sábado, 7 de junio de 2014

Centenario Cortázar IV: de la A a la Z, de Julio a Scott


Un ser humano sólo alcanza a lo largo de su vida cuatro edades en las que el segundo dígito duplica al primero. Quien esto escribe cumplió recientemente la cuarta y última de esas edades, y bien temprano le fue entregado el regalo que, con su conocimiento, llevaba varios meses envuelto y guardado en cierto lugar de la casa (todas las familias normales se parecen, las extravagantes lo son cada una a su manera). Se trataba de un libro, claro. Y no un libro cualquiera: el Cortázar de la A a la Z que Alfaguara ha publicado este año para conmemorar el centenario del nacimiento del escritor argentino, con edición a cargo de Aurora Bernárdez, su primera mujer, y Carles Álvarez Garriga, un estudioso de su obra. Se trata de un libro de hermoso formato, un álbum biográfico, o, como se dice con más precisión en su interior, un diccionario biográfico ilustrado: fragmentos de sus libros o de cartas referidos a determinadas palabras y nombres propios, ordenados alfabéticamente y acompañados de fotografías, reproducciones de manuscritos y mecanoscritos, de objetos que fueron suyos, de primeras ediciones de sus obras… Un libro muy bello que tal vez no añada mucho a lo que un avezado lector de Cortázar ya conoce de su obra y su vida, pero que en cualquier caso hay que tener, tocar, explorar, habitar, vivir, recorrer en todas sus esquinas y recodos y pasillos y vueltas y revueltas.

En mi caso, la existencia de esta curiosa obra es doblemente especial, pues significa un nuevo punto en común con el otro escritor a quien más amo, Francis Scott Fitzgerald. En 1974, su hija Scottie Fitzgerald Smith y Mathew J. Bruccoli, un experto en su obra, publicaron un libro titulado The Romantic Egoists, descrito como A Pictorial Autobiography from the Scrapbooks and Albums of F. Scott and Zelda Fitzgerald, es decir, una autobiografía gráfica de tan legendaria pareja contada a través de sus fotografías, libros de recortes y álbumes varios: un libro a-som-bro-sa-men-te similar a este de Julio CortÁZAR, no publicado nunca en España, y que más de una vez he tenido a un clic de ratón de comprármelo por Internet.


Tan extraña coincidencia se suma a otras que al cazador de señales que he sido siempre no le han podido pasar inadvertidas; por ejemplo: ambos viajaron a Europa en el barco Conte Biancamano, Scott y Zelda desde Nueva York en 1929, Julio desde Buenos Aires en 1950. Y luego está el apellido Gregorovius: sólo me lo he encontrado en dos libros de ficción, en Suave es la noche y en Rayuela; en el primero es Franz G., un médico que atiende en un sanatorio mental de Suiza a Nicole, la protagonista femenina de la novela. En el segundo, Ossip G, un miembro del Club de la Serpiente.


Finalmente, están esas dos aventuras automovilísticas hacia el sur emprendidas por ambos escritores en compañía de sus respectivas mujeres y convertidas después en sendos libros de viaje. Scott y Zelda llevaron la suya a cabo en julio de 1920, en un vehículo lamentable, un Marmon de segunda mano al que no dudaron en apodar Rolling Junk, Chatarra Rodante. Con él recorrieron los mil ochocientos kilómetros que separan Westport, Conneticut, de Montgomery, Alabama, donde estaban seguros de encontrar a los padres de Zelda sentados en su porche; El crucero de la Chatarra Rodante fue publicado por entregas en la revista Motor, entre marzo y mayo de 1924, y en 1990, con traducción al español de Enrique Murillo, por Anagrama. Por su parte, Julio y Carol (Dunlop, la última mujer de Cortázar) se lanzaron en 1982 a recorrer la autopista París-Marsella durante un mes, deteniéndose en cada uno de los 65 paraderos/parkings/áreas de descanso, a razón de dos al día: una expedición “un tanto alocada y bastante surrealista”, completada a bordo de una furgoneta Volskwagen de color rojo vivo a la que habían dado el  wagneriano nombre de Fafner, el dragón que guardaba el tesoro de los Nibelungos; tan cronopiesca aventura  se convirtió en un libro no menos cronopiesco, titulado Los autonautas de la cosmopista. Que tales viajes se emprendieran y tales libros llegaran a existir –ambos con fotografías de las expediciones- es ya de por sí harto significativo en el orden de las casualidades, pero hay que leer los textos para darse cuenta de hasta qué punto el tono utilizado por los dos escritores es similar: no sólo son fundamentalmente divertidos, sino que en uno y otro caso el vehículo utilizado forma parte de la narración como un tercer protagonista. 


Habrá quien niegue la relevancia de estos puntos en común, pero a mí me bastan para reafirmarme en esa teoría planteada por Cortázar en el cuento “Una flor amarilla”: que todos somos inmortales porque nuestras vidas se van reproduciendo, con ligeras variaciones, en otras vidas destinadas a ir sucediéndose en una serie de inacabables biografías sutilmente –muy sutilmente- vinculadas.

12 comentarios:

El Doctor dijo...

Me parece, sencillamente, una maravilla de texto y sobre todo para los amantes de estos dos autores que nunca se acaban (por suerte), incluso diré más; para los que nos gusta escribir sobre otros, que no deja de ser, por cierto, sobre uno mismo, estos escritores nos brinda toda una estética literaria y poética sensacional. A la que te pones a indagar sobre cualquier cosa surge la magia o los vasos comunicantes; similitudes rodantes, búsquedas del sentido, refugios imaginarios, leyendas que iluminan nuestro interior porque los amamos, ya sea a través de una carretera hacia el sur (no concibo esta frase si no lleva la palabra "Sur")o esa ciudad imaginaria. El viejo Scott siempre miró hacia el exterior interiorizándolo todo y Julio, al final, fue en busca de la otra ciudad interiorizada surgida de tantas ciudades reales.

Por cierto, ese libro me lo han regalado y te confesaré una cosa: solo me gusta hojearlo por la mañana delante de la primera taza de café. Es toda una experiencia, amigo mío.

Un fuerte abrazo (volvemos a repetir nuestros vasos comunicantes).

José Luis Martínez Clares dijo...

Qué sea cierto, amigo Juan, y que esas sutiles conexiones nunca se detengan. Cuánto aprende uno leyendo a lectores-detectives de tu calibre. Por cierto, feliz cumpleaños. Un abrazo

Juan Herrezuelo dijo...

FRANCISCO MACHUCA: Como escribió el propio Julio sobre los relojes, a ti y a mi no nos han regalado este libro, nosotros hemos sido los regalados, somos un sacrificio a cierto tipo de fetichismo bibliófilo al que no renunciamos.
Me fascinan los vasos comunicantes entre autores o entre bitácoras. Me gusta la idea de una lectura de este De la A a la Z con el café de la mañana, como si en un sólo libros pudiera darse la magia de un periódico que se renovara cada mañana, que cada mañana mostrara nuevos escondrijos ehtre sus poáginas. Yo lo abro y leo y lo cierro: voy saltando de una palabra a otra, de una fotografía a otra, de su magnetófono a su caleidoscopio...
Un AbraZo cómplice, amigo.

Juan Herrezuelo dijo...

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ CLARES: Naturalmente hay mucho de broma en estas "conexiones", broma que podría haber llevado más lejos diciendo de Scott y Julio, como el propio Cortázar escribió de Edgar Poe y Baudelaire, que "eran un mismo escritor desdoblado en dos personas". Aunque vaya usted a saber... En realidad, bastaría con el hecho de que uno y otro fueron dos de los más relevantes cultivadores del relato en el siglo XX, uno en lengua inglesa y otro en español. Y de eso sí que no hay duda alguna.
Gracias por tus felicitaciones.
Un abrazo.

V dijo...

Cumples libros más que años diría yo...y bien está. Como me faltan cosas de Cortazar y una de ellas esta...uy como no soy un avezado lector suyo sino tardío, la exploración que haces y en ese universo inagotable hay que anotarla sin falta.
Y como los libros de viajes son una de mis aficiones, y no he leido el de Fitzgerald, pues otro que bien pudiera ser vir de lectura veraniega.
Cuanto vivió esa pareja, hay quien piensa que a demasiadas revoluciones. No lo sé, lo que está claro es que su legado de vida y obra es todo un ejemplo de hasta dónde puede llegar el ser humano en sus eternas búsquedas. Interesantísimo texto. Un abrazo

Juan Herrezuelo dijo...

V: Mi edad en libros es muy superior a mi edad biológica, y sin embargo, teniendo en cuenta los que me quedan por leer, apenas estoy en la lactancia. De Scott y Zelda me ocupé mucho el año pasado, no esperaba volver sobre ellos de nuevo; pero ahí están siempre. Un abrazo.

P MPilaR dijo...

disponiendo de visión tan certera como la tuya en este muestrario´ 'tantos libros, tantos años...', bien venga una vez más Cortázar. ¡siempre tendré pendiente una vida para ''acabármelo'' leído.
Abrazo grande.

abril en paris dijo...

Me gusta mucho descubrir tus pasiones a través de tu amados libros y autores. Bueno quizás es un atrevimiento esto mio. Queria decir que nos acercas a lo tuyo y tu entusiasmo es contagioso.
Cumplir años y que te regalen un libro..umm..eso me encanta. Tambien te felicito, Juan.

Acabo de recibir con sorpresa uno del que desconocia su existencia, tambien sobre una de mis peliculas favoritas, del que espero hablar o escribir, modestamente claro.

Siempre un placer pasar por tu espacio,me repito.. pero no me canso.

Besos, amigo.

Raúl dijo...

Yo hubo un tiempo en el que también buscaba señales. Las buscaba para todo, tratando de convencerme de que que mi estúpida humanidad constituía, sin embargo, una pieza angular del mundo. Las buscaba para sentirme enamorado o para refrendar en una canción el sentido de mi vida.
Así que te entiendo.
De Cortazar no soy un especialista. Tampoco un fan fervoroso... Será una señal -otra más- de mi imperfección.
Un texto genial, por cierto.

Juan Herrezuelo dijo...

PMPilar: Hay escritores que parecen pedir toda una vida de lector para agotar el sentido de todas sus páginas, pero sería tanto como visitar siempre el mismo país, por mucho que lo amemos. El mundo es ancho y largo, la literatura también, ¿verdad? Abrazos

Juan Herrezuelo dijo...

ABRIL: Siempre fui muy apasionado, muy vehemente, con aquello que me apasiona: es un rasgo de infancia que no he perdido, porque coincide que todas esas cosas que me apasionan son increíblemente poco productivas, poco prácticas, en el sentido más capitalista del término. Espero el comentario sobre ese libro sobre cine: si trata de una de tus películas favoritas estará muy cerca de ser de las mías... Un placer recibirte siempre, amiga.

Juan Herrezuelo dijo...

RAÚL: Lo cierto es que nunca he buscado señales, me he tropezado con ellas. Sin duda suelo forzar un poco su significado, las conexiones entre unas cosas y otras, entre unos sentimientos y ciertas canciones, por ejemplo... ¿A ti no te ha pasado nunca estar tarareando una canción y de pronto oírla en algún sitio? Pues eso. Un abrazo fervoroso (e imperfecto)