Giovanni Sartori hablaba en su Homo videns: la sociedad teledirigida del hombre "postpensamiento", del hombre que ve frente
al hombre que piensa (cada vez menos), del consumidor de imágenes frente al
consumidor de palabras escritas, del homo insipiens, en definitiva, y de cómo de todo ello se infiere una regresión
evolutiva. Renunciando al pensamiento abstracto renunciamos al símbolo,
renunciando al símbolo renunciamos a la racionalidad. La televisión, dice
Sartori, produce imágenes y anula los conceptos, de modo que atrofia nuestra
capacidad de entender. Necios ha habido siempre, añade, pero estaban dispersos,
aislados y neutralizados. La televisión –que “favorece a los estrambóticos, a
los excitados, a los exagerados y a los charlatanes”, que “premia y promueve la
extravagancia, el absurdo y la insensatez”- los ha reunido y ahora se han hecho
fuertes. "En el pasado no contaban; hoy se encuentran y, reuniéndose, se
multiplican y se potencian". "La ignorancia casi se ha convertido en
una virtud". Los medios de comunicación, dice, no reflejan los cambios que
ocurren, sino las transformaciones que suscitan: el productor produce a sus
consumidores y estos, a su vez, se vuelven adictos al producto.
Qué triste no poder sino asistir impotentes a la consolidación de
aquello que Rafael Argullol llamó en un luminoso artículo, “el
prestigio de los necios”. En aquel texto, publicado en El País hace ya varios
años, Argullol hablaba de una joven de Elda que se había suicidado en esos días
como consecuencia del acoso escolar al que estaba sometida; era una estudiante
de 16 años con un excelente rendimiento escolar que había empezado a suspender
asignaturas a propósito para libarse de la presión; y escribía
Argullol: “no es infrecuente que los escasos estudiantes propensos a leer algún
libro lo hagan en secreto, ocultos a las miradas de los demás, no sea que
llegue a los matones de turno y sus estultos seguidores la noticia de que
alguien quiere saber algo que no está en la televisión o en la publicidad”.
Pero, ¿y si todo formara parte digamos de un plan preconcebido?
Estaríamos ante una teoría de la conspiración más, es cierto; pero, ¿y si la
nefasta influencia que ejerce la televisión en nuestras sociedades no fuera
causal? Decía Marshall
MacLuhan que el contenido de
un medio sólo es el jugoso trozo de carne que lleva el ladrón para distraer al
perro guardián de la mente. Muy bien pudiera ser que la distracción que nos
proporcionan las distintas televisiones no fuese tan inocente; de hecho, nos
dicen que la proliferación de programas inmundos estaría en proporción directa
a la necesidad de distraerse que manifiestan los espectadores, siendo distracción la palabra clave. Pero, ¿distraer no
significaba, además de divertir, entretener
y recrear, también apartar la atención
de una persona del objeto a que la aplicaba o a que debía aplicarla? La
llamada “industria del entretenimiento” vive un verdadero auge; pero, ¿qué
ocurre realmente mientras nosotros estamos siendo entretenidos? Nos
distraen, nos entretienen… Suena como un timo, pero a gran escala, a una escala
planetaria: están los timadores, están los ganchos y están los incautos.
En definitiva: ¿Y si todo lo que damos por
cierto, o buena parte de ello, no lo fuera? Por si acaso, fortalezcamos nuestra
indignación, y leamos, y pensemos, y por tanto dudemos, aun a riesgo de ser
ahora nosotros los dispersos, los aislados, los
neutralizados.
25 comentarios:
Leer, pensar, dudar, cuestionar y cuestionarse, qué queremos y por dónde estamos transitando. Cuanto más programas vacíos de tele, más fácil sencillo es dar por ciertos los argumentos que lapidan la política (pienso en la crisis por la que atraviesa España, esa misma que en el 2001 argentino nos costó muertos y heridas que todavía sangran). Por acá también sufrimos de esos programas vacíos, si te sirve de tonto consuelo, pero, creo, que cierto pensamiento crìtico (no tanto no creas), se asoma entre las cenizas.
Abrazo, muy buena entrada.
Cuando me entretengo, pienso que estoy dilapidando mi tiempo. Es tan breve, tan efímero. Y hay tantas cosas que no podré hacer por falta de tiempo. Entretener es dejar pasar ese tiempo de manera que no nos afecte su fluir. Perderlo sin que nos duela. Vivirlo anestesiado, en definitiva, en la medida de lo posible.
¿Y si con ese entretenimiento se nos está yendo la vida, yendo, yendo, como agua que no volverá y solo obtenemos la piel del fruto y tiramos su contenido todo?
Buen escrito, Juan.
La cultura actual, que es una cultura de la avidez y de la insatisfacción ha generado un sistema productivo que ya no está dirigido a satisfacer las necesidades existentes. Hay un exceso de producción, una obsesiva exageración productiva en los países desarrollados, consumistas, que ya no se rige por la demanda del cliente, sino por la misma oferta que el sistema crea. Primero se fabrica, y luego se induce la necesidad de lo fabricado, que permitirá vender esos productos con frecuencia excedentes y superfluos. La sociedad posmoderna está demasiado ávida de novedades como para rechazar cualquier cosa, no obstante, nos cansamos de todo demasiado pronto. Somos de la generación del záping frenético y de la esquizofrenia existencial.
La cultura clásica tenía por finalidad elevar al hombre, las industrias culturales se dedican a distraer. El "valor de espíritu" de que hablaba Paul Valéry ha sido reemplazado por el "valor de animación", explotando sistemáticamente al servicio del valor comercial. Las viejas vanguardias se rebelaron en nombre de la libertad contra la tiranía, pero en la actualidad el arte se ha hecho manso, repetitivo, fácil y ha generado su propia industria. El rebelde se ha convertido en colaborador. El sistema social invisible del deseo lo deglute todo.
Como siempre,amigo Juan,me haces escribir más de lo necesario por culpa de tus estupendos textos.
Un muy fuerte abrazo.
HORACIO: “Algo va a pasar y no sabemos lo que es”, escribía hace unos días Muñoz. Ésa es la sensación que tenemos respecto a mi país, donde los problemas de hoy son el tic-tac de la bomba de mañana. Figúrate qué momento para distraerse. Naturalmente, los programas vacíos no es cosa de España solamente. El timo no tiene fronteras. Un abrazo.
JOSÉ LUIS M. C.: De más está recordar aquello de que el tiempo es oro: ¿cómo no iban a querer el nuestro los que lo quieren todo? Aquellos hombres grises que robaban el tiempo en “Momo” ahora trabajan en la tele (entre otros sitios de dudosa honradez). Que no nos anestesien, que no nos entretengan. Si el tiempo ha de doler para sentirlo como propio y no como el tiempo de otros, que duela, ¿no te parece?
FRANCISCO ORTIZ: Decía el joven pianista chino Lang Lang hace unos días en La Vanguardia que si dejas que la vida te pase sin querer, no te pasará lo que quieres. La imagen de alguien que se queda con la piel y tira el fruto es acertadísima: he ahí el signo de los tiempos, la glorificación de lo superficial frente a lo profundo, de lo efímero frente a lo perdurable. Qué más prueba de cómo el insipiens le va comiendo terreno al sapiens.
FRANCISCO MACHUCA: Querido amigo, tus comentarios siempre completan y enriquecen lo que escribo aquí, le dan otra dimensión más, por ejemplo al traer esa valiosa y oportuna cita de Valéry. Ese valor del que habla estaba muy en sintonía con aquel otro que según Machado algunos, los necios, concretamente, confundían con el precio. Estoy deseando leer el ensayo de Vargas Llosa sobre la banalización de la cultura a través de su transformación en espectáculo. De hecho, hoy la cultura es sobre todo “un sector económico”, y ya sabemos lo que eso significa. El homo insipiens es actualmente el que decide no sólo qué programa de televisión se hace, sino también qué disco se graba, qué libro publican las grandes editoriales, qué película se rueda…
En efecto, antes de la necesidad de lo fabricado está la propia fabricación, pero creo que antes aún de la fabricación está la campaña publicitaria con la que se tratará de hacer necesario lo que se fabrique luego. Algo diabólico, realmente.
Un fuerte abrazo.
Lo más aburrido de ese mal que nos acontece, la frivolidad, la ignorancia, la pérdida de tiempo en asuntos vanos es que acaba por instalarse en nuestras vidas a fuerza de imágenes repetidas, nos devora como si fueramos paja.
No desesperemos siempre se produce el milagro de encontrar en nuestras vidas seres que nos emocionan con su poesía, su naturalidad y esa influencia positiva es sanadora,purifica.
No estamos solos, ni locos..
Un abrazo
¡Qué bien me siento concentrándome en tus reflexiones!
Tu pasadizo es un lugar en donde abunda el sentido común. Me ha valido la pena reservar un sitio
para desintoxicarme y reflexionar. Y embriagarme de certezas.
Me temo que, pronto, en tu "Loser" muchos seremos los perdedores que preferiremos unirnos en la barra y mientras el saxo suena y la voz de Frank nos acompaña,soñemos.
Quedan muy pocos espacios para ello.
Desde siempre, mi gratitud por habitarme.
ABRIL: En cualquier caso, este medio a través del cual nos comunicamos ha actuado de manera inversa a la tele: ha reunido a seres con inquietudes parecidas, con una idéntica pasión por los libros o el buen cine o la buena música o la naturaleza o tantas otras cosas, seres que de otro modo no se hubieran conocido nunca. Ese es el milagro, también, una de las caras amables de este tiempo nuestro. Ya ves si hay razones para la esperanza. Un beso.
BEATRIZ: Bien sabes que en este local hay siempre una mesa reservada a tu nombre, que más de una vez el intérprete de una canción o un razonamiento ha mirado hacia el lugar que ocupas con un guiño de complicidad, que en la amistad no puede perdurar el sentimiento de derrota y que Frank hubiera dado lo que fuera por cantar en este modesto escenario (soñemos, sí, por qué no). Un beso.
No es baladí, ni meramente teórico el problema que plantea tu entrada de hoy. Yo me acojono cuando pienso, divago o visualizo el futuro que nos espera, partiendo desde el quivocado punto de salida en el que en estos momentos nos encontramos.
RAÚL: Parece que estuviéramos todos metidos en un camino equivocado, cuyo destino no puede ser bueno de ninguna manera, y seguimos en él, a pesar de todo, la mayoría pastoreados, y unos pocos, los que quisieran oponerse, simplemente arrastrados, incapaces de oponer resistencia. No creo que sea pesimista plantearse que el futuro, como bien dices, no es nada halagüeño.
Excelente texto. Estoy completamente de acuerdo. Vivimos en la sociedad de la distracción fugaz, del entretenimiento fatuo. Lo curioso es que todos lo sabemos pero el mal continua extendiendose. Existe una general pereza o desidia que hay que combatir. Personalmente confío en que la balanza se incline del lado de la reflexión y de no solo mirar por mirar, sino intentar "ver" algo. Estos textos son deurgente necesidad. Enhorabuena. Por cierto,desde hace mucho, para mi lo que dice Argullol va a misa. Saludos.
Distraigamos al rebaño..Pero yo quiero creer que el rebaño ya no se deja distraer tan fácilmente. El rebaño ya no es tan "Insipiens", que ya está muy harto.
Un beso esperanzado.
Enlazado quedas en el apartamento Parispucelano :-D.. y a su vez con dedicatoria..
¡ah los amores imposibles Juan.. !
Un beso.
V: es que yo creo que no todos lo sabemos. Los energúmenos que prendieron fuego a varias sombrillas a la puerta del Prado para celebrar no sé qué triunfo de un equipo de fútbol no lo saben, y yo me temo que sean ellos lo que estén inclinando la balanza.
MYRA: En la calle se palpa la hartura, sí, el absoluto escepticismo, incluso la ira. Esperemos que de todo eso salga algo positivo. Un beso, amiga.
ABRIL: de allí regreso, muy muy honrado. Creo que es lo más cerca que he estado de Elizabeth Taylor... (sonrío, como escribe Ariza). Desde luego sí que me he sentido "dentro" de tu apartamento "parisoletano". Besos.
Parisoletano ¡ ahora sí me llevo el término ! tienes una vena de "inventor" jaja..nada raro porque las historias fluyen en tí de manera natural.
Un beso Juan
El libro que mencionas es muy interesante, Juan. Me gusta mucho esa cita que mencionas: "La ignorancia casi se ha convertido en una virtud", aunque creo que podemos quitar el "casi". La televisión está encumbrando a charlatanes, a vividores, que son, para desgracia nuestra, los encargados de crear opinión, los "analistas" de la actualidad. Para echarse a temblar.
Un abrazo.
Oportunísima tu alarma, Interesantísima la mención a este libro, que desconocía, pero que gracias al Loser voy a conseguir.
Que la tele emboba no es noticia, años ha se le llama "caja tonta" y algo tendrá el agua...
Lo peligroso no es la probable "conspiracion" para alienar...
¿No era Marx, no el del cine, sino el otro, aquel maestro en alienaciones varias, el que nos anunciaba aquello de del opio, el pueblo y la religión? pues ahora, los medios de que se vale el poder son otros, la tele, el futbol, los viajes a playas del otro extremo del mundo.
Todo eso se sabe, bueno lo sabemos algunos, que ya leímos a Bradbury en aquel cortísimo relato "El peatón" donde detienen al único que pasea de noche en lugar de ver la tele.
Lo que me inquieta es el artículo de Argullol, donde el/la peligroso/a que lee, es perseguido, no ya por el poder, sino por sus iguales.
Peor aun que la Inquisición persiguiendo herejes, es el pueblo persiguiendolos por el Call de Barcelona.
Peor que ajusticiar al héroe de "El Extranjero" por dispararle a un argelino, es hacerlo por no llorar en el entierro de su madre.
Que el poder persiga, es de suyo, que casi todo un pueblo mire mal (el americano, un suponer) a los pobrecitos agnósticos da muchísimo miedo.
MIGUEL SANFELIU: Al final estamos asistiendo al triunfo de la mediocridad, porque lo valioso supone esfuerzo y tiene vocación de perdurabilidad, valores han caído en desuso. Es para temblar, sí. Un abrazo.
ISIDRE: Tu reflexión acerca del nuevo opio del pueblo la hicimos un amigo y yo el sábado. La religión no emboba ya (no masivamente, claro), ahora hay esos otros opiáceos y adormideras que dices, esos mismos. Naturalmente que de todo esto lo más inquietante es lo que comenta Argullol, la persecución del que quiere saber, del que no quiere que le vivan su vida los tipos de la tele, del disidente de la superficialidad. Es escalofriante. Y bien que quisiera ser más optimista, pero no encuentro donde agarrarme. (El cuento de Bradbury me lo apunto, que acabo de salir de “Crónicas marcianas” hechizado, por no mencionar su célebre Fahrenheit 451, tan premonitorio, casi…)
Un abrazo.
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