sábado, 9 de febrero de 2013

Palencia. Palabra y luz


Foto: JFH

Uno de los cuadros que hay en mi casa representa un extenso campo de girasoles en cuyo extremo, allá a lo lejos, alzándose contra el cielo, se adivina el perfil de Paredes de Nava, el pueblo palentino donde, como escribí hace años, está el manantial de mi sangre. Es un cuadro pequeño, de veintiuno por treinta y seis centímetros, y fuera cual fuese el propósito de mi padre al pintarlo (si es que puede hablarse de propósito en la elección que hace un artista del motivo de su obra), yo he adquirido el hábito de mirarlo para relajarme: hay realmente un horizonte hacia el que tender la mirada, y hay igualmente un silencio mitad amarillo, mitad azul plomizo, en el que lentamente el pensamiento va como disolviéndose. Es el horizonte que ni quiero ni podría perder aunque quisiera, aquél en el que están hundidas mis raíces, el horizonte del que proviene este sabor a Castilla que hay en mi sangre, este gusto a cereal y a piel de oveja recién curtida y a uva de majuelo familiar, este eco de dulzainas rizando apenas las aguas lentísimas del canal, este zureo en el vientre de un palomar o el crotorar de una cigüeña en lo alto de una espadaña, esta aspereza de adobe en la yema de los dedos y el dolor punzante de los cantos del río en la planta de los pies. Y no se trata sólo de sedimentos de infancia –salí de Palencia a los doce años-, sino del hecho cierto de que todos y cada uno de nosotros somos un tramo, únicamente un tramo, del largo río de un linaje: y si mis aguas discurrieron durante siglos por tierras castellanas, ¿a qué iba a saber y sonar mi sangre o cuál iba a ser su tacto?

El pasado martes se presentó el libro Palencia. Palabra y luz, editado por la Diputación provincial. Lo recibí ayer viernes, y es sin duda un hermoso libro coral, punto de encuentro entre literatura y fotografía. En sus páginas se dan cita nada menos que ciento veinte palentinos de nacimiento o adopción,  setenta y seis escritores y cuarenta y cuatro fotógrafos, y me complace formar parte de él, pues es la primera vez que me vinculo de manera efectiva a un proyecto cultural en Palencia. En esta soleada Almería en la que vivo desde hace ya tantos años, donde siempre me he sentido bien acogido, donde generosamente me consideran uno más entre los suyos y por donde fluye ya, fresca, sabia y tumultuosa, la vida de mi hija, sigo mirando hacia Palencia con nostalgia: mi sangre suena a jocosa rumba del río Carrión, por el que pasaba un submarino cargado de borrachos, y todos palentinos; sabe galletas recién horneadas y a lechazo churro y a pipas Facundo, aquellas que el toro lamentaba, al morir, no haber probado antes de dejar este mundo; tiene, en definitiva, el tacto suave y descendente de un arambol.

Mis felicitaciones al poeta Julián Alonso y al fotógrafo Javier Marín, que han coordinado el libro.


Girasoles. Escolástico Fernández


13 comentarios:

José Luis Martínez Clares dijo...

Las raíces van con nosotros a todas partes y son fundamentales para manternos en pie cuando todo a nuestro alrededor nos invita a caer. Enhorabuena por ese libro que alberga tantas cosas. Abrazos

Marisa dijo...

En la descripción de ese cuadro y de esas tierras de meseta vieja, he visto latir lo que solo pueden sentir y describir las venas de sangre castellana.
El cuadro de tu padre me ha hecho recordar esos atardeceres de girasoles brillando más que nunca bajo un cielo azul plomizo que amenaza con desplomarse encima de ellos para darles vida. Me encanta.

Por último felicitaciones por tu participación en proyecto. Cuando en el trabajo existe una motivación afectiva, el resultado solo puede ser de gran calidad y profundidad.

He comprendido perfectamente ese alma castellana desarraigada. Yo también lo siento así en ocasiones, aunque estos días festivos estoy disfrutando de mis orígenes.

Un abrazo y muy buen fin de semana, Juan.

Beatriz dijo...

Querido amigo.
he venido a releerte, a disfrutar de este viaje de ida y vuelta con el que me identifico,
Y he tenido que reflexionar a la hora de comentar tu texto.
Y me explico: bien sabes que soy una emigrante que llegué a estas tierras huyendo de una dictadura simplemente porque nuestras armas eran las palabras( digo nuestras porque también hablo de mi compañero) Aquí tengo, emocionalmente casi todo. Aquí me he sentido, como tu dices, muy bien acogida y aquí han nacido mis hijos Con lo cual bien podría decirte que esta es mi tierra.
Pero... la vida nos encasilla en laberintos en los que no encontramos la salida y hoy me toca el regreso y otra vez "forzado".No hace falta que te dé detalles pero todo es consecuencia de lo que pasa, de lo que nos pasa a la gente que sólo pretendemos pequeñas cosas.

Por ello es que hoy casi me negaba a comentar tu texto. Porque hasta hoy me niego a admitir lo que nos está ocurriendo.

Un abrazo muy fuerte. Hoy especialmente tu Loser es para mi un refugio , un rincón en donde junto al sonido triste de un saxo puedo derramar alguna lágrima y que nadie lo note porque puedo protegerme en su penumbra.
Estaré por aquí hasta mayo aproximadamente. Aquí se quedan mis hijos y con ellos casi todo de mí.

Hermosos girasoles han brotado de las manos de tu padre.

No sé si alguna vez te dije que mi abuelo materno era un almeriense que también emigró a mi tierra natal . Ya vez porque hoy me siento especialmente frágil

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Bello cuadro has pintado con tus letras, como otro día hiciera con sus pinceles, ese padre que te dió la vida.
Enhorabuena por aparecer en ese libro, esperoque lo disfrutes mucho.
Besicos muchos.

Rochies dijo...

y yo me enamoré de ese Palencia a los doce años y de la frescura con que la lleva tan dentro, tan nítida, y como si eso fuera poco y por lo que entiendo hoy hecha tinta.
Un abrazo
Yo también abandoné una casa a los doce y he hecho malabares para volver.

Miguel Cobo dijo...

Hermosísima afluencia riográfica, caudalosa en hondura y en belleza, baja hoy, torrencial, desde el Carrión al Guadalquivir, arrastrando los cantos rodados des espacio y del tiempo; de la sangre y de la vida.
Y como aún no he visto el precioso libro reseñado, me quedo con tu palabra deslumbrante y con la luz del espléndido paisaje de tu padre.

Un abrazo inmerso en la emoción, Juan.

V dijo...

En este caso las dimensiones del uadro son inversamente proporcionales a ese horizonte al que todos miramos. En ocasiones plagado de girasoles...
Es una estirpe muy noble la que nos une alcauce de la naturaleza que nos vio crecer. Formamos parte de ella en realidad.
Y bueno es que salgan libros que lo recojan y den muestra de ello. Un abrazo

abril en paris dijo...

En tus palabras nos reconocemos todos pero que nos es imposible expresar con tanta brillantez y tanta verdad.
Quizá sí,ésto último porque todos somo emigrantes en mi caso de una Castilla a otra como hicieron mis padres a la inversa.
No hay nada más hermoso que ese sonido del fluir de un rio y contacto con la tierra y la calidez del sol tumbados en un campo de trigo cerca de esos girasoles deslumbrantes.
No me extraña entonces esos sentimientos tuyos y la sensibilidad que trasmites al escribir..de un artista como tu padre a otro, que usas la pluma como él usaba el pincel.

Un abrazo

Jon Alonso dijo...

Juan, lo primero enhorabuena a Palencia y los palentinos; son como bien dices parte de ese majuelo de buena tinta castellana. Austeros,creativos y generosos. Un texto hermoso. Por cierto, que no se me olvide un detalle; si ves al subdelegado de gobierno, Sr. Cárcel. Dale recuerdos de mi parte. A veces, en política hay gente de muy buen gusto y honesta...Un abrazo

Juan Herrezuelo dijo...

Compruebo, Amigos, que quien más quien menos lleva dentro el recuerdo de una partida y la nostalgia de aquella primera luz, o tiene un río
circulando en sus venas, real o figurado, o gusta de mirar horizontes
que lo son casi siemprer lejanos, perdidos y de grandeza -cuestión de
cinefilia-.

(Pero permitidme que me dirija a BEATRIZ de manera más personal: Desconocía tu "regreso", y me dejas muy conmovido. Gracias por hacerme(nos) esta confidencia. Aun sin esos "detalles", puedo reconocer mis temores de hoy, porque también mis pretensiones han sido pequeñas siempre y sé que en estos tiempos eso se paga. Por cierto: yo vine de niño a la ciudad en que vivo, por traslado laboral paterno, y años después ese traslado tuvo su vuelta pero ya sin mí: por eso la nostalgia no lo es solo por un paisaje; es también separación)
Gracias a todos. Enriquecéis cada entrada de este espacio.

Raúl dijo...

Leo el primer párrafo de tu entrada. Y luego vuelvo a leerlo. Y repito un segundo más tarde el ejercicio, y ya son tres las veces de mi contento.

Marcos Callau dijo...

Enhorabuena por tu participación en este libro. Es admirable cómo resultan nuevos, o despiertan nuevos sentimientos, los cuadros que hace tiempo cuelgan de nuestras paredes. Me ha gustado ese campo de girasoles, ese amarillo partiendo el azul. Abrazos.

Anna Genovés dijo...

Magníficas palabras que huelen a campos de girasoles.

Castilla tiene ese poso errante de los hidalgos.

Un abrazo, Ann@