jueves, 13 de junio de 2013

El humo ya no ciega mis ojos

Gracias al blog que el crítico musical Diego A. Manrique tiene en la edición digital de El País supe hace unos meses de una novela corta titulada Snodgrass, escrita por Ian R. MacLeod, donde un John Lennon cincuentón y fracasado narra en primera persona lo que fue de su vida desde que en un arranque de orgullo profesional –o tal vez de orgullo a secas- abandonó a los Beatles en 1962, justo antes de que la banda iniciara el ascenso al éxito de la mano del productor George Martin. La novela está encuadrada, ya se ve, dentro de ese apasionante género literario llamado ucronía, es decir, aquellas obras de ficción que construyen una Historia alternativa a partir de la modificación de un determinado acontecimiento, y si yo la menciono aquí –y ahora- no es por lo apetecible que resulta su lectura de acuerdo con lo que de ella cuenta Manrique, sino por su estupendo comienzo: «Tengo planificada mi vida. Hoy, dejaré de fumar. Mañana, dejaré de beber. Al día siguiente, otra vez dejaré de fumar». (En “Planeta Manrique”). 

Durante años ésa ha sido mi relación con el tabaco: a cada abdicación de mi yo fumador en un yo quizá menos cool pero mucho más saludable le ha venido sucediendo antes o después el retorno al cigarrillo. A veces echaba de menos el mero gesto de sostenerlo entre los dedos, tan arraigado ya en mi carácter; a veces la rendición ocurría durante un acceso de ansiedad o de melancolía o de rabia; a veces se trataba de agarrarme al humo y escapar de uno de esos legendarios bloqueos de escritor. Esto cambió hace exactamente un año. Apenas puse punto final a un relato largo en el que había estado tres meses trabajando duramente, fumé el que sabía que era mi último cigarrillo: éstas son, pues, tan solo unas líneas para celebrar en público un aniversario íntimo. 

En este año he podido comprobar que la realidad supera a la adicción; que abandonar el hábito no hace un monje de uno; que en la sobremesa el humo del café podrá añorar, solitario y achaparrado, aquellos tiempos en que danzaba con el larguirucho humo de un cigarrillo, no lo niego, pero el placer que antes ha experimentado el paladar con los matizados sabores de la comida para sí lo quisieran los otros cuatro sentidos; que la inspiración literaria no necesita un filtro ni en los labios ni en el camino siempre azaroso que una idea ha de recorrer para llegar a las yemas de los dedos en el teclado. En este tiempo he evitado de forma natural convertirme en uno de esos adustos ex fumadores que abominan del acto de fumar y se quejan del humo y lo espantan ostensiblemente de su cara con la nariz fruncida y tosiendo y se han pasado, con el ímpetu del converso, a las filas de quienes defienden que no se fume en los bares. No. En cambio he de reconocer que hace unos días sentí un desagrado inmediato al ver a alguien hacer en la calle, irreflexivamente, sin darle importancia, un gesto que habré repetido yo centenares de veces con absoluta soltura: el de arrojar sin más la colilla al suelo tras la última calada. 

Alguna vez he contado que le debo mi condición de fumador a una escena en concreto de una película. La película es Un lugar en el sol y la escena aquélla en que el personaje que interpreta una deslumbrante Elizabeth Taylor repara por primera vez en la existencia del personaje que interpreta Montgomery Clift. George Eastman ha sido invitado por su adinerado tío a una fiesta elegante en la que no encaja. Deambula entre los invitados y acaba a solas en la sala de billar, donde una carambola imposible atrae casualmente la atención de Angela Vickers, la chica rica con la que lleva soñando desde que llegó a la ciudad. «Has desperdiciado tu juventud», le dice ella a ese desconocido, admirada por su habilidad en el juego. Él asiente con timidez. « ¿Por qué estás solo?», le pregunta, «¿Eres exclusivo?». Él dice que sólo está pasando el tiempo, y la invita a jugar. Ella le responde que se limitará a mirarle. «¿Te pongo nervioso?». «Sí». Se presentan. Él le hace entender que ya la conoce, por los periódicos. « ¿Qué haces?», le pregunta Angela ahora. «Cosas corrientes». «No pareces muy corriente». «Es la primera vez que alguien me lo dice». «Eres muy reservado…». «Sí,  a veces». « ¿Melancólico o exclusivo?». «Ahora mismo ni lo uno ni lo otro». Y en esa escena nace una historia de amor que acabará en american tragedy… Esa chica tan apabullantemente hermosa, ese tipo atractivo y su manera atractiva de fumar…

  

Yo tenía diecisiete años aquella noche (como Liz), y es posible que hubiera acabado convertido en un fumador de todos modos, pero diablos, no hubiera sido por un motivo tan bueno. Esa escena me la llevé, más o menos disimulada y mezclada con otra de la película, a mi novela El veneno de la fatiga; fue uno de esos homenajes privados a los que somos tan dados los que escribimos ficción. Fumar fue en mí, desde siempre, una manera de ser un poco aquel tipo del billar, o cualquier otro parecido: apostaría a que los cinéfilos tienen más papeletas para ser fumadores. 

Gabriel García Márquez dejó de fumar para siempre el día que un amigo siquiatra le explicó que la razón por la cual resulta tan difícil abandonar la adicción al tabaco es que dejar de fumar viene a ser como matar a un ser querido. Hay momentos en que echo de menos a ese ser querido, es cierto, a ese fumador que fui, pero no me pesa en la conciencia haberlo liquidado: lo maté en legítima defensa. Por eso sé que esta vez es para siempre, que no habrá ya un día siguiente en que tenga que volver a dejar de fumar.

16 comentarios:

José Luis Martínez Clares dijo...

Los que hemos fumado sabemos perfectamente de qué nos hablas en este artículo. Lamentablemente, no todos disponemos de un argumento tan romántico que justifique nuestro vicio. Coincido contigo en que los amantes del cine somos más proclives al tabaco, como también tenemos -a los ojos de los demás- más posibilidades de "desperdiciar la juventud", de vivir en un sueño, de resultar, en definitiva, unos tipos poco prácticos. Amigo Juan, ya no nos queda ni una calada. Abrazos

Myra dijo...

Oh!..qué entrada tan bonita. Me he ido reconociendo en cada una de tus líneas. Soy ex fumadora desde hace muchos años. A mí me gustaba fumar, disfrutaba con cada uno de los cigarrillos que me fumaba, lo malo es que empecé demasiado joven y claro, me pasó factura en forma de neumonía por año, la primera con 18. Muchos años después, aproveché una de aquellas neumonías para dejarlo sin más, de un día para otro y a rajatabla. Siempre fui incapaz de ir reduciendo cigarros poco a poco, o me fumaba un paquete o no fumaba y...hasta hoy. No reniego del humo de los cigarrilos de los demás, al contrario lo aspiro, así que puedes imaginar cuánto sigo echándolo de menos pero a la vez estoy orgullosa de haber conseguido dejarlo.
Recuerdo perfectamente esa escena que comentas de "Un lugar en el sol"...qué guapísima la Taylor y qué enamorado Monty. Con cuánta clase se fumaba en aquél cine en blanco y negro..

Feliz aniversaio, Juan y fumemos un imaginario cigarrilo para celebrarlo. Un beso.

El Doctor dijo...

Precioso texto,amigo.Menudo recorrido tan bello para llegar a decir que has matado al otro,al fumador.Yo llevo dos semanas sin fumar y la vida no me parece tan interesante.Cuando escribo no me salen las cosas igual.Dejas de fumar porque se tiene miedo a morir antes de hora y eso nos convierte en muertos aplazados.La nicotina no es buena,desde luego,pero tampoco lo es el apego al dinero,al trabajo,al consumo,a la estupidez,a la televisión,al narcisismo,al absurdo,al matrimonio,al gimnasio,al miedo...

Un fuerte abrazo,amigo mío

V dijo...

Te acabo de escribir un comentario pero parece que se ha borrado. Bueno si finalmente sale habrá dos. Te decía que acabas de convertirte con tui confesión en una persona peligrosísima. Quien es fumador lo es de por vida, y siempre hay que tener cuidado con las ex, aunque sea en forma de pitillo.
De todas formas finalizaba, me cuesta concebir a un loser sin un pitillo cerca. De todas formas animo en la empresa. Un abrazo

abril en paris dijo...

Ante todo felicidades Juan, y si el humo ya no ciega tus ojos, de algún modo, nos sigue envolviendo la atmósfera,creada por tí, cada vez que pasamos por la barra del Loser..éste local tan tuyo y de todos, con rincones discretos envueltos en volutas donde encontramos a Monty, a Liz, a Fitzgerald y su amada Zelda la última vez que estuvieron allí..
Y yo que apenas fumé en mi vida, enciendo uno cada vez que paso.. al igual que bebo a pequeños sorbos tus magníficos cócteles.

¡Qué importa si ya no te acompaña, sigues escribiendo de maravilla!

Un beso

envuelto en humo, aquí

Juan Herrezuelo dijo...

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ CLARÉS. Peor aún que la relación tabaco-cine es la que establecemos con el acto de escribir. Ahí construimos la sugestión de que los párrafos emergen de entre el humo del cigarrillo, como la historia de quién mató a Liberty Valance contada por Wayne (que por cierto, murió de cáncer de pulmón). Abrazos.


MYRA: Tampoco yo reniego del humo de los demás, y me fascina la atmósfera que crea en un local bien ambientado. Yo no podía dejarlo de a poco, tenía que ser de golpe. Además, se lo había prometido a mi hija… Liz es mucho más que mi actriz: es una parte muy importante de mi vida. ¿No suena demasiado ridículo, verdad? Bueno, qué diablos, ésa es la verdad.


FRANCISCO MACHUCA: Es cierto, la vida se vuelve tristona de golpe. Es una de las trampas del tabaco. Los párrafos acaban saliendo –o no saliendo- igual que antes, después de un periodo de adaptación. Yo no he dejado de fumar por temor a la muerte, sino por temor al lento y terrible deterioro que la precede. Woody Allen aparentaba fumar al comienzo de Manhattan “porque estaba impresionantemente guapo con un cigarrillo en la mano”, y algo de eso hay siempre. Sólo que a los sesenta ya no se da la misma imagen llevándose el cigarrillo a los labios. Mejor acabar con ese ser querido antes.


V: Que el cigarrillo es compañero inseparable de todo loser es razón harto poderosa para dejarlo. Naturalmente, solo en el plano real: en el imaginario, el humo sigue caracoleando. Y es cierto: quien ha sido fumador, como quien ha sido alcohólico, lo es por siempre. A mí me bastaría un solo cigarrillo….


ABRIL: Ay, como todos los grandes amores, también es ciego el hábito de fumar. Aunque, como ya he dicho, forma parte del ambiente de este blog bar, que prepara ya su acostumbrado cóctel de San Juan (por cierto: estoy escuchando ahorita mismo un disco del gran Tete Montoliú, ciego genial, y juraría que estoy cerca del pequeño escenario del Loser, y que el humo nos envuelve a él y a mí).


Abrazos para todos, amigos.

Marisa dijo...

En primer lugar, mi más sincera enhorabuena por haber tomado esa inteligente decisión, y mi admiración por todas las consecuencias positivas que habrá tenido.
Mi relación con el tabaco era/es tal y como describes la tuya. Sin ánimo de entrar en esa costumbre de "los buenos propósitos para el verano", durante este periodo voy a volver a iniciar otra batalla contra ese "amigo" del que habla GArcía Márquez (yo lo veo más como "enemigo"...). Se pueden perder batallas pero no nunca la guerra, como se suele decir.

Ese Montgomery Clift es atractivo hasta el nocivo gesto de fumar su cigarrillo. ¿Qué hombre no hubiera querido parecerse a él...? Por un lado, afortunadamente, hoy en día ha habido un cambio en la sociedad con respecto a ese marketing de imagen: fumar ya no se suele relacionar con lo que se relacionaba en el pasado (modernidad, seducción...), más bien con todo lo contrario (las nuevas generaciones de jóvenes fuman mucho menos que nosotros). Y, por otro lado, estoy segura de hasta hace relativamente muy poco, en el cine y en el teatro se utilizaba el "hábito de fumar" como publicidad subliminal (recuérdesen los impuestos del tabaco...)

En definitiva, envidio tu valentía, voluntad y esfuerzo para tomar esa decisión y mantenerla. Espero sumarme a tu club en breve... (y definitivamente).

Un fuerte abrazo, Juan.

Juan Herrezuelo dijo...

MARISA: Y yo te deseo un triunfo completo. Tengo la imagen de Yul Brynner en aquel anuncio póstumo: "Don't smoke, please; don't smoke". Muchos de los actores de quienes tomamos el "atractivo" hábito de fumar murieron de algún cáncer ligado al cigarrillo. Y me pasa como a ti: no quiero convertirme en el azote del tabaco, esa otra forma de moralismo. Qué diablos, si no me sentara mal seguiría fumando. Pero...
Un abrazo.

Kina Fernández dijo...

Le felicito por un artículo tan sensato como magníficamente escrito, sin olvidar sus sugerentes imágenes.

Peeero... Creo que es injusto con esas personas que pasan por delante de un cigarro encendido (no es el fumador, sino el cigarro lo que les hace daño, distingamos, no es un ataque personal), decía pasan por delante y tosen o se tapan la boca, a veces se van corriendo. El tabaco no solo produce lo que todos sabemos, sino gravísimas enfermedades respiratorias y los que respiran el humo se ahogan, así de simple. Casi todos fueron antiguos fumadores y comprenden perfectamente la adición, no hay ninguna connotación agresiva.

Ahora, una microentrevista: ¿Cuál cree que es su mejor novela?

Saludos

Juan Herrezuelo dijo...

MOLINA DE TIRSO: Lleva toda la razón: a menudo olvidamos (a menudo olvido yo, lamentablemente) que no todos somos vulnerables a las mismas cosas. Yo no los soy al humo del tabaco, por fortuna, pero sí al ruido, y hago todo tipo de aspavientos si me siento agredido por él.

Entiendo que por mi mejor novela se refiere a mi novela favorita, y he de decirle que "Rayuela", de Cortázar, aunque le confieso que ya no lo digo con la misma rotundidad que hace unos años. A riesgo de equivocarme y parecer un pedante, si a lo que se refiere es a cuál de las novelas que yo he escrito creo que es la mejor, le diré que la segunda, la que no he publicado todavía.

Un saludo.

Montuenga dijo...

Ejem... Naturalmente, me estaba refiriendo a sus libros. Entiendo entonces que ha publicado una novela y algún libro de relatos. ¿Cuál de ellos me aconseja? ¿Son fáciles de encontrar?

Perdone la insistencia y muchas gracias.

Mario Salazar dijo...

No soy de fumar pero a veces cuando estoy agobiado me provoca alguno (s) pero como soy deportista, luego lo sufro en el entrenamiento y me arrepiento. Sobre respetar que otros fumen aun no haciéndolo, habiéndolo dejado o sabiendo que es malo para la salud me parece lo mejor. A lo menos un comentario amistoso al respecto y nada más. Conozco gente que mientras lo hacían hasta se amargaban cuando les pedían que no fumen y luego cuando no lo hacen vienen a pontificar. Sobre inspirarse y homenajear a algo o alguien también lo he hecho, claro, y lo cuento ya que parece el lugar pertinente. Escribo cuentos y poesía aunque no los he publicado, solo he subido un par a mi blog, pero guardo cerca de 30 cuentos, y por por ahí, poesías. lo tomo como un trainning. Y uno me inspiró Ava Gardner, sobre una entrevista que le hicieron y que mitificaba su figura salvaje. Uno escribe y no puede evitar que cosas externas se conviertan en muy intimas para nosotros también, parece que fuéramos nosotros ahí tras la identificación. Un saludo.

Kina Fernández dijo...

Como supongo que me he explicado fatal, empiezo de nuevo.

Sr. Herrezuelo, Como no tengo otra forma de comunicarme con usted lo hago aquí. Soy filóloga, tengo algunas cosas publicadas, escribo en varios blogs, dos de ellos de libros. Cada vez estoy más decepcionada con lo que se edita en España (los pocos autores serios que había se banalizan o se mueren) y estoy buscando otros, algo menos conocidos, para seguirlos en primer lugar y reseñarlos en segundo. Mi opinión va a ser independiente, o sea, que si algo no me gusta lo digo, no me ensaño pero tampoco hago panegíricos a no ser que se merezcan. Llevo tiempo leyendo su blog y, tras leer su último post, he sido consciente de lo bien que escribe. Por eso me gustaría leer su mejor libro, me da igual que sea novela o relato. Me propongo publicar una reseña en http://orlandiana.blogspot.com y otra diferente en un blog colectivo de éxito. También me gustaría saber si el libro será fácil de encontrar en librerías, o bibliotecas suponiendo que esté agotado.

Se ve que estoy hablando en serio, simplemente consultando mis blogs, en los que figuro con nombres distintos.

Un saludo, muchas gracias y espero su respuesta

Juan Herrezuelo dijo...

MOLINA DE TIRSO: No he dudado de su/tu seriedad en ningún momento. "Pasadizos" sólo tiene dos años, debiera ser fácil que una librería lo consiguiera si se lo encarga. No le aconsejo que intente conseguirlo directamente a través del Instituto de Estudios Almeriense, que lo editó, porque a un buen amigo bloguero, Miguel Sanfeliú, le clavaron tanto por el envío como lo que vale. El no quiso decírmelo pero me enteré por otros cauces y me sentí muy avergonzado. Créame que me encantaría enviárselo yo mismo, pero me quedé solo con dos ejemplares. De "El veneno de la fatiga", la novela, me dicen que hay quien lo ha conseguido por Internet, pero no sé cómo. Es fácil que esté en una buena biblioteca pública, pues lo editó Alianza.
No he conseguido entrar en sus blogs, limitaciones mías: si las rutas de acceso no son las que ya conozco, simplemente me pierdo en el camino.
Ojalá tenga suerte con mis libros, y que le guste lo que lea. Desde ya le agradezco sus palabras. Si puedo hacer algo más, pídamelo.
Un saludo.

Juan Herrezuelo dijo...

MARIO SALAZAR: el mayor enemigo del tabaco es el deporte, así que lo mejor es sustituir una cosa por otra. Y es cierto: algunos de quienes se molestaban, cuando eran fumadores, de que leS pidiesen no hacerlo, luego se han convertidos en feroces antifumadores. En el fondo, como casi todo, es sólo cuestión de mera cortesía.

Kina Fernández dijo...

Hola otra vez

Además de los blogs de libros tengo otro, un cajón de sastre. En él, la serie de Paco Tella pretende divulgar lo que nadie divulga.

Esto no tiene nada que ver con la cortesía, ya lo digo más arriba, pero el piloto automático que llevamos todos puesto nos impide entender a la primera.

Por si a alguien le interesa, aquí lo explico (y en otros lugares del blog)

http://laazoteademolina.blogspot.com.es/2013/06/charlas-con-paco-tella-el-piloto.html#links