martes, 1 de abril de 2014

Todos los diluvios el Diluvio


El estreno del agitadísimo y oscuro Noé de Rusell Crowe, que confieso esperar desde hace meses más por razones de puro entretenimiento que de cinefilia o religiosidad, coincide en el tiempo con la publicación del último informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que naturalmente establece unas previsiones para el futuro inmediato de nuestro planeta más pavorosas de las que ya reflejaba el anterior. La relación entre una y otra cosa no está tan cogida por los pelos como podría parecer a simple vista, pues todo aquel que decida empezar a estudiar a fondo el fenómeno del cambio climático –yo lo hice hace unos años- antes o después tendrá que pasar por la geología, obviamente, es decir, por la historia de la Tierra, por la escala geológica, las eras, los períodos, las épocas, miles de años, millones de años, miles de millones de años, pero también, antes o después, acabará tropezando con el Diluvio Universal, no con un diluvio propiamente dicho, claro está, no con una lluvia de cuarenta días y cuarenta noches, pero sí con una hecatombe climática provocada, tal vez, por el deshielo de Norteamérica.

Es una de las teorías: un gigantesco lago, originado por ese monumental deshielo posterior a la última glaciación, pudo verterse repentinamente al Atlántico, los océanos crecieron, el agua salada del mar Egeo invadió el mar Negro a través del estrecho del Bósforo, inundando casi repentinamente más de ciento cincuenta mil kilómetros cuadrados de costa. Allí se produjo en el año 2000 uno de esos hallazgos que dejan sin respiración a sus descubridores y que devuelven la Historia al punto en que se encontraba antes de ser reescrita, pero que pasan desapercibidos para la gente: una expedición patrocinada por National Geographic y dirigida por el científico Robert Ballard encontró, cerca de la costa turca y a una profundidad de unos noventa y cinco metros, los restos de una antiquísima ciudad tragada por las aguas. Una ciudad, dicen, de hace siete mil años, hundida en un lugar no demasiado alejado del monte Ararat. Siete mil años. Al menos siete mil años, a decir verdad. Gentes que fueron tragadas por las aguas como mínimo mil quinientos años antes de la invención de la rueda, dos mil antes de que se inventara la escritura cuneiforme. Una civilización más antigua que la sumeria, que la babilónica, que la asiria. Los investigadores afirmaron que esa ciudad sumergida le proporciona base científica a la historia de Noé.

Y es una historia, ésta del viejo Noé, que pertenece a nuestra cultura, a nuestra tradición, que se fueron contando unas o otras, sucesivamente, generaciones y generaciones de antepasados antes de que se convirtiera en uno de los primeros relatos de la Biblia, pero una historia que está también en el núcleo primigenio de otras culturas, desde luego en todas las civilizaciones de la creciente fértil, con nombres diferentes, diferentes dioses iracundos, diferentes héroes supervivientes: está en la mitología griega, en la escandinava, en África, en la Patagonia, como mito ancestral de los navajos, en América del Norte, y también en Irlanda, en China, en Siberia, en Japón: Zeus, Ymir, Olokum, Viracocha, dioses que castigaron con diluvios o con maremotos a los hombres, pero que avisaron antes a una pareja o a una sola tribu, según. Si los relatos pudieran tener consistencia física más allá de su representación escrita, éste sería el fósil más antiguo de un mito, y se hubiera encontrado repartido por todo el mundo, enterrado en lo más profundo de la memoria prehistórica de los hombres. No es un relato adaptado por cada uno de esos pueblos, pues cada uno de ellos era en sí mismo el único mundo que entonces existía; en realidad, son muchas leyendas nacidas en civilizaciones que no tuvieron contacto alguno entre sí y que sin embargo conocían una misma historia. Y no es una historia sobre cómo empezó todo para el hombre, sino sobre cómo volvió a empezar todo. Hasta ese momento hubo una Historia, con mayúscula, de la que conocemos, en su forma mítica, digamos bíblica, muy poco, apenas nada, apenas una creación, una primera pareja humana, un primer castigo divino, una primera prole, la enumeración de unos descendientes, la existencia de gigantes. Nada más. Y entonces se produjo la destrucción de todo. Y vuelta empezar.

 Miquel Barceló. El diluvio (Le Déluge), 1990. Mueso Guggenheim de Bilbao

7 comentarios:

José Luis Martínez Clares dijo...

Cuántos interrogantes nos plantea este mito. Me quedo con el diluvio de tus palabras... siempre me calan. Un abrazo

Marián dijo...

Lo primero que quiero decirte es, ¡qué bien escribe usted! pero claro, esto ya es sabido por todos.
A mi también me chocó mucho cuando después de leer lo de la Biblia, resulta que hubo muchos diluvios "paganos" jajaja.
Y fíjate, Juan, que yo a veces pienso que en algún sitio recóndito el ser humano guarda memorias ancestrales...y que nadie me pregunte porqué lo pienso, porque lo pienso sin ton ni son.
Pero es que en los últimos 100, o 200, o mil o dos mil años... ha habido avances espectaculares...enuméralos tú, que yo no sé...la electricidad, la fotografía, el cine, la informática...descubrimientos e inventos espectaculares en tan poco tiempo...y ¿donde estaban todo eso archivado...?
Es un poco confuso lo que te digo, pero es que hoy estoy contenta.

Un beso grande, Juan.

El Doctor dijo...

Desde luego es un tema preocupante: "Pasóse la siega, acabóse el estío, y no hemos sido salvados", Jeremías 8:20.
Respecto a la geología,y como bien dices,la Tierra ha pasado por cambios esenciales y ahora,según nos cuenta,el cambio climático, que nosotros hemos ayudado a acelerar con nuestro ritmo y sistema de vida. Alarmante,sí.Hace tiempo leí una novela de Michael Crichton que siempre recomiendo titulada Estado de miedo,y francamente te hace pensar.Este libro desató una terrible polémica por parte del gobierno y ecologistas,en fin,interesantísimo y muy bien documentado científicamente.Te abre los ojos.Y, por otra parte,el científico Stephen Emmott escribió Diez mil millones y publicado por Anagrama que también recomiendo encarecidamente.Se lee como una novela postapocalíptica de ciencia ficción pero con hechos actuales que nadie se atreve ni a pensar.No hace mucho escribí sobre él y te paso el enlace por si te interesa,tanto como a mí me ha interesado este texto tuyo,amigo Juan.

Un fuerte abrazo.

http://fmaesteban.blogspot.com.es/2014/01/diez-mil-millones.html

V dijo...

Recuerdo lo de Robert Ballard y la ciudad sumergida, cuestión que ya anticipó, una vez más, Julio Verne.
En teoría estamos ante la purificación de los elementos propios de la alquimia cuando se elevan a su máxima potencia: El fuego purificador, los aires difíciles, y como no el agua.
Otorgarle el simbolismo de castigo divino por nuestras culpas es ya cuestión a parte.
Son muchos los diluvios metafóricos que padecemos, sólo nos falta el natural, que como bien dices ni es uno ni es nuevo. Eslogan de la ciudad: Santander, ciudad de verano, no deje su paraguas de la mano. Un abrazo.

abril en paris dijo...

Y la leyenda está ahí o el relato verídico, para tantos pueblos que procedian (según la Biblia) de uno sólo. Fue la maldad,la avaricia, el exceso de todo lo que llevó al desastre..tiene coherencia.
Pero yo no podria explicarlo y relacionarlo tan brillantemente como tú lo haces.

Tambien estoy esperando la película que en un principio me extrañó, volver a la historia sagrada..umm..¿al nuevo principio de la humanidad..? Quizás tengamos que construir nuestro propio arca..

Un beso Juan

Raúl dijo...

A mi lo del cambio climático es algo que me acojona... pero también me pasa con la pobre calidad que le supongo a la peli de Crowe; eso es cierto.

Isidre Monés dijo...

Magnífica exposición, Juan.
Siempre me ha gustado explorar en los mitos, comparar leyendas divinas, alejadas en espacio y tiempo: Nacimientos de madres vírgenes, muertes y resurrecciones, prodigios que aparecen y se repiten a poco que te acerques a cualquier génesis de civilización.
Me gusta pensar que un gran deshielo imposiblemente provocado por mano humano, desbordara los mares y cubriera el monte Ararat, y no me parece nada descabellado que magos, sacerdotes, brujos y chamanes de los alrededores y de cualquier pelaje (que de esos ha habido siempre)acercaran el ascua a su sardina (canónica sardina)y consiguieran poder sobre el ciudadano de a pié, culpándoles de todo, ¿eres capaz de imaginarte una culpa más peregrino que el pecado original?
Presumo que asi ha sido hasta ahora mismo, que aun recuerdo aquellos Ejercicio Espirituales infantiles, cuando el cura se ponía estupendo y gritaba...
"Niñoooos pecadooooores...! Vosotros tambien crucificasteis a Jesus!!!!
Y un compañero avispado replicaba por lo bajini "Pues creo que yo aquel día no estaba.
En fin, que me quedo con tu exposición y me ahorro la película de marras.