miércoles, 13 de junio de 2012

Esos rostros en la montaña

San José, Níjar: un gigante al sol (JFH)

¿Quiénes son -o fueron- esos gigantes cuyos rostros parecen eternizados en una montaña, imperturbables, titánicos, asombro de criaturas tan pero tan fugaces como nosotros? No esos monumentales rostros tallados por la mano del hombre, no budas, ni faraones, ni presidentes, ni jefes indios, sino esos otros seres inconcebibles, de vida lentísima, sólidamente acomodados a la roca y sin embargo cambiantes, aunque no ante nuestros ojos; rostros acaso un poco menos adustos que hace cientos de miles de años, o un poco menos beatíficos, moldeados por una sucesión interminable de lluvias y de torrentes y de vientos, por una constante pero inapreciable transformación geológica.

 El Peñón de los Enamorados, en Antequera: un gigante dormido (JFH)

Una de esas colosales figuras le sirvió a Nathaniel Hawthorne para escribir a mediados del XIX un bellísimo relato titulado precisamente así, The great stone face, el gran rostro de piedra: esculpido por la naturaleza en una cordillera, imponente frente a un valle fértil y densamente poblado, una antiquísima leyenda afirmaba que algún día nacería en sus proximidades un niño que con el tiempo llegaría a ser el hombre más importante de su época y en cuyo semblante se concentrarían de adulto las exactas facciones de aquel mítico rostro de la montaña. Era una profecía transmitida de generación en generación, anterior incluso a los más remotos antepasados de los indios que un día habitaron aquellas tierras, susurrada en su origen por la corriente de los arroyos y el silbido del viento entre los árboles. Durante la larga y sencilla vida del protagonista del relato, son varios los personajes en quienes los habitantes del valle quieren ver el cumplimiento de la profecía, hombres que regresaron a su tierra después de una larga y fructífera vida: el comerciante inmensamente enriquecido, el general victorioso en mil batallas, el estadista de convincente oratoria, el sensitivo poeta. El oro, la espada, la política y las letras: ¿En quién se habrá encarnado realmente el Gran Rostro de Piedra?

 Machu Picchu: para deshacer el ardid basta con inclinar la cabeza hacia la izquierda 
hasta devolver la fotografía a su horizontalidad original
 
"Había gigantes en la tierra en aquellos días", dice el Génesis, gigantes que convivían ya -o aún- con los hijos de Dios y las hijas de los hombres (extraña distinción filial entre sexos). ¿Son estas caras que han llegado hasta nosotros testimonio de aquellos seres antediluvianos? ¿O son tan sólo la versión imperecedera de esas otras formas que de pronto creemos reconocer en una nube y que al instante se disipan?

23 comentarios:

El Doctor dijo...

Precioso texto.El rostro de piedra o el Comerrocas de cierta historia interminable.En el planeta Marte también se percibe el enorme rostro de un humano con cierta tristeza mirando hacia las estrellas.¿Sentirá envidia la montaña de nosotros? o ¿intenta decirnos algo que se nos escapa?Las nubes pasas y las montañas perduran.Me has hecho imaginar que posiblemente el viento y la lluvia fueron los primeros escultores de la Tierra.Cary Grant tuvo que lidiar en el monte Richmond con esos cuatro rostros esculpidos en la piedra por el hombre y el melancólico y puritano Hawthorne que desde su Nueva Inglaterra colocó a un hombre propenso a misterios pueriles que desaparece de su hogar para averiguar la impresión que causa unos días de viudez en su esposa;esa ausencia,que se prolongará durante veinte años, es decir,convertido en piedra.

Un fuerte abrazo.

Belkys Pulido dijo...

Las montañas se endurecen para sempiternas, pasar por narices, rostros, caras caprichosas simulando un poco, como el hombre, ser.
Me recuerdan una frase que leí en Cuentos del reino secreto de José María Merino:
Aquí, el alma del paisaje es activa, está como agitada, como pugnando por salir de sus sauces. Es una vibración. Parece el pulso de un dios.
Donde voy acaricio troncos, piedras e intento subir montañas, así me convenzo de cuan dinimuta e insignificante soy.

U-topia dijo...

Que texto tan bello, tan sutil, tan ¿acariciador?

Me gusta ver caras en las nubes o en las rocas, unas son brevísimas, las otras fijas. Nunca había ido más lejos, solo era el placer de descubrirlas.

Curiosa distinción entre sexos, sí. Mejor no elucubrar demasiado y hacer lecturas al respecto.

Un abrazo!!

Myra dijo...

Yo vivo una continua historia de amor con la montaña. Cuando era una cría a mis hermanos y a mí nos gustaba poner nombre a cualquier forma, humana o no, que adquiría alguna montaña o roca.
Cuántos momentos maravillosos de mi vida le debo a la montaña..
Muy bonito lo que has escrito, Juan.

Un beso.

Anónimo dijo...

He disfrutado mucho de tu recorrido y de los rostros de piedra que disparan nuestra imaginación, en una suerte de tributo a otros seres que nos habitaron, por qué no.

Abrazo desde el sur

José Luis Piquero dijo...

El fenómeno se llama pareidolia. Es lo que nos hace reconocer formas familiares en estructuras de la naturaleza o en cualquier objeto.
Hermoso texto. No despertemos a esos gigantes dormidos...

Vicente Corrotea dijo...

Resulta fascinante que eso que sabemos nos lo recuerdes tan bien. En cuanto a los gigantes -o Nefilim- el autor bíblico se ha remitido a una leyenda antigua en que los hombres gigantes eran los nacidos de la unión de seres celestiales (¿ET?) y mortales. Después, el judaísmo afirmó que los "hijos de Dios" son del linaje de Set, y las "hijas de los hombres" son los descendientes de Caín. Algunas corrientes cristianas feministas ven otro episodio del gran machismo contenido en la biblia. Como sea, Juan, tu comentario es muy bueno. Abrazos.

José Luis Martínez Clares dijo...

Los caprichos de la geología. El tienpo va modelando la piedra, dando forma a los rasgos, endureciendo su mensaje. Y después, claro, siempre hay alquien con la suficiente sensibilidad en la mirada como para distinguirlos y, además, dedicarles este texto. Abrazos, Juan

V dijo...

Hay que detener y pasear lentamente la mirada, contemplar ese gran lienzo que está deseando mostrar y explicarnos siglos de historia viva. Es pura cartografía humana. En ocasiones se habla de la "piel de toro" para referirnos no solo a nuestra orografía peninsular, sino a como ello define nuestro caracter, nuestro sentido del humor, nuestro perfil más hondo. Cada grieta es cada una arruga que tiene una razón de ser. Extraordinario texto Juan. Un abrazo.

Marcos Callau dijo...

Es mágico el texto que nos presentas hoy, Juan. Como lo son esos rostros rocosos. Las fotografías son impresionantes. No hay ejército de moais o esfinge egipcia, o Monte Rushmore que iguale la mano de la naturaleza. Un abrazo, Juan.

Juan Herrezuelo dijo...

Creo, FRANCISCO, que nada hay en nosotros que pueda envidiar una montaña. Algunos dirán: "¡la movilidad!"; pero de qué sirve si no sabemos hacia dónde vamos...

BELKYS: Plena coincidencia: acaricio troncos y escucho los susurros que emite el viento entre las hojas; guardo piedras de pequeño tamaño en las que creo advertir formas; subo montañas (el sábado lo hice) y me siento solo ante un valle...

LAURA UVE: me gustaría pensar que alguno de mis textos llegan a acariciar los sentidos.

MYRA: la montaña es el esfuerzo de ascenderla, la atención en la búsqueda del acceso más practicable, la compañía de ti mismo, la concentración en el puro acto de ganar terreno hacia arriba y luego, claro, la mirada amplia, abarcadora, gratificante, asombrada.

HORACIO: Y que nos habitan, pero en otro plano, a otro ritmo.

JOSE LUIS PIQUERO: Gracias miles por aportar ese concepto, PAREIDOLIA, que suena griego por los cuatro costados. Yo veo formas constantemente, en los dibujos del suelo de terrazo o en las vetas del mármol pulido, en el morro de los coches, que proponen a la imaginación un lenguaje gestual variadísimo, en las sombras...

VICENTE: Sé que hay traducciones que hablan, en ese capítulo 6, de "hijos de los dioses", en un extraño plural de la divinidad. Y en efecto, en uno de esos pasajes bíblicos más citados para quienes sostienen que hay referencias a alienígenas en la Biblia. Esas cosas, ya sabes.

Juan Herrezuelo dijo...

JOSE LUIS M. C., y V:
Si pudiéramos acelerar el tiempo comprobaríamos lo dúctil que es en realidad la montaña más dura. Recuerdo un documental en el que se recreaba el “súbito” alzamiento de la cordillera del Himalaya a causa del choque de ese trozo desgajado de África que es la India: ¿cuántas caras caben en un proceso así, a lo largo de miles de años; cuántas muecas, cuántas arrugas, cuántas deformidades faciales?

Juan Herrezuelo dijo...

MARCOS: Lo cierto es que la naturaleza es, a la vez, artista y obra, taller y exposición, cincel y mármol...

Isidre Monés dijo...

Magnífico Juan.
Vértigo da, pensar en un mundo futuro, con una raza humana extinguida y unos herederos
imposibles de imaginar, y esos gigantes resistiendo ahí, impasibles (el alemán, como decíamos en la escuela)recordando a nadie, unos rasgos ya olvidados.
Aunque más vértigo me da, imaginar la tierra poblada de dinosauros y alguno de estas rocas antropomórficas "avant la lettre",aún sin ningun espectador para sorprenderse ni trazar parecidos.
Que mareo!!

abril en paris dijo...

Siguiendo la linea "biblica" pare ce que son las montañas el refugio de los dioses o del Dios único que clama desde la montaña a un Moisés que vuelve trasformado en su vocero y a un Charlton Heston con la mirada perdida dirigida a Faraón y más tarde a su pueblo con aquellas tablas.
Las montañas que nos impresionan y nos desafian. Y esas caras..¿serán las caras de la tierra ?

¡Precioso texto el tuyo soñador de historias !

un beso

P.D. Si los dioses bajan hasta aquí o lo ET supongo que lo harán desde la montaña más alta.

Beatriz dijo...

La naturaleza generosa nos reserva siempre el beneficio del asombro. Ese asombro que a veces nace desde una cueva donde la vida se ha perpetuado a través de signos milenarios o como lo reflejan tus fotografías de perfiles en las montañas que sirven al hombre para imaginar, para inventarse formas o como lo hacíamos de niño con las nubes o con la sombra de los árboles proyectadas en la tierra.
Creando nuestro mundo.
Sin embargo hay cada vez más quienes se ocupan de anular esa capacidad de crear, creer y crecer con la fantasía.

Con tu texto me he sentido un poco la niña que abría los ojos e inventaba historias a veces sólo observando el cauce de un río o las laderas de las montañas.

Siempre hay algo o alguien que nos hace más agradable el día

Un abrazo

Rosa María dijo...

Bello relato. Es muy grato entrar y leer.
Un abraciño

Diana H. dijo...

Precioso, Juan. Me recordaste al "Old Man of the Mountain", que conocí en New Hampshire en 2001. Al buscar una foto para sumar a tu galería... encuentro que se cayó en 2003!
Los hombres de la montaña, querido Juan, también perecen...
Te dejo el "before and after" en este link.

http://ethanash.com/tag/old-man-of-the-mountain/

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Que original esta mirada. Nunca se me habria ocurrido ladear la mirada para transformar el Machu Pichu en un hombre ceñudo. Un saludo

Raúl dijo...

Qué caprichos naturales.
Un texto precioso, Juan. Como siempre.

Disculpa mi ausencia durante estas semanas. Promoción, trabajo, promoción... así se llama mi condena.

Juan Herrezuelo dijo...

Qué idea tan inquietante la que propone ISIDRE: esos rostros humanos antes y después de la existencia de la especie, rostros anticipatorios y testimoniales, pero, ¿para quiénes? Como inquietante es la desaparición de ese Old Man of the Montain de New Hampshire que he visitado a través del pasadizo/enlace que abre DIANA: no sólo nada es eterno, es que yo fotografié un rostro extraordinariamente parecido hace dos sábados, en un bello lugar llamado Rodalquilar…
¿Rostros duplicados?
Ya ves, BEATRIZ, que sigo imaginando con la excitante fascinación de un niño. Y ya me hubiera gustado fotografiar también el Machu Picchu, y no limitarme a poner el truco…
Un abrazo a todos.

XuanRata dijo...

Debe de ser por todo esto nuestra afición a escalar montañas, para poder mirarlas directamene a los ojos. Qué sería de nosotros sin los mitos, cómo daríamos razón de nosotros mismos.
Un abrazo.

Juan Herrezuelo dijo...

XUANRATA: Para mirarlas a los ojos y para mirar el mundo desde la altura de sus ojos... Los mitos son nuestras semillas. Un abrazo.