martes, 18 de marzo de 2014

Charlot

A Dog's Life, 1918

Pobre galería de perdedores cinematográficos sería ésta que adorna las paredes del Loser si entre ellos no ocupara un lugar de honor ese personaje ya centenario llamado Charlot, el primer y más duradero mito del cine, icono por excelencia de un arte que él contribuyó a dar forma. Son tan variadas las circunstancias en que nos lo encontramos a lo largo de los años y las películas que podríamos hablar, más que de personaje, de un carácter asociado a una indumentaria, aquel famoso disfraz improvisado por Charles Chaplin un día de enero de 1914: unos pantalones viejos y demasiados anchos contrastando con la estrechez del chaqué, muy usado también, chaleco, corbata, camisa de manga corta y cuello postizo, un bigotito que es casi la sombra de la nariz sobre el labio superior, un bombín algo pequeño, unos enormes zapatones destrozados de tanto recorrer los polvorientos caminos y un flexible bastón de bambú con el que apoyar cierto aire de caballero empobrecido, de poeta sin suerte. Hay en él, en efecto, un atildamiento marchito, una menesterosa respetabilidad, pero también unos extraños andares de pies completamente abiertos; hay ingenuidad y picardía, integridad y burla, valor y cobardía, la asombrosa agilidad de un saltimbanqui y la torpeza de quien está siempre entre la ensoñación, la desgana y la farsa, un hombre pequeño que evita las peleas siempre que puede, pero que conoce esas marrullerías propias de la calle, la patada en el trasero, el ladrillazo, la herradura en el guante de boxeo; un desventurado solitario que sobrevive en los márgenes de la sociedad pero que no ha perdido esa inclinación natural a enamorarse de todas las jóvenes atractivas que se cruzan en su vida, tímido galanteador que ha de vérselas demasiadas veces con la humillación a que es sometido por su condición de pobre.

The Inmigrant, 1917

Pero también podríamos aceptar que, en efecto, es un solo personaje, y que su historia puede ser reconstruida ordenando de otra manera lo que Charles Chaplin nos fue contando de él a lo largo de los años; imaginar que hay una cronología trastocada en sus películas. Charlot –ese Tramp original, ese vagabundo-, entró en la historia del cine como un falso espontáneo empeñado en ponerse ante el objetivo de un camarógrafo en una carrera de coches infantiles (Kid Auto Races at Venice, 1914), y salió caminando hacia un horizonte desconocido en compañía de Paulette Goddard en la escena final de Tiempos modernos, de 1936. En esos veintidós años de vagabundeo y silencio, a Charlot le ocurrieron infinidad de cosas, y no tenemos por qué aceptar que nos fueron relatadas cronológicamente: así por ejemplo sabemos que el personaje llegó a los Estados Unidos como inmigrante, y que la puerta de entrada a esa tierra de promisión y libertad fue Nueva York, sin duda la Isla de Ellis. En los siguientes años alternó pequeños trabajos, en los que generalmente el patrón de turno tendía a oprimirlo, con periodos de desempleo, en los cuales trataba de que su miseria pareciese lo más decorosa posible. Aspirante a actor con poca fortuna, bailarín alegre, camarero, tramoyista, boxeador, empleado de la limpieza en un banco, dependiente en una tienda de empeños. Vivió en casas muy humildes -ocasionalmente pudimos verle llegando ebrio a alguna vivienda de más fuste, eso sí-, conoció el hambre y la cárcel, aunque sin duda sus delitos fueron siempre menores y en relación con la comida; recelaba de la policía, y perseguido por un agente entró en un circo que estaba en plena función: acabó trabajando brevemente bajo la carpa y se enamoró de la hija del director. Viajó a Alaska para buscar oro y allí estuvo a punto de ser devorado por su compañero de cabaña tras pasar días y días sin comer otra cosa que una de sus botas. Las películas de Charles Chaplin tienen sus propias fechas, claro, lo que trato de hacer aquí es reconstruir una posible biografía de su criatura de ficción: tal vez fue después y no antes cuando encontró un bebé en un callejón, lo crió durante cinco o seis años, le enseñó algunas truhanerías y al fin hubo de aceptar que regresara con la madre que le abandonó al nacer. Difícil saber también cuándo exactamente conoció a aquella florista ciega a la que, a cambio de pasar una temporada a la sombra, consiguió darle el dinero suficiente para pagarse la operación que le devolvió la vista. Fue el mejor amigo de un perro callejero, durmió al raso muchas noches, fumaba restos de cigarrillos y puros que encontraba, comía poco pero con excelentes modales, amó sin descanso, fue violinista ambulante, recluta en la I Guerra Mundial, héroe en sueños, engranaje de una fábrica, sospechoso de ser un líder comunista.

The Kid, 1921

He leído que los escritores de la Generación del 98 sintieron «veneración» por Chaplin y Buster Keaton. Don Pío Baroja escribió que hasta Charlot, «un clown genial», llegaba el recuerdo lejano de los bufones de Shakespeare y Dickens. La del 27 estuvo muy dividida entre los partidarios de Charlie Chaplin y los de Keaton. Cuenta Roman Gubern que García Lorca escribió un poema sobre Charlot que nunca se atrevió a publicar por temor al rechazo de Buñuel y Dalí, que despreciaban al cómico inglés por sentimental. En los años setenta –tampoco hace tanto, caray- la televisión aprovechaba los desajustes de programación para poner un espacio llamado Cine cómico, compuesto por cortometrajes de Charlot. Yo crecí, pues, con las aventuras de aquel maestro absoluto de la pantomima. Por entonces, todas las listas de las mejores películas de la historia todavía incluían La quimera del oro, de 1925, entre las tres primeras. Quienes ya desde niños teníamos más inclinación por la artes y las letras que por los deportes sentimos que abandonamos realmente la infancia cuando pasamos de decir Charlot a decir Chaplin, como una especie de puesta de largo en la cinefilia. Admirábamos ya al cineasta, no al payaso. Hoy en Chaplin veo sobre todo al cómico genial comprometido con los débiles y rebelado contra los poderosos, los moralistas, los conservadores,  los opresores: y es que no ha vuelto a hacerse un cine más social que el protagonizado por aquel perdedor llamado Charlot.

The Gold Rush, 1925

P.D. ¿Dónde está Chaplin, la película de 1992 dirigida por Richard Attenborough y protagonizada con gran brillantez por Robert Downey Jr.?

26 comentarios:

José Luis Martínez Clares dijo...

Mis alumnos conocen perfectamente al personaje porque aprovecho cualquier ocasión para colocarles un corto en la pizarra TIC 2.0 o como diablos se llame. Ese es el bagaje que se llevarán, porque en todo lo demás confío poco. Pero no es mal bagaje, porque observo que es el tuyo, el mío y el de tantos otros. Chaplin fue un genio y, sí (tenía razón el abrupto Buñuel), un genio sentimental. Por eso me gusta. Abrazos

El Doctor dijo...

Nunca fui muy fan de las películas de Charlot y creo que la culpa la tiene Keaton, mucho más moderno, más corrosivo, más irónico, mejore director y mejor actor, pero a Chaplin, de todas maneras, le tengo respeto y mucho. Y es fácil posesionarse al lado de los surrealistas que admiraban mucho más a Keaton y al olvidado y genial Ben Turpin, el gran bizco surrealista. Yo siempre he mantenido que el surrealismo no nació en París, sino en el cine cómico mudo. García Lorca escribió un magnífico cuento titulado El viaje de Buster Keaton. Puedo entender ese repudio a Chaplin que sentían estos gamberros que querían traer aquí el mundo de los sueños, porque Chaplin era más lacrimoso, más de la moralina de las masas con los buenos sentimientos y todo eso. Por otro lado, Keaton nunca tuvo el éxito de éste y también es fácil de entender, porque Keaton llevaba la delantera de toda su época. Buster Keaton era el actor cómico que se enfrentaba a un mundo hostil sin mostrar la menor emoción, y superaba las dificultades físicas con una serie de acrobacias deslumbrantes, pero fríamente calculadas. Tenía un asombroso sentido de lo visual, un gran dominio del ritmo y de la comicidad. Su negativa (o incapacidad) para reflejar emociones, nacía quizá de la creencia en que el triunfo y la tragedia se suceden inevitablemente, y que ni una cosa ni la otra merecen la más mínima excitación. El gran Buster es modernismo, actual. Hoy nos encontramos viviendo, junto a él, situaciones, acontecimientos que nos llena de estupor que nos paraliza, nos petrifica, nos fija, nos inmoviliza, incapaces ya de reaccionar, tal como era él.

Joder,cuántas cosas,amigo Juan. En Candilejas Chaplin en la mesa de montaje vio que su amigo Buster se lo comía vivo pero sin quererlo,claro.Y nuestro amigo Charlot cortó imágenes.

La películas de Attenboroungh es,a mi juicio,fallida,eso sí, la intrerpretación de Downey Jr. es fenomenal,solo por eso vale la pena verla más de una vez.

Y ahora me voy pero no antes sin darte un fuerte abrazo.

Juan Herrezuelo dijo...

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ CLARÉS: Ah, las pizarras TIC, algo bueno tenian que traernos. Aunque yo también me imagino un Charlot de tiza cobrando vida y huyendo del borrador, tropezando con una división, saltando del cajetín del sujeto al cajetín del predicado. Un abrazo.

Juan Herrezuelo dijo...

FRANCISCO MACHUCA: Uno es de Chaplin o de Keaton como es de los Beatles o de los Rolling. Yo admiro mucho a Buster, claro, y no es muy edificante la anécdota de Candilejas, que conocía, o el hecho de que Chaplin no mencione a ninguno de sus colegas del mudo en sus memorias. A Breton le gustaba Cara de Palo, a Kafka, según Cabrera Infante, Charlot. Yo prefiero esos cortos suyos en los que sale su versión más gamberra, como el que acabo de ver, Charlot prestamista, The Pawnshop. Me he reído como un niño. Abrazos.

abril en paris dijo...

Estupendo repaso de la biografía cinematográfico de un genio, sentimental,vale, conmovedor, pero genio. No hace mucho me reí tanto con Un rey en Nueva York (1957) que ya no recordaba cómo era eso de que se te saltaran las lágrimas y ahí, Shahdov, rey de escocia (Chaplin), se ha quitado su bigotillo y el baston para darle más empaque al personaje, que sin cortarse un pelo arremete contra los EE.UU. y el macartismo con su famosa caza de brujas.
Bien dices que siempre hizo cine social y me reconozco totalmente entre sus admiradores "lagrima fácil", al igual que soy de Beatles más que de Rollings.

Creó un personaje que devoró al propio Chaplin,superando las expectativas por la fama que le acompaña (marca de la casa), sin excluir a Keaton o al gordo y al flaco, ese cine cómico que nos hacía (nos hace, en presente) tan felices, hay que recuperarlo.

Un beso

Myra dijo...

Qué bonito tu repaso por la filmografía de Chaplin, yo también fui de las que pasó de llamarme Charlot a llamarle Chaplin y, ahora que tú lo has recordado, me produce una cierta nostalgia, esa nostalgia que ya no es lo que era como decía la Signoret. Y también fui niña que disfrutaba viendo aquelles espacios de cine cómico.

Qué pena no poder reproducir los aplausos para que pudieras escuchar los míos después de leer tu texto...

Un beso.

Juan Herrezuelo dijo...

ABRIL: Llevo varias semanas repasando la filmografía de Chaplin, que es muy extensa. Un rey en Nueva York no creo haberla visto, no he sabido hacerme con ella. Siendo los dos muy grandes, hay al menos una cosa en que Chaplin aventaja a Keaton: si le persiguieron por "antiamericano", es porque se mojó. Faltó un cara a cara Garbo-Chaplin. Un beso

Juan Herrezuelo dijo...

MYRA: es que fue así, ¿verdad? Después de ver durante toda la infancia los cortos de Charlot como si fueran la aventura de los payasos de la tele, empezar a referirse a 'Chaplin' era un poco hacerse mayor, pasar a otra etapa de nuestra vida, cruzar del cine cómico al cineclub. Qué pena que no puedas verme inclinarme para corresponder a los aplausos. Gracias y un beso, amiga.

V dijo...

A mi de Chaplin me gusta hasta la de Sophia y Brando. Y de ahi tirando hacia atras hasta sus cortos...
Es realmente magico su personaje que se multiplica x mil. Excelente el relato de un hombre conocedor de todas las curvas de la naturaleza humana. Entrañable y muy lucido tu texto. Estamos ante un loser con mayusculas. Que tb supo vivir....es verdad.
Su legado....impresionante. Y Robert Downey no lo hizo mal, pero hay moldes que.....un abrazo

Isidre Monés dijo...

Es curioso lo que me pasa con Chaplin.
De pequeño me gustaba poco, prefería las locuras de Jaimito y Barules. Al hacerme mayor, me ha gustado más. Al tiempo, cada vez me gustan más las historias antiguas y menos las posteriores,más argumentadas pero llenas de tópicos, guiños, recursos y situaciones tramposas, previsibles y sensibleras.
Tampoco me ha gustado él como persona,y no se por qué, simplemente no me cae bien, como Picasso,y tantos famosos que se han creido por encima del bien y del mal.
Me quedo con aquellas historietas cortas y dadaistas primitivas.

Raúl dijo...

Me pasa un tanto como a Machuca (menudo comentario te ha dejado Paco), pero soy capaz de amar a ambas casi por igual.
Siguiendo con las comparaciones, Chaplin me parece menos arriesgado, menos comprometido que Buster, aunque no menos talentoso. Vamos, lo que hoy llamaríamos más 'comercial'.
En cualquier caso, la historia de mi cine, mi propia historia cultural, no existiría sin él. De ningún modo.

Pd.- La verdad es que no sé si estás en Palencia o en Almería, ni cuán difícil o imposible lo tendrías estando en uno o en otro sitio, pero es necesario que te diga -por si caso- que este sábado andaré por Madrid presentado a la criatura.
Abrazos.

ethan dijo...

Si se me permite, yo soy de los dos, de Chaplin y de Keaton ¿por qué no? Ambos muy diferentes, pero los dos geniales. Cuando Chaplin se inventó a su alter ego, quiso vestirse de contrastes: un personajillo de la alta sociedad venido a menos, o un vagabudno con aspiraciones a noble; un indigente con unos zapatos demasiado grandes y un bombín escaso. Una improvisación para un día de rodaje que marcó la historia del cine.
Entiendo que lo recuerdes con este excelente recorrido que nos has dejado, y que lo adoptes para tu particular club.
Un abrazo

Beatriz dijo...

Solo me queda de ellos los gratos momentos que nos hicieron pasar.
Acaso no es suficiente. Ponernos a valorar quien fue más virtuoso me parece algo banal-
Yo sólo he sido una espectadora que fui feliz , también mis hijos los siguen valorando por lo mismo. Los juicios más específicos en cuanto a quien fue más o menos genio los dejo para los especialistas.


un abrazo Juan y disfruto con el sentido común de tus textos



Juan Herrezuelo dijo...

V: Lo confieso: también a mi gusta “La condesa de Hong Kong”, tan desmelenadamente clásica, o al menos me divierte una barbaridad, que ya es bastante. Y es evidente la riqueza poliédrica que fue adquiriendo el carácter de su personaje. La peli de Attenborough hace muchos años que no la consigo encontrar. Un abrazo.

Juan Herrezuelo dijo...

ISIDRE MONÉS: También a mi me divierten más los cortos, más locos, con un tramp mucho más travieso y peleón, y menos dado al ternurismo, aunque reconozco la maestría de sus largos. Como persona parece que tendía a una cierta megalomanía, lo que a veces le llevó a resbalones notables, como atribuirse en “Luces de la ciudad” la música de La violetera, del almeriense Maestro Padilla. Pero bah, desde mi pequeñez yo me permito perdonarle. Un abrazo.

Juan Herrezuelo dijo...

RAÚL: Cuánto ha aportado siempre a este Loser el amigo Machuca, ciertamente... He amado por igual a Chaplin y a Keaton, me fascina “El maquinista de la General” y quisiera volver a ver “El héroe del río”, pero a día de hoy prefiero a Chaplin, a pesar de todo. He visto estas semanas muchas de sus obras, y para compensar me puse “El Navegante”, de Buster: aunque me gustó en su momento, ahora no resistió la comparación. Supongo que va por épocas. Abrazos globulares.

Juan Herrezuelo dijo...

ETHAN: Seamos diplomáticos como aquella maravillosa princesa de “Vacaciones en Roma” cuando le preguntaban por las ciudades que había visitado: los grandes cómicos del cine mudo me gustan cada uno a su manera, Chaplin, Keaton, Lloyd, Laurel y Hardy (a los que adoro sin fisuras)... Un abrazo grande.

Juan Herrezuelo dijo...

BEATRIZ: Al fin y al cabo, es como preferir a Bach antes que a Mozart o a Cervantes por delante de Quevedo: lo que importa es las alturas en las que nos movemos al plantearlo. Un beso.

Belkys Pulido dijo...

Chaplin me llenaba la boca de carcajadas, reíamos mi padre y yo. Mami veía solo payasadas en aquel hombre irreal. Chaplin, mi padre y mi mamá conformaron para mí una filosofía. Por eso he podido reírme de muchos avatares propios. De Keaton siempre he estado enamorada, tengo debilidad por los ojos saltones y tristes, pero esa es otra historia.

Juan Herrezuelo dijo...

BELKYS PULIDO: Las pantomimas de los cómicos del mudo provocan una corriente contínua de carcajadas que une la generación de nuestros abuelos, la de nuestros padres y la nuestra, pero que se vuelve discontínua a partir de la de nuestros hijos, porque no somos muchos los que hemos puesto de nuestra parte para los niños de hoy los conozcan. Un beso.

Marcos Callau dijo...

Yo me quedo en la admiración de los dos, no veo razón para elegir entre Buster Keaton y Chaplin, como parecía obligado por la Generación del 27 También resulta increíble la influencia que adquirieron Dalí y Buñuel en todo lo que Lorca escribía, sobretodo, en su última época. Pero, para no irnos del tema, vemos que, como cuentas, el personaje de mendigo no fue tan inventado por Chaplin pues en sus comienzos al llegar a Nueva York probó en sus propias carnes los apuros económicos y el desempleo. Indudablemente, todo este pasado de recién llegado a Nueva York marcó la obra que nos dejó psoteriormente. Para transmitir tanto con su obra hubo de haber vivido muchas vidas. Abrazos Juan.

Unknown dijo...

Chaplin era un maestro de la fábula un gran narrador de historias, en esto aventajaba a Keaton. Los dos me gustan, pero sigo disfrutando Tiempos Modernos como una de la mejores películas que vi en vida. Saludos

Juan Herrezuelo dijo...

MARCOS CALLAU: En sus comienzos, el cine debió resultarles a los escritores más vanguardistas un nuevo y revolucionario vehículo expresivo lleno de posibilidades, y quiero pensar que Lorca hubiera acabado también participando en las películas. Lo que dices de Chaplin y NY es muy acertado. Un abrazo tardío, Marcos.

Juan Herrezuelo dijo...

ANTEROS: Creo que resumes perfectamente la cuestión, y yo añado que Chaplin supera en el conjunto porque la historia que narra está mejor estructurada y porque su "personaje" es más poliédrico, menos de una pieza que el de Keaton, ese joven hierático metido en líos. Un saludo.

ArteyOficios dijo...

La de Attenborough está en Veehd, en ese portal, para no tener que bajar softwares o codecs extraños, es mejor abrirse una cuenta, es gratis; entrar con el login y a ver cine.

Recuerdo que hasta fui en su día a verla al cine, porque lo mío con Chaplin era algo tremendo... Pero lo que más me impresionó fue que la nieta, Geraldine, interpretara a su abuela... Recomiendo antes la autobiografía del actor que la peli.

Juan Herrezuelo dijo...

SACRA; Leí la dickensiana autobiografía, y buscaré la película tal cual me indicas. Gracias.