martes, 23 de abril de 2013

Curso cinematográfico completo, 1935


No estoy completamente seguro de cómo llegó a mi biblioteca, y ni siquiera lo había hojeado hasta hace cosa de un mes. Está editado en Palencia, en el año MCMXXXV. Su título: Curso cinematográfico completo. Su autor: Luciano García Sáez. Su precio: una peseta (¿mucho o poco para la época?). Tiene cuarenta y ocho páginas, repartidas en un prólogo, un inflamado “elogio al cinema”, dieciséis capítulos forzosamente breves y un epílogo.

Ya de principio provoca una sonrisa un título tan rotundo, tan seguro de sí mismo, tan enciclopédico en la portada de un libro de tan insignificantes dimensiones (no mayores que las de una de aquellas novelitas del oeste que se intercambiaban en los kioscos); conmueve tan ambiciosa pequeñez, tan desmedidas pretensiones didácticas resueltas de manera tan pero tan modesta; y apenas se leen por encima los consejos que el autor dirige a los jóvenes, conmueve mucho más aún su cándido pero encendido amor por el cine. De ahí ese elogio y defensa del cinema («¡Yo te saludo y venero, excelso arte!») frente a «los temibles moralistas, que en todo ven algo propicio para sus sermones», los críticos y los indiferentes.

El Curso comprende todo lo que los futuros «artistas» deben saber acerca de tan dura profesión: caracterización, indumentaria, la fotogenia, la mímica, la expresión, incluso las caídas: «Uno de los puntos más artísticos y que mayor emoción produce en el espectador es caerse bien».  Hay que saber caerse, afirma categóricamente el autor. «No se cae lo mismo uno derribado por un puñetazo que uno que resbala», es por eso que «Toda clase de caídas conviene sepa practicarlas el futuro artista». Ahora bien, el autor advierte: «Para ensayar este capítulo conviene hacerlo bajo experta dirección o bien tomando todo género de precauciones, alfombrado cuidadosamente el suelo o bien sobre colchones».

«La talla normal del actor cinematográfico, no debe ser ni demasiado alta ni demasiado baja, una estatura de 1,65 a 1,70 es lo normal». Como excepción a esta regla se cita a Gary Cooper. El Curso aconseja qué debe estudiar y leer el futuro actor o actriz: «El desarrollo histórico de las costumbres y actividades de la Humanidad, el esfuerzo realizado por los hombres de Ciencias para sus experimentos e inventos (…) las obras cumbres de nuestros genios literarios, la Historia Universal de la Arquitectura, del Mueble y del Vestido…» En cuanto a esto último precisamente, el vestido, el Curso plantea una cuestión no menor: «En la vida particular siempre ha tenido excepcional importancia el modo de vestir, ¿qué no lo será para un artista de cine?» Y para lucir bien la ropa «Hay que andar con naturalidad, sin amaneramientos, ni en formas o poses estudiadas y ridículas», además de poseer unas excelentes facultades físicas, claro está: «El artista debe practicar los siguientes deportes casi necesarios: natación, equitación, automovilismo. Indudablemente que si además de éstos se practican otros, mucho mejor». Indudablemente. Y no hay que olvidar «la línea», que el artista cinematográfico ha de conservar: «Tiene que tener en cuenta el futuro artista que la pantalla hace aparecer a los artistas más altos y gruesos de lo que en realidad son». Y a manera de ejemplo, indica el autor la altura y peso de varias estrellas de la pantalla (Joan Crawford 1’60 m. y 55 kilos, dice;  Mary Pickford 1,48 m. y 41 kilos y medio). Por lo demás, y en cuanto a la apariencia física, «Las personas de semblante gastado y piel arrugada, no hallan piedad ante la cámara». «El futuro artista no debe empezar cuando tiene una edad avanzada (…). Pasando de 30 años, no aconsejo empezar». En cuanto a la técnica de aprendizaje interpretativo, he aquí un par de exhortaciones: «A los ojos hay que quitarles languidez, pues a veces se coge por costumbre y queda en vicio». «Las manos también dicen mucho y hay que moverlas sabiamente,  ¿cómo?, practicando ante un espejo como si se hablara con otra persona».

Dice Cervantes en el Quijote, y antes que él Plinio el Viejo, que no hay libro tan malo que no tenga algo bueno. Esto es algo que sabemos bien quienes amamos los libros. Este Curso cinematográfico completo es testimonio vivo de una época, una ventana abierta, por ejemplo, hacia la imagen de quien en aquella Palencia de 1935 tomara en sus manos estas pautas y las siguiera en la soledad de su modestísimo o aburguesado dormitorio de provincias o las pusiera en práctica disimuladamente en su trato con otras personas. Este planteamiento naif pero muy apasionado de un arte que apenas seis años antes había adquirido el don de la palabra, contrasta con el cataclismo bélico que se desencadenó en el país tan solo un año después, y desde la distancia no podemos sino pensar en lo lejos que estaba esa joven que ante el espejo imitaba a Greta Garbo o a Norma Shearer, o aquel otro joven dispuesto a llevar su ropa con la elegancia con que Adolphe Menjou llevaba la suya, qué lejos estaban, digo, de imaginar que sus sueños (ingenuos tal vez, pero sueños) iban a ser desmenuzados por una guerra de verdad y tan extremadamente cruel.

7 comentarios:

Clarice Baricco dijo...


Desde que vi el título del libro me llamó la atención.
Al menos ya me lo contaste.
Un placer leer mucho en tu casa.
Abrazos.

José Luis Martínez Clares dijo...

Las crueles tecnologías se han llevado por delante mi comentario en dos ocasiones y, como diría don Luciano, a esta edad ya es tarde para regresar a él.
Sólo agradecerte que me hayas traído este libro hasta el presente para enseñarme que existen amores terriblemente perjudiciales, amores que pueden acabar con cualquier afición al convertirla en disciplina.
Del libro -por seguir las creencias de don Plinio- me quedo con la fragilidad de Mary Pickford, con su pestañeo diminuto, su sonrisa excesiva pintada de blanco y negro, su inabarcable cercanía.
Abrazos, amigo arqueólogo

Myra dijo...

Todo una manual cinematográfico, sí señor..A mí me encantan todas estas pequeñas joyas de otras épocas, me parece que tienen un encanto enorme y es inevitable leer sus líneas con una sonrisa de ternura.

Un beso, Juan.

Juan Herrezuelo dijo...

Amigos CLARICE, LOSÉ LUIS MARTINEZ CLARES y MYRA: Me ha parecido justo dedicar mi "día del libro" a uno tan pequeño, porque en su pequeñez e ingenuidad cabe también mi enorme amor por este objeto milagroso, el libro de papel, alrededor del cual ha girado mi vida (lo que llevo Usado de ella y espero que ocurra también con lo que me quede por usar). El Curso... es, antes que nada, un testimonio a medias entre lo sociológico y lo histórico. Empecé a leerlo con la intención de escribir una entrada muy burlona, pero a medida que pasaba las Páginas me fue ganando eso que menciona MYRA: la ternura. Y de la ternura a imaginar conmovido la Proximidad de la guerra civil sólo había un paso. La guerra es la negación de la ternura, de la inocencia e incluso de todo lo bueno que simbolizan los libros.

Un abrazo cervantino.

abril en paris dijo...

Extraño y hermoso al mismo tiempo. Nos dejas con una sonrisa y un pensamiento. Empezó una guerra pero el cine siguió en las vidas de la gente como evasión, como asidero para soportar el dolor y el horror.

Un lujo tener ese librito a tu alcance.

Besos 'literarios' Juan.

El Doctor dijo...

Yo que estuve en una escuela de cine siempre me he preguntado ¿para qué sirven? ¿Cuándo se iniciaron estas escuelas que agrupan a cientos de estudiantes de cine? El cine empezó sin escuela. Los grandes directores de cine no estudiaron cine.El cine,amigo,lo llevamos por dentro.No se puede enseñar a hacer cine como tampoco se puede enseñar a ser un gran escritor.Se nace o no se nace.
De nuevo,otro precioso texto.

Un fuerte abrazo

Isidre Monés dijo...

Hola Juan. Gracias po el regalo de este manual de cinematografía naïf.
Es divertido y lleno de sentido comun, pero yo, como "artista plástico" me he quedado colgado de la cubierta.
Que hermoso grafismo años 30!!! en la estética de los carteles de guerra que proliferarían en Europa, pero más suave, con esa rotulación creativa,dibujada a mano "ad hoc" para el caso.
Yo, que soy un antiguo, recuerdo mis comienzos en publicidad al principio de los 60, cuando cualquier "eslogan" que mereciera un impacto, lo resolviamos a mano y con plumilla y pincel, que los tipos de imprenta estaban trillados y muy vistos.
Hermso librito y sobre todo "Hermosa portada"