viernes, 9 de septiembre de 2011

La Tertulia de la Calle Suipacha

José Luis Campos -el camarada poeta-, Francisco Ortiz y
quien esto escribe, Juan Herrezuelo (2011)

Desde que me planteé la posibilidad de reunir en un libro (después titulado Pasadizos) una serie de relatos que parecían condenados a la dispersión, y romper con él un silencio que ya duraba demasiado, decidí que era una oportunidad única para rendirle homenaje a la tertulia literaria de la que formé parte entre finales de los ochenta y mediados de los noventa, es decir, entre mis veinte años y mis  veintisiete, más o menos. Hasta entonces, lo mío con la literatura había sido una pasión casi secreta, una doble vida, el otro lado del espejo, el sueño a través del cual accedes a tu vida real, todo un mundo privado que llevaba construyendo desde muy niño, y en el que de pronto tuvo cabida el paisaje de un mundo similar, una pasión casi idéntica por las mismas cosas y muchos principios de los que carecía y que me ayudaron a poner orden en todo aquello y a convertir una pasión en una vocación. Yo era ya un lector compulsivo desde los nueve años; algo de eso he escrito por aquí y no quisiera repetirme. De aquellas lecturas nacieron tentativas de relatos llenos de misterio, que yo comenzaba a escribir con una letra concienzuda y no pasaban de un primer capítulo o unas primeras páginas. Como leía también obras de teatro, esas tentativas de escritura habían dado igualmente algún que otro Acto primero. Y a los veinte años descubrí, más o menos al mismo tiempo, a Francis Scott Fitzgerald y a Julio Cortázar, y quedé deslumbrado por ambos. Son los dos autores a los que más extensa y apasionadamente he leído desde entonces, pero no estoy seguro de que su influencia sobre mí hubiese sido la misma si por esas mismas fechas no se hubieran cruzado en mi camino aquellos dos tipos con los que acabaría fundando una tertulia, si yo no hubiera podido comentar con ellos las lecturas que iba haciendo, enriquecerlas con sus propias lecturas.

Una foto para el recuerdo: de izquierda a derecha, Miguel Ángel Muñoz, José Luis Campos, Francisco Ortiz y Juan Herrezuelo (enero 1990). En el reverso está escrito: Generación Superviviente (?)

En muy poco tiempo se tejió entre nosotros tres, Paco, José Luis y yo, cada cual con sus propias inquietudes, una red de complicidades basada fundamentalmente en la literatura, el cine y la música, aunque no sólo en eso. Por cierto, que por entonces seguíamos muy atentamente a una nueva generación de jóvenes narradores, Julio Llamazares, Muñoz Molina, Martínez de Pisón, Jesús Ferrero, García Sánchez, Justo Navarro... Eran los que más inmediatamente nos precedían, y la mayoría de ellos llegaba de provincias, lo que nos daba más aliento. 
El primer relato de Cortázar que me había sacudido fuerte se titulaba “Carta a una señorita en París”, aquél que comienza con un, para mí, memorable “Andrée yo no quería venir a vivir a su departamento de la calle Suipacha, no tanto por los conejitos sino porque me duele ingresar en un orden cerrado”, y cuando el trío se convirtió de forma natural e impremeditada en una tertulia literaria con cita fija, se decidió darle a aquello el nombre de "Tertulia de la Calle Suipacha" y abrirlo a más participantes. Bien, nunca más he sentido tan real eso de crecer por dentro. Aquellos sábados por la tarde se fue tallando minuciosamente el escritor que acabé siendo, con cada autor que fuimos descubriéndonos los unos a los otros, con cada relato que nos planteábamos como un reto común.

Juan Uceda (1957-2001), inolvidable amigo
y autor de "El Caníbal y otros cuentos"
Aquella tertulia, como he dicho, creció en participantes y luego se redujo de nuevo; pasó a ser durante seis meses un programa de radio llamado Estación Suipacha; a uno de los fundadores se lo llevó lejos una historia de amor, el teatro de operaciones cambió varias veces de emplazamiento, se filtraron nuevas pasiones, como la fotografía o la música clásica; nos enfrentamos a la experiencia de la muerte, ya tiempo después, cuando uno de los nuestros, Juan Uceda, perdió de un día para otro la dura batalla que libraba desde hacía años con la enfermedad. Ya para entonces, esa escuela de aprendizaje que había sido la tertulia, esa especie de monasterio saholín de mutuas enseñanzas, quedó abierta por los cuatro costados, sus discípulos nos echamos al camino de la vida real y yo volví a ser de nuevo, hasta hace bien poco, el hombre solitario con su solitaria pasión por la literatura.

La existencia de Pasadizos, e incluso la de este mismo blog, es -fue desde el principio- mi forma de transmitirles mi recuerdo, mi afecto y mi gratitud a todos ellos: a José Luis Campos, a Francisco Ortiz, a Miguel Ángel Muñoz, a Antonia Moreno Cañete, a Juan Uceda, a Carlos Espinar, a Ana Fernández Hagen, a Isabel María Díaz Díaz, a Jacinto Castillo… (Sin olvidar a Juanma Cidrón, que no perteneció a la Tertulia pero acogió nuestra Estación dentro de ese maravilloso invento radiofónico llamado La Escalera Mecánica).
Scott Fitzgerald escribió que “un escritor puede andar dando vueltas alrededor de sus aventuras después de los treinta, después de los cuarenta, después de los cincuenta años, pero los criterios según los que se sopesan y valoran tales aventuras quedan irremediablemente fijados a la edad de veinticinco años”. Así fue también para mí, y mis veinticinco años tienen mucho que ver con aquella experiencia, aunque también con otras menos literarias y un poco más disolutas. Pero eso es ya una historia.

29 comentarios:

abril en paris dijo...

He aqui tu club de poetas, amigos y escritores.
El recuerdo del amigo te honra y lo que cuentas te define.
¡Enhorabuena por tus éxitos, tu pasión, pero sobre todo por tu gente!
Fitzgerald tenia razón.

Un beso Juan.

Myra dijo...

Hola, Juan. Las tertulias son las mejores escuelas. Las buenas tertulias, esas que destilan camaradería, complicidad, cruces de enseñanzas..y una pasión común. Siempre la pasión, esa misma pasión que hay en tus letras.

Bonito homenaje a la tertulia.

Un beso

Francisco Ortiz dijo...

Sólo tú podías contarlo tan bien, darle esa pátina sentimental pero no blanda, necesaria para recordar y fijar en el recuerdo, amigo.

José Luis Martínez Clares dijo...

Juan: afortunado tú que has contado con esas gentes arropando tu pasión por las letras. Yo, en cambio, no he disfrutado de tertulias. Siempre he sido un destacado protagonista de los monólogos literarios y mis únicas tertulias las he entablado con personajes de ficción. La soledad de mis aficiones ha grabado en mí vicios irreparables que afectan a los procesos de creación literaria y han terminado por modelar mi estilo o la carencia absoluta de él. Por cierto... en mi caso todo viene de Muñoz Molina. Todo nace de "Beatus ille". Abrazos.

Marcos Callau dijo...

Estupenda historia y maravillosa manera de emplear el tiempo, las tertulias literarias. Me alegra conocer los cpmienzos de los pasadizos. Un abrazo!

El Doctor dijo...

Nací en una provincia de tedio y plateresco.Sin librerías,a lo sumo,un pequeño quiosco en donde leía todo lo que había allí.Leí de una manera desordenada que creo que és como se tiene que leer.No valoraba en términos académicos los géneros.Todo me gustaba;la ciencia ficción,las novelas baratas de misterio,las aventuras,etc.Nunca pude compartir todas estas lecturas con nadie y crecí sin tertulia.Los amigos,por aquel entonces,no leían absolutamente nada.Después yo me iba para casa y leía Los mares del sur.Una gran carencia,amigo.Hoy sigo en soledad por estos derroteros de la vida.Internet es el único lugar donde he podido compartir el placer de la lectura.Es algo,pero no lo suficiente.
Tu texto me llena de emoción,y,como en las buenas historias que no hemos vivido he imaginado por unos momentos que yo estaba allí con vosotros.
Un fuerte abrazo.

Juan Herrezuelo dijo...

Amigas ABRIL y MYRA: meses antes de abrir este Loser ya barajaba la posibilidad de crear un espacio en la red que se centrara en aquella Tertulia. Los años en que participé en ella están entre los más enriquecedores de toda mi vida, y sé que quienes allí estuvieron la recuerdan con igual cariño. No he tocado el asunto Suipacha hasta ahora por varias razones, pero siempre estuvo ahí. La fortuna ha querido que en los últimos dos años, y después de mucho tiempo, varios tertulianos hayamos retomado el contacto.
Por otro lado, leo la palabra pasión en vuestros comentarios y yo no puedo sino remitirme a la que ponéis en vuestros espacios, ese creativo Apartamento, ese siempre conmovedor Pentimento. ..
Besos.

Juan Herrezuelo dijo...

FRACIS(PA)CO ORTIZ: Fijado está, imborrable; mejor aún: vivo. A ver qué nos inventamos ahora que la criatura ha vuelto a abrir los ojos.

JOSÉ LUIS M. C.: Aquella Tertulia surgió en el momento oportuno. Yo hubiera escrito de todas todas, eso es seguro, pero sé que hubiera sido un escritor diferente. No concibo un aprendizaje mejor, y más adelante explicaré más o menos en qué consistía. Por cierto, que Muñoz Molina jugó casualmente un papel en el asunto. Un abrazo

MARCOS: Son los comienzos de últimas noches en Granada, de síndromes, de funambulistas, de caníbales, de agónicos crepúsculos y sueños deshabitados… de muchas páginas, cada cual en su teclado y la inspiración (cuando llega) en el de todos. Un abrazo.

Juan Herrezuelo dijo...

FRANCISCO MACHUCA: Tuvimos suerte, sin duda, y el primer golpe, la primera ficha de dominó, el primer eslabón tiene el nombre, precisamente, de Vázquez Montalbán. El padre de Carvalho fue una especie de santo y seña para que dos compañeros de clase que no habían cruzado una sola palabra entre ellos se reconocieran en una misma admiración.
A mí me emociona saber que durante un instante tú te has sentido allí con nosotros, y sé de quien también se emocionará cuando lea tu comentario.
Un abrazo muy fuerte.

Darwin Bruno dijo...

Me gusto' el texto. Una historia muy interesante, llena de sentimientos.Un placer pasar siempre por aquí y leer tus experiencias que me gustan tanto, las que considero una enseñanza para mi . Te envío un cordial saludo amigo.

Raúl dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Raúl dijo...
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Raúl dijo...

Sonrío.

Y lo hago porque me gustan los homenajes que no se reclaman, si no que se merecen. Y a tenor de la ternura y la mesura que conjugas en el texto, éste parece que es de éstos a los que me refiero.

Creo además que en esta entrada no sólo evocas tiempos y personas que contribueyon a hacerte, también te evocas a ti mismo, reconociéndote y perdonándote desde el jodido púlpito que es la edad; lo que indica que has andado el camino sin reprocharte demasiadas cosas.

De entre tus amigos sólo conozco al bueno de Paco, quien ya es también amigo sabio de éste que te comenta.

Pd.- Me abstendré de hacer coñas sobre las fotos... o no: ¡Qué pintas tenías en aquel 1990. Por dios.

Sonrío, ya digo.

R.

Miguel Sanfeliu dijo...

Excelente entrada, gran homenaje. Letras sinceras y evocadoras que me hacen lamentar no haber formado parte de alguna tertulia similar. Buscando afinidades estuve en una época en una asociación de jóvenes escritores y resulta que el destino quiso que coincidiera con Paco y Miguel Ángel, aunque no llegamos a conocernos entonces. Ha sido la red virtual la que me ha acercado a gente como vosotros.
Y las fotos no tienen desperdicio...
Un abrazo.

Juan Herrezuelo dijo...

RAÚL: Prefiero reconocerme en primera persona del plural, en una fase que inevitablemente se conjuga a ratos en pretérito evocativo pero que sobre todo disfrutamos en presente de reencuentro. Y sí que me reprocho más de un par de cosas (ahora soy yo quien sonríe).
Creo que el camarada poeta estuvo en la presentación de Elefantiasis en Granada. En cuanto a las pintas… Bueno, sin duda es difícil abstenerse, y te lo dice un tipo cuya personalidad se asemeja a la de Chandler, de Friends.
Un abrazo.

Juan Herrezuelo dijo...

MIGUEL SANFELIU: Algo hay de gran tertulia virtual en esta aventura en la red, donde aún me muevo con tanta bisoñez pero de la que estoy disfrutando cada vez más. Lo bueno de aquella tertulia, como lo bueno de esta comunidad de bitácoras, es que encuentras esas afinidades. Un abrazo.

Carlos Espinar dijo...

Una cosa que tuvo aquella tertulia fué que crecimos como personas en ella y a través de ella, no sólo éramos soñadores con una búsqueda de nuestro particular Grial, éramos jóvenes un poco perdidos que nos encontramos en un recodo del camino y cruzamos juntos una calle que hasta entonces parecía no tener salida. Pero lo que más me marcó de aquellos tiempos, y que aún hoy, años después, perdura, es que conocí el verdadero significado de la palabra "AMISTAD".

Juan Herrezuelo dijo...

CARLOS: Cruzamos nuestra Abbey Road particular, juntos, no uno detrás de otro, como los de Liverpool, y saber lo especial que fue todo aquello hace que apenas nos encontramos (de tarde en tarde, qué le vamos a hacer), surja de manera inmediata el afecto, por ejemplo en la cola de una atracción infantil de feria. Un enorme abrazo, Carlos, viejo amigo.

Rochies dijo...

Antes que nada, permiso, llegué desde algún comment suyo que me gustó demasiado y pensé, si así comenta, cuanto mejor escribirá. Y no me equivoqué.
Nací a media cuadra de la calle de los conejitos. Siempre me pregunté en Suipacha y que habría Cortazar imaginado la escena...
Por el resto. Me encanta como sus letras cuentan. En mi caso me hice adicta a Borges a los seis sin interrupción de un sólo día. Las tertulias literarias han colmado mis días, y hoy por hoy el profesorado en lengua y literatura que a veces se escapa tanto del sueño inicial.
Seguiré recorriendo.

Juan Herrezuelo dijo...

ROCHITAS: Borgeanos y cortazarianos somos ramas de una misma manera de entender la literatura, creo, senderos que se bifurcan y en algún punto se cruzan y se separan de nuevo y así... Y por ahí vamos, los pasos en las huellas y en la mano una flor amarilla. Recibir noticias de tan cerca de la calle Suipacha es de esas cosas, como dice un amigo, que justifican haber iniciado una bitácora. Por lo demás, mientras estudiaba Filología aprendía más literatura en tres horas de tertulia, los sábados, que en 25 de clases durante la semana. Gracias por pasar y un saludo

Rochies dijo...

mal de muchos... me consuela que así haya sido. Sí, si cortazarianos y borgeanos somos la misma moneda.
Una flor amarilla tan análogo al otro, o al 25 de agosto de 1983.

Rochies dijo...

No paro de celebrar estas bitácoras, que producen los encuentros más causales. Un abrazo desde el barrio porteño.

Juan Herrezuelo dijo...

ROCHITAS: sublimes ejemplos de duplicidad, que es un tema literario que me apasiona. En La flor amarilla y en El inmortal contraponen los dos maestros argentinos su forma de abordar un mismo asunto: cómo interrumpir una vida perpetua. Un abrazo.

Rossina dijo...

Soy Rochitas, entonces prometame que me visita en mi laberinto. Lo espero aquí entonces.
http://delaberintosydeespejos.blogspot.com/2011/04/el-otro-por-cortazar-y-borges.html

Juan Herrezuelo dijo...

Prometido a cualquiera de las dos que sois una y su otredad.

Rossina dijo...

Qué a tono que se manifestó en este caso la duplicidad, no había caído en la cuenta. Me ha hecho reir.
Rochitas tiene su blog hace más de 5 años, y hace un año y medio con el nombre que anda por la vida, decidió volcar el material de su propio taller; también desde esa misma fecha creo un espacio astrológico que ahora tiene un poco abandonado. Gracias por todos sus ida y vuelta por demás enriquecedores. Un día de estos le fotografío la Suipacha, mi facultad está a una cuadra... A qué altura intuye puede haber estado el departamento de la señorita que se fue a Paris?

Juan Herrezuelo dijo...

Bueno, ROSSINA, basta imaginar dónde pudo caer más o menos el narrador cuando se arrojó de la ventana. Es seguro que no quedará rastro de su cuerpo en la acera, pero recorriendo la calle tal vez sobrevenga la intuición. Un saludo.

Clarice Baricco dijo...

Qué hermosa historia, y saber que ha dado fruto, pues más. Y la emoción de saber que ahí en la historia, se encuentra el buen amigo Francisco.

Abrazos fuertes.

Juan Herrezuelo dijo...

CLARICE: Y que todo haya vuelto a comenzar entre los tres primeros tertulianos, aunque a distancia, mejor. Un abrazo enorme.