Camarada, amigo Juan:
Ahora que hemos completado la trilogía del Elogio del silencio necesito hablar; perdona que interrumpa tus consideraciones sobre el bueno de Scott. Sabes que Emilio y Jean Jacques han secuestrado el tren de nuestra concomitancia literaria justo en cierta estación y por allá nadie presta oídos a mis desvaríos.
Quiero hablarte de caminos y maestros.
Todos los caminos conducen al hoy, al ahora -hic et nunc-, a la observación meticulosa del devenir, del entorno, de nuestra pertenencia a él, de nuestra interacción con lo otro. Caminar observando en plenitud emociona hasta una profundidad inalienable. No hay camino solitario, pero hay silencios compartidos, mientras se camina, que conducen a eso que llaman comunión. Hasta donde me es humanamente posible discernir, el camarada Paco, tú y yo compartimos un camino.
A cada paso siento más la trascendencia de un largo silencio y es curioso comprobar que la belleza no se esconde en manifestaciones clamorosas, la belleza no grita, no, la belleza escucha.
He ahí la otra dimensión reveladora del camino. De una u otra manera el tránsito proporciona encuentros, descubrimientos. En ese trance aparecieron nuestros maestros, aquellos que nos explicaron partes del camino antes de que nosotros llegáramos, aquellos que nos advirtieron de las maravillosas excelencias que atesoraba, aquellos que pasaron por allí y ya no están.
Era inevitable sentir el peso de la ausencia en unos, el vértigo de la pérdida inminente en otros y la tentación de creer que el sentido de la vida era seguir sus pasos. Nada más lejos de la verdad: caminante, no hay camino, sino sólo el caminar.
Digámoslo de otro modo ahora: el camarada Paco, tú y yo compartimos un caminar.
La belleza escucha. Es el modo en que ella nos escucha lo que nos hace vulnerables a su inquietante serenidad. Es imposible no hablarle con dulzura, imposible no pedirle que se quede con nosotros para siempre, imposible, al menos, hasta que aprendemos a escuchar, a escuchar caminando.
Este es el fundamento de aquello que tanto hemos ansiado: nuestros maestros, cada uno de ellos buscando la belleza hasta que, colmados por ella, fueron transformándose en belleza ellos mismos. El Elogio del silencio no era más que eso, ya lo ves, un juego de transformación.
Pero perdona, camarada, amigo Juan, esta intromisión. Y tan sólo déjame que pronuncie en voz alta un deseo, un presagio: es muy probable que en el Loser, una de estas últimas noches de insomnio y novela negra desemboque en la aurora y no quede más remedio que correr desde ese lugar donde nos ocultamos para coger el último tren de la Estación Suipacha, un tren predestinado a recorrer largos pasadizos, a conminarnos a seguir la estela de algún funambulista imaginario. Y cuando llegue la hora, créeme, allí estaremos, sacudiéndonos una y sesenta y seis veces, si es necesario, el veneno de la fatiga.
Un fuerte abrazo de tu amigo y camarada José Luis.
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El escritor Raúl Ariza, que en apenas unos días presenta su segundo libro de relatos, La suave piel de la anaconda (editorial Talentura), me ha hecho el inestimable regalo de dedicarme el último cuento aparecido en su blog, El alma difusa (blog que, por otro lado, no necesita presentación). Desde la complicidad cada vez más perceptible entre el señor Ariza y quien esto escribe (sonrío), le deseo, te deseo Raúl, para este nuevo libro un éxito aún mayor (y ya es decir) que el cosechado con el magnífico Elefantiasis.
10 comentarios:
Es difícil superar el éxito Elefantiásico pero seguro que Raúl lo consigue. un abrazo, Juan y oro para Raúl.
Y yo me quito el sombrero y os hago una reverencia..
¡Qué gran cosa la amistad..!
Un abrazo y muchisima suerte :-)
Esa expresión con la que te diriges al amigo, como camarada, lo dice todo, Juan. Estoy seguro de que Fitzgerald sonreiría. Y es verdad que la belleza escucha,aunque de vez en cuando como es tu caso también debe ser escuchada. Un abrazo.
Hermosa muestra de amistad plasmada en el género epistolar, últimamente tan abandonado por mor de la irrupción de las nuevas tecnologías en nuestras comunicaciones.
Tras leerla he rescatado de los anaqueles el nº 248 de la revista LITORAL, Cartas&caligrafías, una auténtica fiesta visual y literaria, imprescindible no solo para los amantes del género. Y bien podría figurar ahí la de José Luis con todo merecimiento.
Un placer, como siempre, volver a tu blog, amigo Juan.
Un abrazo
MARCOS: Yo, por mi parte, estoy deseando leer esta suave piel de la anaconda. Un abrazo, Marcos.
ABRIL: Lo cierto es que esta entrada está llena de amistad, y me complace: la vieja amistad entre camaradas, que viene de 25 años atrás (José Luis, que me escribe, Paco y yo) y una nueva y gozosa amistad bloguera con Raúl Ariza (y con la dueña de alguna buhardilla "parisoletana", por cierto). Un beso.
V: Lo de camarada viene de hace mucho tiempo, en relación, antes que a nadie, con José Luis Campos, que es quien me escribe esta carta que yo no he dudado en publicar aquí: fue, desde el comienzo, "el camarada poeta", y lo extendimos a los tres. Luego descubrí estos versos de Gamoneda:
"... sentir la vida de los camaradas
es ser el camarada de uno mismo"
Un abrazo.
MIGUEL COBO: Mi pasión por el género espistolar, que es también la del camarada poeta y funambulista imaginario, la dejé plasmada yo en unas cartas ficticias entre Cortázar y el poeta Fermin Estrella, que versaban precisamente sobre eso. Buscaré ese número de la revista Litoral para empaparme más. Un abrazo.
Querido Juan.
La palabra camarada lleva en si misma tanto de belleza como de profundidad. Agrega a la amistad, a esa gran amistad, esfuerzos comunes, aficiones compartidas,noches en desvelos de tertulias,copas por medio, el sonido de un un piano o de un saxo, y el respeto y gozo de un tiempo compartido .Eso es "compartir un camino". Sentirse más que amigos, conocerse, hacer del silencio un trayecto desde, donde no dudo, han ido naciendo vuestras palabras, vuestras emociones.
Enhorabuena a ti, a Paco y a josé Luis Campos.
Creo que será imprescindible, el que me acerque, para disfrutarlos En la Estación Suipacha.
Mis más sinceras felicitaciones
Saludos
Es un honor haber podido participar con esta carta en el Loser. Agradezco en la parte que me corresponde los comentarios de todos. Pero quiero haceros saber que, en estos momentos, la calidez de nuestra relación se mantiene a muchos kilómetros de distancia. Puedo confesaros que es para mí algo imprescindible y cercano. Imprescindible y cercano.
Un abrazo a todos.
Ah, el camarada José Luis, que nunca se fue y nunca olvidó, qué gran tipo.
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