martes, 12 de agosto de 2014

Fiasco, de Stanislaw Lem

El título de esta novela de Stasnislaw Lem no lleva a engaño: la aventura que se narra en ella no alcanza los objetivos que se habían fijado quienes la iniciaron como el más ambicioso proyecto jamás emprendido por el hombre; desemboca, en efecto, en un fiasco. Esto no supone desvelar el final, puesto que a medida que la historia avanza, el lector, arrastrado fatalmente hacia el desenlace, lo que de verdad quiere saber no es si la historia acaba bien o mal, sino hasta qué punto el fiasco de la misión estará a la altura cósmica de sus pretensiones: el fracaso, incluso lo prodigioso y descomunal de su naturaleza, ya se da por supuesto a partir de los insensatos procedimientos mediante los cuales los tripulantes de una nave procedente de la Tierra pretenden establecer contacto con una remotísima civilización de la que nada saben y que nada desea saber de ellos.

Arthur C. Clark señaló que cualquiera de las dos posibilidades a tener en cuenta con respecto a nuestra presencia en el Universo –que estemos solos o que no lo estemos- es terrorífica. El anhelo humano de comunicarse con seres inteligentes de otros planetas alimenta la parte fundamental de Fiasco (1986), así como sus derivaciones filosóficas y morales y la soberbia arquitectura científico-especulativa que le da consistencia narrativa, de ahí que parezca aconsejable dejar de lado en una reseña ese primer capítulo que, aunque extenso, resulta ser una especie de preámbulo unido con el resto de la novela únicamente por el hilo sutil de una broma argumental: no nos permite el autor saber si quien lo protagoniza es realmente el mismo personaje que, devuelto a la vida tras permanecer un siglo criogenizado en una de las lunas de Saturno, protagoniza también el resto del libro. Ocurre que cuando me referí hace semanas a la absoluta fascinación que ejercía en mí Fiasco, apenas llevaba recorrido la mitad de ese capítulo inicial: cómo pasarlo por alto ahora. Hay en él, básicamente, una descripción fabulosa de algunos paisajes de Titán, los que el joven piloto Parvis, en una misión de rescate, recorre a bordo de un Digla, un vehículo megapaso, descomunal y con trazas humanoides. Mediante una suerte de filosofía de la materia inerte, Lem trata de explicarnos lo lejos que está la imaginación humana de concebir el poder creativo de la naturaleza tal y como es capaz de expresarse en los mundos desolados, aquellos donde la falta de vida deja sin efecto la exigencia de que todo ocurra en beneficio de ella y sujeto a una finalidad, a una competencia evolutiva. Los mundos carentes de actividad orgánica se van formando con una ilimitada paciencia, sin prisa, con una “magnificencia inútil, un eterno poder de creación sin objetivo, sin necesidad, sin sentido”, como el que excepcionalmente se produce en las más recónditas grutas de la Tierra. El Sol está lejos de Titán, apenas ilumina y no calienta –es Saturno quien sorprende a Parvis en un falso pero resplandeciente amanecer titánico-, y el frío ha definido la extremada lentitud con que la materia trabaja el paisaje, volcanes que por sus grietas filtraron alguna vez gas helado, lluvias de ceniza sulfúrica, asombrosas cristalografías, una pesadilla de osamentas minerales, desfiladeros de dimensiones inconcebibles, laberintos de lava y basalto, monstruosos carámbanos a escalas aterradoras, bosques de géiseres congelados: “no había palabras en ningún lenguaje terrestre que pudieran hacer justicia al arte que se manifestaba en aquel silencio blanco y sin sombras”.  Y entonces un accidente en el megapaso empuja a Parvis a vitrificar su cuerpo de manera instantánea.

Los quince capítulos restantes transcurren ya en el siglo XXII, y en ellos queda demostrado de nuevo que la imaginación de Lem se desarrolla a otro nivel o en una dimensión diferente, donde la ciencia y la ficción y la metafísica y la teología y la historia derivan, conjugadas por él, en una alquimia literaria que subyuga al lector: Fiasco se lee casi sin detenerse en los abrumadores detalles científicos y en las consideraciones filosóficas y morales que dan solidez a esta extraordinaria obra. Ni siquiera acaba importando que sea o no Parvis el hombre al que resucitan de su muerte cristalizada. Sea quien sea, acaba formando parte de la variopinta tripulación del Eurídice, una nave cuya misión, ya quedó dicho, es trabar relación con seres inteligentes de otro planeta. La ingeniería sideral y cierto tipo de maniobras en el horizonte gravitacional de los agujeros negros permiten ya burlar el espacio y el tiempo, salvar las enormes distancias interestelares, de millones de años luz, y superar al fin ese principio según el cual quien emprendiese el viaje a otra estrella no lograría encontrarse con aquellos a quienes había ido a buscar ni vería de nuevo a quienes dejó en la Tierra.

De manera que la costosa expedición se lleva a cabo con el objetivo de acertar con la “ventana de contacto”, es decir, el intervalo de tiempo en el cual los seres inteligentes han alcanzado ya un alto nivel de ciencia aplicada pero todavía no han comenzado a cambiar su inteligencia natural por otra artificial: un marco de no más de 2.500 años terrestres, tal vez menos, apenas un instante cósmico. Antes de eso, millones de años en que la vida se desarrolla, el chispazo de la inteligencia, el nacimiento de una protocultura, la aceleración tecnológica y una inercia autodestructiva, el control de las fuerzas de la naturaleza, perturbaciones del medio ambiente, sustitución de la biosfera por artefactos –tecnosfera-, todo tan rápido ya, cada vez más, siempre el mismo patrón, disperso en ese laberinto de laberintos que es el Universo: las tecnologías en una galaxia nacían, maduraban y se extinguían continuamente, y surgían otras, y escapaban también del “intervalo de comprensión mutua”. Se trataba, pues, de partir en busca de una crisálida y alcanzar una civilización extraterrestre en el preciso instante en que fuese ya una mariposa posada en el borde de esa ventana de contacto, a punto de echar a volar. Es el caso de Quinta, un planeta en la órbita de la estrella Beta Harpyae, a cuyas inmediaciones llega parte de la tripulación del Eurídice con la intención de demostrarles a sus esquivos habitantes su buena voluntad incluso por la fuerza.

Stanislaw Lem (1921-2006)
A estas alturas confieso que ha acabado igualmente en fiasco mi intención de concentrar en un par de páginas lo que esta novela contiene. Desde La isla del tesoro y Miguel Strogoff, allá por mis once años, no había vuelto a experimentar la necesidad de releer una novela inmediatamente después de acabada la primera lectura. Hubiera sido más acertado escribir sobre ella después de hacerlo, sin duda, pero me ha podido esa urgencia que nos ataca a todos los que amamos los libros, la que nos empuja a compartir de inmediato una historia de la que hemos formado parte desde nuestra condición de apasionados lectores.

Fui en busca de un autor de ciencia ficción y me han bastado dos novelas para confirmar que Stanislaw Lem excede con mucho los límites del género. 

12 comentarios:

Hermi dijo...

Excelente entrada Juan. De Lem solo he leído El Castillo Alto; libro que compré en una coqueta librería de Orihuela en la que un entendido dependiente me aconsejó que leyera. Muy interesante. Enseguida me dejé convencer: Una autobiografía de Lem; imagina.
Enseguida la apunto para compras pendientes; una lista que no para de crecer.

Juan Herrezuelo dijo...

HERMI: Busco ya referencias bibliográficas de ese Castillo alto para bucear en la infancia de un autor tan magnético como Lem. En el horizonte, Solaris, que empiezo a mitificar -cosa nada buena, por cierto-.

V dijo...

Esta no la he leido, pero te dirè que x que no es cuestiòn de aparcar lo que estoy leyendo ahora mismo....sino....son tantos los atractivos que presentas y es un tema que me entusiasma tanto que anotada queda.
Estoy seguro de que Solaris te gustarà. Se la mitifique o no es Lem en estado puro....y eso ya es mucho....un abrazo

Juan Herrezuelo dijo...

V: Fiasco es mucho más de lo que yo soy capaz de contar. Y si he dejado para más adelante Solaris es precisamente por temor a que luego todas las obras de Lem me parezcan muy por debajo. Un abrazo.

El Doctor dijo...

Para mí la obra de Lew es como el final de la edad de oro de la ciencia ficción con sus grandes viajes espaciales, viajes a través del tiempo, grandeza interplanetaria en busca de nuevos y fantásticos mundos. Con Lew todo esto se acaba, todo se reduce a un espacio en desorden, a una psicología regresiva, al verdadero desconocimiento y las limitaciones del ser humano. Su obra no anticipa grandes maquinarias a lo Julio Verne, grandes logros a lo Isaac Asimov. La psicología del futuro será deudora de los primitivos, ahí está "Universo" de Robert Heinlein, "La nave" de Brian Aldiss, o las obras de Lem.

Un fuerte abrazo,amigo.

Juan Herrezuelo dijo...

FRANCISCO MACHUCA: Desde luego eres referente para mí a la hora de adentrarme en la literatura de ciencia ficción, pero tengo esa sensación, la de que será difícil que encuentre una obra tan intelectualmente excitante como la de Lem, que consiste en una aproximación al hombre desde el futuro, no una especulación futurista desde el hombre (esto lo he escrito a vuela pluma). Un abrazo grande.

P MPilaR dijo...

confieso que he leído
confieso, igual, que a éste, no.
y admito lo leeré

queda todo un otoño sin estrenar...!

abrazo

Juan Herrezuelo dijo...

PMPilar: Definitivamente soy un hombre de personalidad otoñal, qué le vamos a hacer. Ya era así de niño, una infancia de hojas secas y lluvia en la ventana y libro en las manos. Una estación propicia a la lectura intimista. Abrazos.

Kina Fernández dijo...

Impresionante artículo sobre Fiasco. Hace tiempo escribí algo mucho más modesto sobre él en mi blog http://orlandiana.blogspot.com.es/2013/04/fiasco-de-stanislaw-lem.html.

No hay que dejar de leer a Lem pero tiene una obra casi inabarcable.

Recomiendo La investigación como ejemplo de algo que tampoco es lo que parece en un principio.

Unknown dijo...

Esta novela es complementaria a "La Voz De Su Amo" también de Lem.
Fiasco, ocupa desde hace un par de años, mi mesilla de noche. Se ha convertido en desafío para mi y desearía ser astrofísico para disfrutarla mejor.
¿Por qué Quinta trata de evitar el contacto?

El Príncipe Mono dijo...

Fiasco lleva años sobre mi mesilla de noche. He leído todas las obras de Lem sobre el contacto. Te recomiendo leerlas en el siguiente orden:
La Voz de Su Amo (que explica porqué el SETI actual está fracasando)
Solaris (ante sala de Fiasco, menos densa pero más misteriosa y emocional)
El Invencible (la menos densa de las 4, pero complementaria a Fiasco).
No tengo palabras para definir Fiasco, solo un pesar por no haber conocido a Lem e interrogarlo sobre ella.
En otro estilo, te recomiendo Ciberíada, desternillante y muy filosófica.
A la pregunta de porque Quinta rechaza el contacto, puedo responder con facilidad. Pero seria spoiler.

Juan Herrezuelo dijo...

PRÍNCIPE MONO: Me queda aún mucho por leer de Lem, afortunadamente. "Fiasco" y "Solaris" me parecen a otro nivel, más allá de todo elogio. "Retorno de las estrellas" me gustó mucho, y "Edén" menos, no resiste la comparación. Los libros de la «Biblioteca del Siglo XXI»le emparentan con Borges e Italo Calvino... Lo aparqué para no a atracarme y me puse con Arthur C. Clark: ´"El fin de la infancia" es una novela iluminadora.