domingo, 9 de septiembre de 2012

Mitología del espejo

Antonio López. Lavabo y espejo. 1963










Espejos: jamás se ha dicho todavía con certeza
lo que sois en vuestra esencia.
Vosotros, colmados de intervalos de tiempo
como los intersticios de un cedazo.
Vosotros, pródigos de la sala vacía...
Rainer Maria Rilke
Sonetos a Orfeo

¿Es de extrañar que a veces nos miremos desde el espejo con algo parecido al miedo, siendo tan cierto que no podemos estar seguros de quiénes acompañan a nuestros reflejos cuando no los vemos, cuando no estamos ahí para hacerles aparecer, cuando los dejamos solos?

Veamos: Jurgis Baltrušaitis (1903-1988), en su excelente libro El espejo (“Ensayo sobre una leyenda científica”), nos dice que el griego Pausanías atribuyó a los cuerpos reflectantes la capacidad de hacer aparecer fantasmas, y también que Lucrecio afirmó: “El mundo entero está lleno de simulacros invisibles que se desprenden de la superficie del objeto, girando al azar en la atmósfera, y adquieren apariencia cuando golpean en una pantalla reflectante”. Podemos decir, pues, que sumados los vivos y los muertos se deduce que la población de los espejos es mucho mayor que la de este otro lado, pero también que nuestra imagen en los espejos conoce el secreto de los fantasmas.

¿Y aquella antigua asociación del espejo con las prácticas de brujería? En efecto, en una bula de Juan XXII aparece la siguiente afirmación referida a los participantes de un aquelarre: “A veces encierran a los demonios en un espejo para interrogarlos”. Pareciera como si los acólitos del demonio utilizaran el espejo de la misma manera que utilizaban en sus sacrificios pequeños corderos blancos, niñas impúberes y todo cuanto hiciera referencia a la pureza. Para ilustrar una vieja sentencia medieval según la cual “el espejo es el verdadero culo del diablo”, Baltrušaitis nos recuerda un detalle de El jardín de las delicias, de El Bosco, en el cual aparece un espejo de acero recubriendo las nalgas de un personaje monstruoso que se arrastra bajo el trono de Satán.

 El Bosco. El jardín de las delicias. El infierno.

Por su parte, en el libro Los abusos de los espejos, Bernardo Cesi establece una cronología mítica de la la progresiva corrupción del espejo. Nos dice cómo en el comienzo de los tiempos el mundo era tal y como uno se lo imagina: limpio y claro. Los espejos naturales existían para que los hombres pudieran conocerse, y sus primeras revelaciones habrían tenido lugar en la edad pastoril, cuando el hombre vivía en un ambiente que ignoraba los artificios. Cesi menciona un pasaje de Virgilio en el que da cuenta de las distintas etapas en que fue “degradándose” el uso del espejo: los hombres de aquel tiempo, dice, no empleaban aún como instrumento de vicio lo que había sido creado para su propio bien, y no utilizaban para el libertinaje y el lujo los inventos de la Naturaleza. El azar enseñó a cada uno su rostro. Luego, como el amor que los hombres sentían naturalmente por sí mismos les hacía encontrar placer al mirar sus propios rasgos, bajaban a menudo la vista hacia objetos en los que habían visto su imagen…

Todos los espejos el espejo: El espejo de Venus, del que procede el símbolo femenino, una circunferencia en cuya parte inferior va unida una pequeña cruz, y la catoptromancia, o el arte de la adivinación por medio del espejo, y los espejos rotos, desazón de supersticiosos, y el espejo mágico de la perversamente vanidosa reina de Blancanieves, y el espejo franqueable de Alicia, y la misma cara, sin ir más lejos, que es el espejo del alma y por tanto muchas veces un espejo frente a un espejo, y también el espejo como arma, ese espejo ustorio que Arquímedes usó para quemar y destruir la flota romana que asediaba Siracusa, y el espejo de tinta, que según refirió Borges fue aquél que un hechicero vertió en la mano ahuecada de un tirano del Sudán y en cuya superficie podían verse todas las apariencias del mundo, y el espejo acuático de Narciso, que es, al fin y al cabo, semilla de todos los espejos, la superficie reflectante que devuelve un rostro ignorado, el de un extraño que mira fijamente a los ojos y tiende la mano hacia la mano tendida de quien lo ha descubierto, “Mas su mirar no entiende que es mirarse, / ni este su querer era quererse, / ni que su desear es desearse, / ni su no conocer desconocerse”, como escribió Hernando de Acuña: o en palabras de Federico García Lorca: “Narciso. / Mi dolor. / Y mi dolor mismo”.

En los espejos se dan cita el misterio de nuestra identidad y el misterio propio de sus superficies y de sus profundidades. Y están aquí, encerrados con nosotros, casi desde siempre. Multiplicándonos.


 
Paul Delvaux. Le miroir. 1936

15 comentarios:

José Luis Martínez Clares dijo...

Sin palabras ante un espejo. Así me has dejado, amigo Juan. Además, temiendo que la cara sea el espejo del alma. Absorto. Admirado. Un abrazo

abril en paris dijo...

Mirror mirror..
Y nada que añadir, nada que esté a la altura de tus palabras.
Ese viejo lavabo de Antonio Lopez tan cotidiano..tan perfecto reflejo del pasado.
El único espejo que me gusta es el reflejo en los ojos de mi amado.( o su recuerdo)

Un beso

P.D. ¡Tremendo Jardin de la Delicias !

abril en paris dijo...

Ahora que regreso a tu espacio y releo el comentario anterior me doy cuenta de que me ha quedado demasiado "cursi" ja ja..
Nada que ver con la bella durmiente, te aseguro.

Otro beso de lunes :-)

Myra dijo...

Ya te hable de la obsesión de Alejandra Pizarnik por los espejos muchas veces utilizados en sus poema. Te dejo uno muy breve:
Caminos del espejo:
"Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche. Como una ñiña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia."

Bonito repaso a la historia del espejo.

Un beso

U-topia dijo...

El espejo siempre se ha considerado como objeto de vanidad femenino: "Espejito, espejito, dime quien es la más bella...".

Pero aquí planteas el espejo con una variedad de posibilidades mucho mayor.

Muy interesante.

Maria dijo...

El espejo es como nuestro segundo yo.
Me gusta el cuadro último de la entrada.
Saludos.

Juan Herrezuelo dijo...

JOSE LUI M. C.: Tras descender de La montaña mágica he entrado en el tenebroso territorio de Bram Stoker: algo hay en estas páginas de espejos, almas y falta de rostros… Muchas gracias por tus palabras y un abrazo.

ABRIL: Del cuadro de López me fascina, además de su prodigiosa técnica, ese estar frente a un espejo y no hallar reflejo: como atisbar la intimidad del cuarto pero sin estar. Por lo demás, nada de cursi: no hay mejor espejo que los ojos de la persona amada, donde queda impreso lo mejor de nosotros mismos. Un beso.

Juan Herrezuelo dijo...

MYRA: Me gusta mucho la poesía perturbadora de Pizarnik, y más aún sus Diarios. A los versos de ella que me brindas, yo envido con unos de Gamoneda: “Ves el espejo sin mercurio. Es sólo vidrio sumergido en sombra y dentro de él está tu rostro. Así/ estás tú dentro de ti mismo.” Un beso.

LAURA: La relación de uno con su reflejo trasciende la vanidad. Nadie sabe tanto de nuestra soledad como los espejos. Y si nos descubrimos sin querer reflejados junto con otras personas, nos invade la sensación de extrañeza.

OHMA: Somos otros en los espejos, en la oscura trasparencia de los escaparates, en la pantalla apagada de un televisor… Bienvenida al Loser. Un saludo

V dijo...

Un repaso tan adisctivo como seductor. Espectacular en todo caso. Vuelvo a mirarme en el loser y descubro las mil caras que me devuelve su espejo.
Me ha alegrado mucho reencontrar aquí la historia de Borges, que otorgaba un significado tan suyo al objeto de esos anhelos.
Esta mirada a nosotros mismos me recuerda que hay cosas que aun no he leido y que nunca se debe perder de vista la perspectiva de la mirada. Soberbio Juan. Un abrazo.

Beatriz dijo...

por esta vez y sin que sirva de precedente creo que mi comentario en tu post anterior "refleja" lo que siento, lo que de de mí queda en ese desdoblamiento y en el que el tiempo marca otros compases.

Un abrazo
Muy didáctico tu post. Se aprende y se disfruta con su lectura-

Jon Alonso dijo...

Amigo, Juan. Compruebo que el espejo refleja mi maldita sombra entre Wilde y Stevenson. Has compuesto letras hermosas entre la belleza de sabios pinceles. Me cuesta y no encuentro la receta al pangea. Será este maldito tiempo de injurias sobre Allende e inocentes, que me consume la barbarie. Esa, que marca la maldición del 11. Siento la tristeza de Neruda como el apretón de manos al juglar. Ni el 10, ni el 11 ni el 12. He reaccionado hoy, el 13. No tengo remedio. Abrazos

El Doctor dijo...

La posibilidad de que el ser humano se vea a sí mismo y se vea en movimiento es una alucinación que la Humanidad solo había experimentado de forma primitiva utilizando las aguas de un río o de una fuente, la magia de un espejo y poco más.Después se inventó el cine,pero la importancia del cine como arte narrativo no tiene mucho que ver con la trascendencia del cine como planteamiento total de la vida.
Entonces,cuando desde el principio se ha sido dos, cuando no se puede ser sino dos,jugar se convierte en el espacio inírico de un sueño,en la devastación del espejo,en su terrible y dulce baile de perspectivas en las que al fondo siempre se supone una sombra,una sombra pequeña,casi neutra,casi triste,vestida como nosotros cuando éramos niños,que nos ofrece una flor.
Quiero creer en Alicia cuando traspasó el espejo y en lo que vio allí.

Fenomenales artículos,querido amigo y un fuerte abrazo desde este otro espejo de ilusiones que es internet.

Juan Herrezuelo dijo...

V: Cómo no iba a estar un objeto tan mágico como el espejo entre los símbolos borgeanos: imaginemos un espejo que duplicara laberintos, bibliotecas y, en una duplicación de lo infinito, al Aleph. Gracias por tus palabras. Un abrazo.

BEATRIZ: bienvenidas sean siempre tu imagen y tus palabras, que te reflejan tal como eres en las lunas del Loser. Un beso.

J.C ALONSO: Tal vez en todos los espejos se oculta nuestro Dorian Gray, nuestro Mr. Hyde. Septiembre es pródigo en aniversarios luctuosos, pero también en magníficas canciones. Saludos.

Juan Herrezuelo dijo...

FRANCISCO MACHUCA: Lo cierto es que siempre nos resultará extraña nuestra imagen en una pantalla, pues para nosotros mismos somos la imagen que nos devuelve el espejo, y ésa no concuerda con la que resulta de una grabación.
La imagen de nosotros mismos niños tendiéndonos una flor desde las sombras de un espejo es maravillosa, amigo. Me ha conmovido. En cada mirada al espejo hay una nostalgia del niño que se asomaba y hemos perdido.
Un abrazo.

Marcos Callau dijo...

Muy interesante Juan. En cuanto has nombrado los espejos rotos se ha representado en mi mente la escena de "El apartamento" y el espejo roto en el que se refleja Jack Lemmon primero y Shirley después. Espejos, sin duda, paisajes mágicos que nos acompañan cada día. "El jardín de las delicias" es una de las obras cumbre y creo que fue ante la que más tiempo me detuve, admirándola. A pesar de ser una de mis obras pictóricas favoritas no había reparado en el detalle del espejo. Muy curioso. Un abrazo.