamado desde hace décadas naves extraterrestres, OVNIs, sean visitantes del futuro, que serán mucho más discretos que las hordas de turistas de hoy: al fin y al cabo abrían que no deben dejarse ver ni actuar con nosotros, los hombres del presente. Ese juego del tiempo de Carpentier, sin embargo, tiene más que ver con el de Cortázar en El perseguidor, el esto lo estoy tocando mañana, el tiempo en el metro...
Ay, la literatura...
Un abrazo
(Recuerdo un maravilloso texto tuyo sobre los parques de atracciones, y quién no querría volver a sentir en los labios el sabor de un primer beso de la mujer a la que ya se amaba de antes y a la que no se ha dejado de amar desde entonces...)

Setefilla Almenara J. dijo...

E Isabel Allende, Mi país inventado y La Suma de los días, qué libros, o Francisco Massiani, Un regalo para Julia, y otros relatos también estupendos, ambos escritores me gustan mucho por su frescura. El boom latinoamericano, cuánto gusto por contar, y tantos autores buenos.
Juan, tú tienes un estilo narrativo cercano a la prosa poética, así imagino que has abordado tus Flores suicidas, ya veré si estoy en lo cierto.
Un abrazo.

ethan dijo...

Gracias por la recomendación, me haré con "Guerra del tiempo". Comprendo el vértigo que te entra al mandar tu obra después de leer a autores de tanta calidad literaria. No lo tengas, amigo; tus escritos, los que aquí nos regalas son excelentes, imagino cómo serán tus cuentos...
Abrazos.

Juan Herrezuelo dijo...

SETEFILLA: Es ese gusto por contar y la prosa exuberante, riquísima, o tan precisa como la de Rulfo o Bioy, lo que engancha absolutamente de estos autores.Me gustó mucho la novela con la que Alan Pauls ganó el Herralde, El pasado. Y sí, me reconozco en esa calificación de prosa poética, no te equivocas. Un abrazo.

Juan Herrezuelo dijo...

ETHAN: Si te haces con la última edición de Guerra del tiempo, editada por Alianza, verás que han añadido delante otros cuentos cuya lectura es menos gratificante, por lo complejo de su estilo (o yo no estaba en mi mejor momento al leerlos). Si empiezas por Viaje a la semilla quedarás atrapado. Por lo demás, sé bien la distancia enorme, insalvable, que me separa de estos titanes de la literatura, y solo deseo estar a la altura de lo que espero de mí, pero, ¿quién cree estarlo? Tu eres escritor, un excelente escritor, así que conoces estas dudas previas a la publicación, que deben ser parecidas a las de una compañía de teatro la noche antes del estreno... Gracias y un abrazo fuerte, Fernando.

nhuthuy dijo...

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